Alejandro Elizalde Iribarren

Alejandro vino al mundo el 9 de febrero de 1894 en Elizondo. Nada se sabe sobre su infancia, pero hay constancia de que cursó Derecho Mercantil en la Universidad de Zaragoza y de que, al finalizar su formación, se trasladó a Donostia, donde trabajó en los seguros La Unión y los automóviles Ford. En esta ciudad se casó con la bilbaina Carmen Colau, aunque la pareja se mudó a Gartzain, en Baztan, donde un hermano suyo ejercía de cura. Allí nacerían sus siete hijos. De todas maneras, entre semana Alejandro trabajaba en Donostia y, los fines de semana, regresaba al hogar familiar.

Al proclamarse la República, Alejandro se afilió a la Agrupación de Empleados Vascos, organización sindical con implantación en el ámbito de las oficinas y la banca que en 1933 acabó integrándose en la Solidaridad de los Trabajadores Vascos. También militaba activamente en el Partido Nacionalista Vasco y, según parece, en los periodos electorales recorría los caseríos del Baztan con el fin de recabar votos para el partido.

La rebelión militar del año 1936 sorprendió a Elizalde en Donostia. Las tropas del cuartel de Loiola trataron de hacerse con la ciudad, pero la insurrección fue sofocada. Sin embargo, la revuelta triunfó en Nafarroa y, por tanto, Alejandro quedó aislado de su familia. En vista de la grave coyuntura, Alejandro tomó la decisión de unirse a la Junta de Defensa de Azpeitia, integrada por los organismos abertzales de Gipuzkoa. La dirección militar la asumió el capitán Cándido Saseta y para agosto se movilizaron unos 1.500 gudaris en el santuario de Loiola, en lo que sería el embrión del futuro Euzko Gudarostea. Elizalde fue destinado a la Comisión de Transportes, participando en la requisa de vehículos, el acondicionamiento de los garajes y la administración del surtidor de gasolina.

Entre agosto y septiembre de 1936 los gudaris de Azpeitia centraron sus esfuerzos en plantar cara a las tropas del teniente-coronel Cayuela, que venían abriéndose paso por el valle del Oria. Para ello construyeron una línea de defensa a lo largo del macizo del Hernio, donde sostuvieron duros combates. Es de suponer que Alejandro se encargaba del transporte de los voluntarios desde el cuartel a la línea del frente.

Sin embargo, el empuje rebelde era imparable y, con la pérdida de Gipuzkoa, las fuerzas de Saseta se retiraron a Gernika. Allí el PNV organizó los batallones Loyola, Itxarkundia y Amayur, que se acuartelaron bajo las órdenes de una Jefatura de Milicias Vascas. A disposición se su Plana Mayor, una sección de chóferes entre quienes se hallaba Elizalde. Lamentablemente, en los siguientes seis meses se pierde la pista de Alejandro, aunque es de suponer que ejerció de chófer.

La siguiente referencia que se tiene de él es que en mayo de 1937 fue nombrado capitán jefe de la Guardia Exterior del supuesto campo de concentración de Sondika. Nada se sabe de este campo, ya que apenas existen referencias sobre el mismo: entró en funcionamiento en abril y en mayo pasó a estar dirigido por Elizalde. Es probable que, en realidad, el campo jamás existiera como tal. Es decir, posiblemente el Gobierno vasco proyectó uno, pero, debido al desarrollo de la guerra, nunca lo construyó.

En las jornadas previas a la pérdida de Bilbao, el consejero de Justicia, Jesús María Leizaola, ordenó que trasladaran a los presos desde las cárceles bilbainas hasta Galdames y Turtzioz. Mil presos cuyas vicisitudes se conocen a través del testimonio de Federico Carasa Torre, destacado derechista donostiarra. Según su testimonio, en el barrio de Cueto (Turtzioz) fueron puestos en manos de Elizalde, quien les anunció que serían liberados pese a la oposición de los partidos de izquierda. Así que, disfrazados de zapadores, los presos fueron conducidos hasta Artziniega para que alcanzaran sus líneas.

Se sabe por el testimonio de Iñaki Eizagirre Markuerkiaga, teniente del Larrazabal, que quienes participaron en la liberación de los presos tuvieron que huir de inmediato, ya que el Tribunal Militar republicano los buscó para enjuiciarlos. El propio Eizagirre participó en la operación y años después compartiría la misma suerte que Elizalde, ya que sería deportado al campo nazi de Sachsenhausen. En cuanto a Elizalde, a mediados de julio desapareció de Turtzioz y poco después apareció en la costa de Lapurdi.

Alejandro se instaló en Donibane Lohizune gracias al auxilio que probablemente le prestó Isaac López Mendizabal, delegado del PNV. Poco después López Mendizabal le presentó al capitán de reserva Théodore Moulia, oficial del servicio de espionaje del Ejército francés. Moulia buscaba información sobre el desarrollo de la guerra, que continuaba en Santander y Asturias, así que los dos hombres colaboraron hasta que el 1 de abril de 1939 Franco firmó el último parte de guerra.

Para entonces Alejandro llevaba algunas semanas empleado como chófer y cocinero al servicio de los señores Matute. En casa de estos trabó amistad con el capitán Pablo Longhi, conocido por ser espía nazi y, siguiendo las indicaciones de Moulia, se hizo su confidente. Durante más de medio año recopilaron información sobre los militares franceses, hasta que en agosto de 1939 Longhi fue detenido, juzgado y condenado a dos años de prisión.

