LA historia de la izquierda abertzale en las instituciones españolas es la de un auténtico tira y afloja que llevó a Herri Batasuna a no participar en diversas elecciones generales e incluso a que sus representantes electos no tomaran posesión para no tener que acatar la Constitución. Es también la trayectoria de una serie de nombres históricos que obtuvieron su escaño en Madrid pero no siempre llegaron a ejercer. Entre ellos, Telesforo Monzón, Francisco Letamendia, Jon Idigoras, Josu Muguruza o Iñaki Esnaola. Y, sobre todo, es el relato de décadas impregnadas por la violencia de ETA y del terrorismo de Estado, que algunos diputados de HB sufrieron en sus propias carnes en 1989.

Ahora, tras legislaturas sin la presencia de la izquierda abertzale en el Congreso, o con una labor intermitente -en el caso de los dos últimos cursos-, EH Bildu ha formulado por primera vez una apuesta clara por sacar provecho a las dos Cámaras españolas, para lo que formará grupo junto a los representantes de ERC, decisión que ratificó ayer en una Asamblea General en Gasteiz. El objetivo, elevar la voz del soberanismo vasco y catalán y conformar un eje parlamentario para defender el derecho de autodeterminación. Pero no siempre fue tan decidida su apuesta por hacer política en Madrid.

Primera experiencia

El bautismo de un partido abertzale y de izquierda en el Congreso la protagonizó Francisco Letamendia Or-tzi en la legislatura de arranque de la democracia en 1977 bajo las siglas de Euskadiko Ezkerra -la coalición establecida por Euskal Iraultzarako Alderdia (EIA) y el Movimiento Comunista de Euskadi (EMK)-, con la que obtuvo escaño por Gipuzkoa. A diferencia de la futura Euskadiko Ezkerra de Mario Onaindia, que terminó integrándose en el PSE, este primer embrión era claramente independentista, lo que se evidenció en la figura de Letamendia y en sus intervenciones a favor de la autodeterminación.

Ya desde antes de esas elecciones estaba presente en el entorno de ETA el debate sobre si participar o no. Según cuenta Letamendia, había diferencias de criterio entre milis y polimilis: “Se planteó con mucha nitidez el tema de participación en las Cortes o no participación. ETA (m) decía que nada había cambiado desde el franquismo, pero ETA (pm) pensaba que convenía presentarse”. Esta última opción fue la que se impuso, obteniendo el asiento de Ortzi. En el año y medio que duró su trayectoria en la Cámara baja, su participación fue activa. “Me tocó defender en el Congreso los planteamientos de la autodeterminación. Yo fui de los pocos que luchó contra la ley de Peligrosidad Social y las posturas patriarcales, y a favor de minorías como los gitanos. También de los presos, tanto políticos como comunes”, enumera.

El periplo de Francisco Letamendia en el Congreso terminó abruptamente a finales de 1978, debido en parte a desavenencias con el sector de Mario Onaindia y Teo Uriarte, y también al bloqueo que comenzó a sufrir en la Cámara baja por parte de UCD y Alianza Popular. Fue también el año en el que comenzó su andadura Herri Batasuna -como coalición entre Hasi, Laia, ESB y ANV-, a la que Letamendia dio el salto como independiente tras su marcha de Euskadiko Ezkerra. Fue elegido diputado en los siguientes comicios de 1979 junto a Telesforo Monzón y Periko Solabarria.

10 años en blanco

Sin embargo, en esta ocasión no llegaron a ocupar los tres asientos obtenidos, ya que HB tomó la decisión de no intervenir en la vida parlamentaria española. “No fue tanto por la posición que venía manteniendo ETA (m), sino porque se vio que si tú denunciabas mucho te quitaban la voz. Había esa absoluta evidencia de que ni siquiera la denuncia iba a ser posible. La decisión estaba cantada y no hubo ningún planteamiento en contra”, aclara Ortzi. La coalición también debatió si participar o no en el Parlamento Vasco, que estaba a punto de constituirse, y en este caso optó por acudir a plenos puntuales.

