Los presidentes de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, y de Rusia, Vladímir Putin, adoptarán el próximo 4 de noviembre un paquete de acuerdos para la integración económica de ambos países en el marco de la Unión Estatal. “El 4 de noviembre se reunirá el Consejo Estatal Supremo (de ambos países), un paso decisivo en nuestra integración”, señaló Lukashenko en una reunión en Minsk con el fiscal general, Igor Krasnov, según la agencia estatal bielorrusa, Belta. La fecha coincide con el día de la Unidad del Pueblo de Rusia.

La reunión del Consejo Estatal Supremo, formado por los dos presidentes, los primeros ministros y los presidentes de ambos Parlamentos, tendrá lugar por videoconferencia dada la situación epidémica, explicó a su vez el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, en su rueda de prensa diaria telefónica.

Los dos líderes adoptarán en la cita virtual los programas de integración que ambos acordaron el pasado 9 de septiembre en una larga reunión en Moscú y que fueron firmados al día siguiente en Minsk por los primeros ministros de Rusia, Mijaíl Mishustin, y de Bielorrusia, Román Golovchenko.

Se trata de 28 programas que incluyen la creación de mercados únicos en los ámbitos financiero y energético, y la armonización de las legislaciones impositivas, aduaneras, laborales y de pensiones, así como de las políticas macroeconómicas. Buscan, según explicó Putin tras pactar los documentos, crear un “espacio económico común”. Ambos mandatarios admitieron no haber abordado una posible integración política, aunque no descartaron la creación en el futuro de un Parlamento supranacional.

Los documentos de creación de la Unión Estatal fueron suscritos en diciembre de 1999 por Lukashenko y el primer presidente ruso, Boris Yeltsin. El líder bielorruso, considerado el último dictador de Europa, rechazó la posibilidad de que Rusia pueda absorber a su vecino, aunque reconoció que si los pueblos de ambos países lo demandan, Moscú y Minsk profundizarán su integración política.

La oposición bielorrusa en el exilio se opone a la Unión Estatal, ya que considera que supondrá la pérdida de soberanía, temores que comparte Occidente.

Otros horizontes

Sin embargo, las miras de Rusia no se ciñen exclusivamente a Bielorrusia ya que ha estrechado en las últimas semanas sus relaciones económicas y políticas con Libia y Argelia, dos países con los que mantiene relaciones bilaterales estrechas desde hace décadas y que ahora observa como un trampolín para su estrategia expansionista en el norte de África y el Sahel, regiones claves para el futuro de la Unión Europea.

En el caso de Libia, el ancla ruso está asentado con firmeza en el este, donde colabora desde 2015 con el controvertido mariscal Jalifa Hafter, tutor del Parlamento en la ciudad oriental de Tobrouk y hombre fuerte del país gracias a su control de la mayoría de los recursos petroleros.

Además, altos funcionarios del Kremlin han mantenido esta misma semana un inusual encuentro con el ministro libio de Petróleo y Gas, Mohamed Aoun, un sector en el que Moscú está cada vez más interesado y en el que ya tiene importantes intereses comerciales, asociados a la renovación y protección de la industria local. En la reunión se acordó trazar un plan para aumentar el volumen de comercio bilateral, las inversiones y la cooperación científica y técnica.

En esta misma línea, Rusia ha intensificado en las últimas semanas sus contactos con Argelia, el país que comparte la frontera más extensa e inestable del Sahel, lugar de interés geoestratégico esencial para la UE.

Días atrás, se informó de un supuesto acuerdo secreto para la entrada de unidades de “Wagner Group” con el presunto objetivo de posicionarse en los márgenes con Mali y Níger, pacto que ambos gobiernos ni han confirmado ni desmentido con firmeza.