Pero en esas mismas fechas el Tercer Reich invadió Polonia y como consecuencia de ello se desencadenó la Segunda Guerra Mundial. Las tropas de Hitler arrollaron Francia en junio de 1940; los soldados de la Wehrmacht se plantaron en Donibane y con ellos volvió Longhi. Afortunadamente Alejandro pudo zafarse de él y poco después Longhi fue destinado a Argentina.

A partir de entonces, la colaboración entre Moulia y Elizalde se fue intensificando. En 1941 Alejandro organizó el paso de la muga de la red de evasión Comète, que tenía como objetivo el traslado clandestino de individuos desde Bélgica hasta Inglaterra a través de Francia, España y Gibraltar. Para ello reclutó a su amigo Bernardo Aracama, así como a los mugalaris.

Entre agosto de 1941 y abril de 1942 los fugitivos llegaban desde Bélgica pasando por París y, después de alcanzar en tren Baiona o Donibane, se les alojaba en Angelu. Allí, a la espera de atravesar la muga por los montes de la comarca, comían y descansaban. Eran asistidos por Elizalde antes de continuar el trayecto hacia Donostia.

Pero pronto se constató que algún tramo era demasiado arriesgado. Por tanto, Alejandro formó otro grupo con Ambrosio San Vicente, Martín Hurtado de Saracho y Maritxu Anatol. Los dos hombres realizarían tareas de guía y vigilancia de carreteras, además de alojar a los huidos. En cambio, Anatol se ocuparía del aprovisionamiento y las comidas. Colaborarían como guías Florentino Goikoetxea y otros como Anabitarte, Ocamica, Olaizola o Errazquin.

Sin embargo, a finales de 1942 los líderes de la red descubrieron que algunos mugalaris también mantenían contactos con los alemanes, por lo que el grupo de Elizalde fue desautorizado para la acogida de fugitivos, aunque se les ofreció continuar cooperando con otro tipo de trabajos. Nada se sabe sobre las vivencias de Elizalde en el siguiente medio año, aunque hay constancia de que trabajaba en una pescadería.

Elizalde fue detenido por la Gestapo el 13 de julio de 1943 y algunos días después lo serían San Vicente, Hurtado y un amigo llamado Ángel María Aurrecoechea. En un primer momento fueron conducidos a la prisión de Baiona acusados de ser comunistas extranjeros. Después los enviaron a la cárcel de Fresnes, en el extrarradio de París. Ante la alarmante situación, Javier Landaburu y el Gobierno vasco realizaron todo tipo de gestiones para lograr su liberación, pero fue en balde. Aurrecoechea fue liberado, pero a los demás los trasladaron al célebre campo de tránsito nazi de Compiègne.

En un inesperado y último giro de los acontecimientos, en enero de 1944, Alejandro fue separado de San Vicente y Hurtado y el 4 de abril enviado al KL de Mauthausen, en el corazón del Tercer Reich. Es conocido que este campo se construyó con el fin de acoger en él a los opositores políticos más irreductibles para exterminarlos en una lenta agonía.

Un mes después, Alejandro fue introducido en un tren y llevado al kommando Quarz de Melk. En dicho lugar el objetivo que se habían propuesto las SS era organizar un complejo bélico en el interior de un sistema de túneles horadado en un monte, al abrigo de los bombardeos aliados. No hace falta decir que las condiciones de presidio fueron monstruosas, entre la continua tortura, una hambruna crónica y los constantes derrumbamientos de tierra que sepultaban a los prisioneros.

En abril de 1945, a consecuencia de la aproximación del frente de guerra germano-soviético, los presos fueron introducidos en trenes y llevados al campo de Ebensee. Se trataba de un entorno de inigualable belleza, pero cuyo campo era tan monstruoso como los anteriores: 18.000 detenidos permanecían encerrados y un sinfín de cadáveres se hallaban amontonados a la espera de ser incinerados.

Por suerte para Alejandro su liberación se produjo el 6 de mayo. Sin embargo, su estado de salud era muy precario y a su llegada a Francia se le diagnosticó un absceso en el pecho. Finalmente, en junio de 1946 se le constató una tuberculosis pulmonar, lo que motivó su ingreso en el sanatorio Marienia de Kanbo en octubre. Lamentablemente, las secuelas que arrastraba eran demasiado graves y un mes más tarde, el 23 de noviembre, fallecía.

El último adiós que se le tributó en Donibane Lohizune fue multitudinario. La comitiva fúnebre portó, sobre el ataúd cubierto con la ikurriña, cuatro coronas de flores que le ofrendaron sus numerosos amigos. En el 75º aniversario de su muerte depende de nuestra memoria colectiva que su trayectoria y la del resto de víctimas del nazismo no acabe desapareciendo con las víctimas.

Licenciado en Historia y máster en gestión cultural. Técnico de Lazkaoko Beneditarren Fundazioa. Autor del informe ‘La deportación de los vascos a los campos del Tercer Reich (1940-1945) y de Bilbao en Mauthausen: Memorias de supervivencia de un deportado vasco’ (Editorial Crítica).

Detenido por la Gestapo el 13 de julio de 1943, fue conducido a la prisión de Baiona, acusado de ser comunista extranjero

Del campo de tránsito nazi de Compiègne fue llevado al KL de Mauthausen, luego al kommando Quarz de Melk y a Ebensee, donde fue liberado