JUAN Azkarate ya es historia. Memoria viva. Colectiva. El de Bermeo es la última de las 920 personas que sirvieron al Gobierno vasco durante la Guerra Civil en la Marina de Guerra Auxiliar. Es decir, en la única fuerza militar bajo dependencia directa del Gobierno de Euzkadi. Se libró por poco de haber participado en la batalla épica cara a cara entre el mítico bou Nabarra y el crucero franquista Canarias. El lunes se cumplirán 75 años de aquella efeméride, el combate más significado del Cantábrico y, a juicio del historiador de Matxitxako Elkartea, Juan Pardo San Gil, "uno de los episodios marítimos más importantes de la historia de Euskadi no solo a nivel histórico, sino político y humano".
Azkarate pertenecía en aquellos tormentosos meses al bou Araba, que entró en dique a finales de enero de 1937 para ser reparado. A algunos de sus ocupantes les derivaron a otras embarcaciones, caso del Nabarra. "Casi me toca ir. Allí murieron amigos míos y alguno se salvó también", habla Azkarate, que cuando calla respira para no echar lágrima. Se emociona. Su vida en el umbral de los 90 años no es para menos. "Crecí entre hombres fuertes, era un niño de 15 años cuando entré voluntario, pero maduré antes", exclama, vuelve a callar, y fija su mirada en un ancla que lleva dentro desde los 13 años: su madre murió ahogada cuando un barco intentaba pasar la brava barra de Mundaka. Dos años después, con la barba a medio salir, era ya soldado de mar: itsasgudari. El retrato de su carné era más el de un crío que el de un guerrero.
La Diputación de Bizkaia le rendirá homenaje hoy en la inauguración de una exposición en el Arrantzaleen Museoa de Bermeo a las 12.00 horas. Juan es historia, latido. Los rasgos de aquel grumete camarero, de aquel txo del Araba, siguen siendo los mismos.
Cada año, en los días previos al homenaje a la Marina Auxiliar, Azkarate siente nervios. Esta vez, la pena se multiplica. Por desgracia, el 3 de marzo del año pasado falleció su mujer, Rosario Etxebarria. El domingo se celebrará la jornada principal de conmemoración en la que, como último superviviente, no quiere fallar. Pero al mismo tiempo irá a la misa memorial de su esposa, de la que luce orgulloso su alianza en el dedo anular derecho. En ocasiones la toca, de forma inconsciente, como cuando enseña a su interlocutor la foto sepia de su familia.
Juan es primo de otro histórico itsasgudari: Santos Fradua, que falleció el pasado 25 de noviembre. Se llevaban dos años. Azkarate es del 18 de junio de 1922. Con 15 años, hijo de maquinista marino, y huérfano de madre, Anastasia Araukoa, quiso alistarse en la Marina Auxiliar. "Fui al batzoki y les dije: quiero ir voluntario, me da igual el oficio. Me respondieron que subiera a unas oficinas de STV y me mandaron al Carlton, a Bilbao", evoca.
de libro Ahí comenzó un periplo intrépido, de libro. Participó en mar, tierra y aire. "Mi padre, Felipe Azkarate, no quería que fuera al bou Araba. Entonces, el padre de Santos se presentó en solidaridad para sacarnos. Le dijeron que, al ir voluntarios, teníamos que dejarlo de forma voluntaria, pero ¿no crees que si un padre se pone serio no te hace dejarlo teniendo mi primo 16 y yo 15 años?", se pregunta.
Echó amarras contra los golpistas en el Araba en diciembre de 1936. Le enrolaron en calidad de camarero. Participó en varios servicios de escolta y vigilancia. Este bou tuvo problemas con las máquinas y paró motores en enero de 1937 para ser reparado. En junio del trágico año fue destinado al destructor José Luis Díez, con el que participó en varios servicios de escolta y en un breve encuentro con el crucero Almirante Cervera. Un mes después desembarcó del José Luis Díez en Santander y fue destinado al Estado Mayor de las Fuerzas Navales del Cantábrico, en la Marina Republicana.
