Nueva York - Sin escaleras mecánicas o agua en las fuentes, con menos aire acondicionado, con los viajes limitados a lo esencial y sin posibilidad de cubrir vacantes, así vive Naciones Unidas estos días como consecuencia de la falta de liquidez. La organización internacional se ha visto obligada a apretarse el cinturón ante la peor crisis de efectivo en una década, una situación creada por el impago de varios países. No es que a la ONU no le llegue con su presupuesto -que se acerca a los 3.000 millones de dólares para un año-, es que un buen número de quienes deben aportarlo van con meses, si no años, de retraso. Se trata, según insiste la organización, de una crisis exclusivamente de liquidez, pero una muy seria que amenaza con dejar las arcas totalmente vacías para finales de este mes. El secretario general, António Guterres, ya había ido implementando acciones de ahorro desde principios de año, pero a partir de esta semana ha impuesto medidas extraordinarias que se hacen ya notar en la sede central de Naciones Unidas.

El plan va más allá y afecta también a todas las oficinas nacionales, regionales y misiones políticas de la organización, a quienes el pasado 10 de octubre Guterres pidió explorar aún más recortes en un memorando interno. Se trata de ahorrar donde se pueda, en algunos casos con medidas que pueden ser vistas como minucias. Pero todo dólar resulta importante en una situación como esta, defienden desde la ONU. Así, cuando uno llega a la sede de Naciones Unidas en Nueva York se encuentra con que no hay agua en las fuentes o que las escaleras mecánicas que conectan los primeros pisos de la torre que aloja las oficinas de la Secretaría General están cerradas. Las escaleras mecánicas suponen una factura eléctrica de unos 14.000 dólares al año, según el portavoz Stéphane Dujarric.

La calefacción, dos horas menos La organización también ha decidido limitar el uso de aire acondicionado y calefacción, manteniendo una temperatura estable, así como retrasando una hora por las mañanas su encendido y adelantando una hora por las tardes su apagado. El ahorro: unos 7.000 dólares al día, según Dujarric.

También se han recortado los horarios de cafeterías y restaurantes, eliminado el agua gratis que se ofrecía en reuniones o los servicios de interpretación más allá de las horas centrales del día. Además se están posponiendo actos y conferencias y limitando los viajes a lo estrictamente esencial. La orden llega hasta lo más alto y esta semana la vicesecretaria general, Amina Mohammed, anuló su participación en un foro sobre el sida en Francia y la sustituyó por un mensaje en vídeo.

Según las instrucciones de Guterres, tampoco se podrán hacer compras de equipos informáticos salvo en casos críticos, ni adquirir mobiliario ni hacer ningún tipo de renovación más allá de lo esencial.

Esta situación no es totalmente nueva para la ONU, que casi cada año se encuentra con dificultades de efectivo en el último trimestre, pero en esta ocasión el problema ha llegado antes y con más gravedad. Una de las claves es el calendario de pagos de EEUU, el principal contribuyente a las arcas de la organización, y que tradicionalmente no desembolsa el grueso de su dinero hasta noviembre. “Nos hemos acostumbrado a esto”, asegura Dujarric, que subraya que el gran problema es que ahora otros países que habitualmente pagaban antes no lo están haciendo.

Según la ONU, el 97% de los fondos pendientes corresponden a siete países: EEUU, Brasil, Argentina, México, Irán, Israel y Venezuela. Estados Unidos, al que le toca pagar un 22% del presupuesto de la ONU, debe aún 674 millones de dólares del actual ejercicio y 381 de años anteriores. El presidente estadounidense, Donald Trump, parece habérselo tomado en esta ocasión como algo personal. “Hagan que todos los países miembros paguen, ¡no sólo Estados Unidos!”, se defendía en Twitter.