Como la librería de Amsterdam del Diario de Ana Frank, la librería de la Editorial Bruño de Iñaki Olabeaga también escondió a personas perseguidas, en este caso no por los nazis sino por la Policía franquista. El donostiarra conocido como Txotx fue un religioso de La Salle y escritor abertzale que en los trémulos días de la Guerra Civil y el régimen totalitarista se mantuvo como ferviente activista del euskara, a pesar de que décadas antes, de joven en Madrid, lo llegó a olvidar del todo.

Por esa entrega nada clandestina sufrió el destierro y en 1977 le rindieron un homenaje en Zarautz, donde había impartido docencia. No faltaron dos ilustres del municipio como el portero José Ángel Iribar y el lehendakari ohia Carlos Garaikoetxea. Este último también estuvo presente en su entierro, tras fallecer el 2 de febrero de 1983.

El funeral se ofició en el Colegio La Salle de Irun, con asistencia del presidente del Parlamento Vasco Juan José Pujana y del obispo de Annecy, Jean Sauvage, entre otros, con palabras laudatorias a su entrega por su país, lengua, cultura y religiosidad. Iribar le recuerda 36 años después como “un hombre entrañable” y pondera “su defensa del euskera en años nada fáciles”. “Aunque no estaba permitido que nos diera las clases en euskera, él nos reunía aparte y nos enseñaba las canciones populares. Lo tenía muy metido. Fue un gran hombre”, explica a DEIA.

Iñaki Olabeaga Aldanondo Txotx nació en Donostia el 14 de octubre de 1901. Se consagró a la enseñanza en La Salle. Con motivo de la guerra de 1936 viajó a Francia, completando sus estudios en la Universidad de Lille. Siempre negó que se exiliara. “Mis acciones no tuvieron nada que ver con la política. Algunos dicen que me exiliaron por ser abertzale. No es verdad. Mi reto era el euskera y por eso tuve que marcharme, mis superiores me obligaron”, alegó.

Vuelto de ese no-exilio se estableció en Zarautz, dedicándose a la enseñanza de la Lingua Navarrorum hasta que le desterraron a Zaragoza. Colaboró en las revistas Eusko Gogoa, Egan, Olerti, Nora y El Bidasoa. Publicó Salle’ko Juan Bautista’ren bizitza laburra, Irun y Maite dedana, ensayos y poesías.

El exsenador Iñaki Anasagasti saca a la luz su figura y analiza a Olabeaga como “una persona coherente con sus ideas y por eso fue perseguido. Expulsado en tiempos de guerra hizo de espía. En Zarautz se le quería mucho por la labor docente que desarrolló y por su militancia en favor del euskera que le ocasionó ser destituido”. Evoca a su vez sus años en la Comunidad de Santiago Apóstol Ibarrekolanda en Bilbao.

“Txotx ayudó en los cantos y epístolas de las misas de los domingos en San Anton a aquel hombrachón de voz de trueno, el párroco Don Claudio Gallastegi, que convertía sus sermones en mítines políticos. Bajo la dictadura esa misa fue un faro para toda la semana y como escritor en euskera fue un activista del idioma y un abertzale que escondió en su almacén de libros Bruño a perseguidos por la Policía”, evoca.

Colegio quemado De padre mutrikuarra y madre de Astigarraga que no sabía castellano, acudió a los colegios que abrieron en 1905 unos hermanos de La Salle desterrados de Francia, lo que le hizo dejar de querer ser carmelita. En este noviciado les prohibían hablar en euskera, por lo que él y los euskaldunes del centro fueron perdiendo el idioma. Tras cambiar de colegio, en 1931, mientras se vivía la reivindicación vasca del Estatuto, fue quemado el colegio de Las Maravillas de La Salle en Madrid, donde era profesor.

Por esta razón, retorna y otra experiencia “le marcó muy fuertemente y estableció su relación con el euskera y la cultura vasca, lo que definió la esencia de su vida y trabajo posterior”, valoran sus compañeros de La Salle. Ocurrió el día en que Iñaki fue a visitar a su familia. Su padre le recibió con esta frase: “Aquí está nuestro castellano instruido”. Más adelante, cuando en octubre de 1935 su madre estaba moribunda, el religioso no pudo rezarle ninguna oración en euskera. “Su resolución fue tajante, tenía que recuperarlo, costase lo que costase”.

Y así lo hizo, publicando libros, algunos de los cuales quedaron sin ver la luz por el estallido de la Guerra Civil. Se desconoce lo que hizo Iñaki aunque se cree que estuvo en Zarautz con la familia de su hermano Patxi. “Sí sabemos que ayudó a Monseñor Gandasegi, obispo de Valladolid, a trasladarse desde Donostia a la zona nacional en Beasain, atravesando el monte Murumendi. También ayudó a su sobrino Joseba, periodista, a esconder documentos y luego pasarlos a Francia”, detallan desde La Salle.

En el Colegio San José de Zarautz, se vio obligado a salir a Annapes, en Francia. Fueron, según sus palabras, “los días más felices de mi vida”. Sin embargo, añoraba a su familia y tierra. Como cuenta su amiga Maurice Boccaren, “nos dejó clara su opinión sobre Franco. Tampoco le gustaban los alemanes nazis y, como nosotros, estaba deseoso del triunfo de los aliados”.

En 1944, cruzó la frontera para volver a casa. Pero fue destinado a Zaragoza como profesor y no volvió a Zarautz hasta 1948. Fue director del Colegio San José, donde comenzó a potenciar el euskera. El hermano Joxepe Roa recuerda que decía al estudiantado: “Entre vosotros tenéis que hablar en euskera y cuando escribáis a casa hacedlo en euskera, yo os ayudaré”. Pero llegaron la denuncias. Desde Madrid ordenaron alejar a Iñaki por ser un “nacionalista radical” y adoctrinador. En 1954 partió, pero fue acompañado a la estación por zarauztarras como reconocimiento a su labor. En 1959 llegó a Bilbao y se puso al frente de la Editorial Bruño, donde ocultó a perseguidos.