Herri Batasuna mantuvo su posición de no acudir a las Cortes a lo largo de los siguientes diez años. Sin embargo, continuaron presentándose a las elecciones generales con variable éxito -dos escaños en 1982 y cinco en 1986-. Caras conocidas como Jon Idigoras, Iñaki Esnaola o Txomin Ziluaga obtuvieron asiento en este periodo pero no llegaron a tomar posesión del acta entre otras razones para no verse obligados a acatar la Constitución. Fueron también los años más sangrientos del terrorismo de ETA y los de la irrupción de los GAL, con gran tensión política e institucional entre Euskadi y Madrid.

Presencia puntual

La estrategia de la izquierda aber-tzale viró a finales de la década, en el marco de las conversaciones de Argel entre el Gobierno socialista y ETA que, aunque no llegaron a buen puerto, sí dejaron abierta la puerta a seguir negociando. En este contexto, HB decidió presentarse a las elecciones de 1989 y que sus diputados tomaran posesión mediante la fórmula del imperativo legal. Según el histórico dirigente Rafa Díez Usabiaga, “se apostó por un modelo de aceptación de los cargos a través de una mecánica jurídica que así lo posibilitaba, ya que la asunción de los cargos estaba acorde con el objetivo central de buscar desde el Estado el mejor escenario para alimentar un proceso de negociación”.

Sin embargo, el 20 de noviembre de ese año, la víspera de la sesión constitutiva de la legislatura, dos pistoleros irrumpieron en el reservado del hotel donde los diputados y senadores electos de HB preparaban su estrategia y asesinaron a Josu Muguruza. Iñaki Esnaola también fue gravemente herido. Díez Usabiaga, que entró en el Congreso semanas más tarde en sustitución de Esnaola, relata que el atentado “marcó el momento político” pero la izquierda abertzale siguió con su estrategia de acudir a Madrid a impulsar una negociación. “La gran referencia que nos marcábamos era hacer de aquella presencia institucional un puente de cara a la resolución del conflicto”, recuerda.

Así, las intervenciones de HB fueron puntuales y siempre ligadas al objetivo del diálogo entre ETA y el Ejecutivo de Felipe González. En la siguiente legislatura, a partir de 1993, el camino elegido fue el mismo, aunque en esta ocasión la coalición sí participó en un debate ajeno a la violencia en Euskadi: el del Tratado de Maastrich. “En aquel momento sí que hubo una intervención puntual en el Congreso por parte de Jon Idigoras y participamos en las votaciones, siendo el único grupo que dio su voto negativo a Maastrich”, explica el exdiputado.

De Amaiur a EH Bildu

Sin embargo, vistas las pocas posibilidades que las Cortes le ofrecían por entonces, HB optó a partir de 1996 por retomar la estrategia de no intervención en Madrid. La izquierda aber- tzale no volvió a tener representación en Congreso y Senado hasta 15 años más tarde, una vez sorteada la ilegalización de 2004. De esta forma, en 2011 volvió con fuerza bajo la marca Amaiur y con siete asientos. Cuatro años más tarde, ya con el nombre de EH Bildu, se quedaron en dos. El actual diputado Oskar Matute señala que la estrategia en estos últimos años es la de la “presencia no normalizada”. Es decir, “intervenimos en todas aquellas materias o temas que entendemos que afectan directamente a las condiciones de vida de la gente que vive en Euskal Herria o a la propia existencia de Euskal Herria, y por otro lado cuestiones de solidaridad con otros lugares del Estado español”.

Ahora, de cara a la legislatura que comenzará tras el 28-A, la estrategia de la izquierda abertzale es incrementar su presencia en las dos Cámaras y, por primera vez, tener una presencia activa en Madrid. “En estos tiempos convulsos el Congreso va a ser el lugar donde se determine cuál es la orientación que toma el Estado español. Y ante la posibilidad de una orientación de carácter involucionista, de más autoritarismo y de más recentralización, EH Bildu estará para hacer frente y parapeto”, plantea Matute. La coalición estará acompañada de Esquerra, con la que prevé compartir grupo. “En este nuevo tiempo, la llave la pueden tener las izquierdas soberanistas de Catalunya, Euskal Herria y tal vez Galicia. Por eso tiene sentido la unidad de acción”, argumenta.