El 99 por ciento de las ópticas abren muy pocas horas al día y prestan servicio casi en exclusiva a personal sanitario o policial al que se le ha roto un tornillo o desajustado las varillas de las gafas, y no pueden graduar la vista por no disponer de material de protección adecuado, según explica el óptico bilbaino Pedro Alfonso Gea.

Este profesional de la óptica señala que si antes de la crisis sanitaria provocada por la pandemia de coronavirus atendía a entre 20 y 30 personas al día, ahora esta cifra se ha reducido a "1 o 2 a la semana".

Con dos tiendas en Bilbao y nueve empleados que están en un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) desde que se inicio el estado de alarma el 16 de marzo, Gea confiesa que se "asustó" cuando el pasado 28 de marzo el Gobierno español incluyó a las ópticas entre los servicios esenciales.

"Creí que era una ruina; estoy desde el 16 de marzo con facturación cero y la situación resulta peligrosísima para la continuidad de la empresa", destaca, y explica que las ópticas son centros sanitarios porque cuidan la salud visual, pero también tienen "un componente comercial".

La solución: trabajar solo y "a la carta" con citas concertadas a través de su número de teléfono personal, que ha colocado en una cartelito en la puerta de sus locales.

Al igual que el 99 % de las ópticas, según cuenta, sus establecimientos se abren muy pocas horas al día y prestan servicio, en su mayoría, a personal sanitario o policial al que se le ha roto un tornillo o desajustado las varillas de las gafas.

¿Y qué pasa si se rompen los cristales de las gafas y son una herramienta necesaria para el desarrollo de la vida diaria?

Gea asegura que "se tira de ficha" para encargar unas nuevas porque no pueden actualizar la graduación.

Detalla que, para graduar la vista, un óptico se sitúa muy cerca de la persona en cuestión -"a veces a 20 centímetros"- remarca, y critica que no disponen de equipos de protección individual, como mascarillas o gafas, sino, en el mejor de los casos, únicamente de guantes y "comprados en un centro comercial".

"En esas condiciones no podemos graduar; existe un riesgo de contagio mutuo entre profesional y cliente", dice, y lamenta que tampoco les hacen test de detección del virus, por lo que desconocen si están o no infectados.

Según cuenta, cuando se cita con alguna persona en el local se coloca a distancia y se tapa la boca con una bufanda o una braga de monte. "Parezco un delincuente", ironiza.

No tiene claro si a partir del 14 de abril, fecha efectiva de vuelta a la mayoría de las actividades económicas, abrirá los establecimientos ya que las ópticas necesitan de un cliente que "esté en la calle, que vea moda...ahora no tenemos certezas, estamos en la incertidumbre", dice.

Ha puesto como ejemplo las gafas de sol, que no son productos de primera necesidad y que mantiene "esterilizadas y guardadas" en un armario porque "para comprar una, necesitas probarte diez, y, además, el contexto de todo el mundo en casa no es como para comprar gafas de sol".

De momento seguirá atendiendo los servicios de urgencia con un "cierto temor" ante la posibilidad de contagiar o que le contagien.

"Soy optimista, pero esta crisis me pilla con el pie cambiado a mi y a todos. Lo mejor es pensar que se trata de un año bisiesto raro, de solo 6 meses en vez de doce; una pesadilla pasajera que hay que olvidar".