Tras la evacuación de Santander en agosto, pasó a Gijón y de allí llegó en octubre a Francia a bordo del mercante asturiano Mieres. Tras desembarcar regresó a territorio republicano, Catalunya, donde conoció al lehendakari Aguirre. "Medio en euskera medio en castellano, le dije que yo prefería los bous a estar allí. Y me contestó que en Barcelona estaba mejor. Y tanto, si ni había guerra, la gente estaba de terrazas...", relata. Volvió, y un "simpático" Aguirre pidió para él un colegio. Pero, "¿estudiar y comer? Le contesté que no, y el lehendakari le dijo a Leizaola que otra salida era al Consulado cubano, con otro pero: ¡Que me pagarían 150 pesetas cuando en los bous había cobrado 300!".
Azkarate también fue destinado al Ejército de Tierra, luego a la DCA (Defensa contra Aviones). Cuando la DCA se integró en la Aviación, él optó por incorporarse a unidades de transporte. En los últimos días de la campaña de Catalunya, participó en un curioso traslado de parte del tesoro artístico custodiado por la República. Eso sí, no llegaron a cruzar la frontera. "Íbamos en diez camiones. No apareció nadie y no sé qué ocurrió con todo ello", zanja. Cruzó a Francia y fue uno de los miles de vascos que estuvieron en el campo de internamiento Argeles-Sur-Mer, en Perpignan. "Los primeros días los pasamos allí sin comer", explica gesticulando con las manos.
El Estado francés lo construyó en una playa para albergar a parte de los 550.000 refugiados que traspasaron la frontera, huyendo del Estado español. Se calcula que unas 100.000 personas fueron recluidas en este recinto. "Estábamos con muchos senegaleses, por haber sido colonia francesa", agrega. Mientras tanto, su familia no tenía noticias de él, y viceversa. "Nos dijeron varias veces que podíamos volver los que no teníamos delitos de sangre, que Franco lo había dicho, pero no era así".
De allí pasaría a un campo de concentración en Irun donde estuvo dos meses. Y regresó a su querido Bermeo. A casa. Y su vida siguió transcurriendo rápidamente o, mejor dicho, precoz. Madurando. A los 22 años se casó con Rosario "para librar del servicio militar a mi hermano", argumenta.
Aniversario De todo ello han pasado décadas. De aquel 5 de marzo de la batalla de Matxitxako, 75 años. Juan Azkarate es consciente de que es el último itasgudari vivo. Por ello, siente "por una parte alegría". Por otra, "pensando en los compañeros que se quedaron", baja la cabeza como tributándoles un homenaje de segundos, y retoma su discurso: "Casualidad que tras llevar nuestro barco, el Araba, al Euskalduna e ir al cuartel, algunos de los nuestros pasaron al Nabarra, como el primer oficial Sarasola, que murió, y Gonzalo Uribarri, que se salvó. También estuvo Pedro Torre y un primo mío, un tal Leniz, que se hundió con tanto cañonazo".
Ese día, Azkarate y sus compañeros de la Marina Auxiliar notaron mucho movimiento de los altos mandos, preocupados. Estaban al tanto de que el Nabarra intentaba hacer frente al crucero más grande de los militares golpistas españoles. "Supimos lo que pasó el mismo día. Por suerte, me salvé de que hubiera hecho falta que acudiera al Nabarra, con los cambios de bous que hubo", insiste.
Juan recuerda el entierro de su primo Leniz. "¿Cómo pudo ser que fuéramos a su entierro si no teníamos el cuerpo que se había hundido con el barco?", reflexiona quien en junio cumplirá 90 años, y quien fue socio de la empresa Pesquera Bermeana de Atúnidos, hoy desaparecida. Como curiosidad, uno de los barcos vendidos por la firma en su clausura como entidad "lo compró el hijo de Hugo Chavez, presidente de Venezuela", sonríe por primera vez. Hoy recibirá un homenaje de la Diputación Foral y tratará de respirar, no emocionarse en público. Y estos días recordará e intentará distraerse, por ejemplo, mirando desde su balcón hacia el imponente puerto de Bermeo. Hacia la mar que le dio lo mejor y también lo menos bueno. Eso sí, él a ella siempre le dio lo mejor, por una Euskadi libre, aunque fuera un crío. Hoy es el último: el primero.