gasteiz - El Parlamento acaba de aprobar por unanimidad (la entrevista se realizó el pasado viernes) la celebración del Día Internacional de Apoyo a las Víctimas de la Tortura. ¿Qué dimensión le da al consenso alcanzado en una materia tan sensible?

-En cuestiones relacionadas con los derechos humanos y sus vulneraciones, es importante que vayamos de manera unánime. La última vez que hubo unanimidad en esta Cámara en relación a los derechos humanos corría el año 2011 y aprobamos un decreto en el Gobierno que ha permitido a día de hoy reconocer a casi 200 personas, algunos fallecidos, otros no, y supone un avance. La Ponencia de Memoria y Convivencia tiene una virtualidad muy importante que no se suele resaltar: es un foro que de manera permanente permite amasar consensos, acercar posiciones y reconocernos en nuestras diferencias, pero buscar los puntos de encuentro.

La Ponencia de Autogobierno acaba de retrasar el articulado de los expertos prácticamente hasta diciembre. ¿Se puede llegar a desenredar el nudo del nuevo estatus? ¿Cabe alcanzar un acuerdo que deje satisfecha a una mayoría suficientemente plural de la Cámara?

-Con respecto al plazo, los socialistas siempre dijimos que había que ser flexibles porque los expertos son personas independientes que tienen su trabajo. Con respecto a la situación de la reforma del Estatuto, lo que se está sometiendo a una reforma es nuestro marco de convivencia y, por lo tanto, tiene que tener el máximo consenso posible, y entre diferentes. Euskadi la hemos construido entre diferentes, y el Estatuto del 79 se acordó entre partidos muy distintos. Ese es el reto, y los partidos que aprobaron las bases son quienes tendrán que ver cómo construyen una reforma estatutaria en la que todos nos sintamos un poco reflejados, que sea de todos y de nadie en particular. Ahí está la dificultad, pero también la clave del éxito.

Pero a día de hoy hay una barrera entre nacionalistas y no nacionalistas que parece infranqueable.

-Yo no pondría la situación en términos de bloques o de constitucionalidad, sino de convivencia. ¿Nosotros estamos dispuestos a hacer un marco de convivencia para las próximas generaciones que nos valga para otros cuarenta años, en el que se vea protegido y reflejado el pluralismo de la sociedad? ¿Que cada uno podamos sentirnos vascos como queramos y desarrollar nuestra vida en libertad, o no? Esa es la cuestión, y las bases que se han pactado clasifican a la gente en ciudadanos de primera y de segunda.