"Si alguna vez necesitábamos recordar que vivimos en un mundo interconectado, el nuevo coronavirus lo ha hecho evidente. Ningún país puede abordar esto solo, y ninguna parte de nuestras sociedades puede ser ignorada si queremos enfrentar efectivamente este desafío global", aseguran en una declaración conjunta Bachelet y Grandi.

En un artículo publicado en 'The Guardian', los líderes de la ONU afirman que el Covid-19 es una prueba no solo para nuestros sistemas y mecanismos de atención de salud para responder a enfermedades infecciosas, sino también de nuestra capacidad de trabajar juntos como una comunidad de naciones ante un desafío común.

"Es una prueba de la medida en que los beneficios de décadas de progreso social y económico han llegado a quienes viven al margen de nuestras sociedades, más lejos de las palancas del poder", advierten.

Por ello, aseguran que las próximas semanas y meses desafiarán la planificación nacional para crisis y los sistemas de protección civil, y ciertamente expondrán las deficiencias en saneamiento, vivienda y otros factores que dan forma a los resultados de salud.

"Nuestra respuesta a esta epidemia debe abarcar y centrarse en aquellos a quienes la sociedad a menudo descuida o relega a un estado menor --exhortan--. De lo contrario, fallará. La salud de cada persona está vinculada a la salud de los miembros más marginados de la comunidad. La prevención de la propagación de este virus debe garantizar un acceso equitativo al tratamiento".

Por ello, piden que se superen las barreras existentes para una atención médica accesible y asequible, y se aborde el actual "tratamiento diferencial arraigado en función de los ingresos, el género, la geografía, la raza y el origen étnico, la religión o el estatus social" porque, "limitar el acceso y la participación de los grupos minoritarios, será crucial para la prevención y el tratamiento eficaces del Covid-19".

Ponen especial énfasis las personas que viven en instituciones, ancianos o detenidos, porque "serán más vulnerables a la infección y deben abordarse específicamente en la planificación y respuesta a las crisis" y muy especialmente, en los migrantes y los refugiados, independientemente de su estatus formal.

"Muchas de estas mujeres, hombres y niños se encuentran en lugares donde los servicios de salud están sobrecargados o inaccesibles. Pueden estar confinados en campamentos y asentamientos, o vivir en barrios marginales urbanos, donde el hacinamiento y el saneamiento con pocos recursos aumentan el riesgo de exposición", recuerdan Bachelet y Grandi.

Los expertos aseguran que se necesita con urgencia apoyo internacional para ayudar a los países de acogida a intensificar los servicios, tanto para los migrantes como para las comunidades locales, e incluirlos en los acuerdos nacionales de vigilancia, prevención y respuesta. De lo contrario, advierten, se pondrá en peligro la salud de todos y se arriesgará a aumentar la hostilidad y el estigma.

También consideran vital que cualquier ajuste de los controles fronterizos, restricciones de viaje o limitaciones a la libertad de movimiento no impidan que las personas que huyan de la guerra o la persecución y puedan acceder a la seguridad y la protección.

"Más allá de estos desafíos muy inmediatos, el camino del coronavirus también pondrá a prueba nuestros principios, valores y humanidad compartida", advierten.

Al extenderse rápidamente por todo el mundo, con la incertidumbre en torno al número de infecciones y con una vacuna todavía a muchos meses de distancia, el virus está generando profundos temores y ansiedades en individuos y sociedades, agregan.

"Indudablemente, algunas personas sin escrúpulos buscarán aprovechar esto, manipulando temores genuinos y aumentando las preocupaciones --lamentan los altos comisionados--. Cuando el miedo y la incertidumbre entran en acción, los chivos expiatorios nunca están lejos. Ya hemos visto ira y hostilidad dirigidas a algunas personas de origen del este asiático".

Según Grandi y Bachelet, si esto no se controla, el impulso de culpar y excluir puede extenderse pronto a otros grupos: minorías, marginados o cualquier persona etiquetada como "extranjero".

"El pánico y la discriminación nunca resolvieron una crisis", afirman, resaltando que los líderes políticos deben tomar la iniciativa, ganarse la confianza a través de información transparente y oportuna, trabajar juntos por el bien común y capacitar a las personas para que participen en la protección de la salud.

"Ceder espacio para los rumores, la propaganda del miedo y la histeria no solo obstaculizará la respuesta, sino que puede tener implicaciones más amplias para los derechos humanos, el funcionamiento de instituciones responsables y democráticas --insisten--. Ningún país en la actualidad puede protegerse del impacto del coronavirus, tanto en sentido literal como demuestran la caída de los mercados bursátiles y las escuelas cerradas, como económica y socialmente".

Los altos comisionados aseguran que se necesita una respuesta internacional al virus que garantice que los países en desarrollo estén equipados para diagnosticar, tratar y prevenir esta enfermedad será crucial para salvaguardar la salud de miles de millones de personas. "Es una lección que la solidaridad internacional y los sistemas multilaterales son más vitales que nunca", apuntan Bachelet y Grandi.

"A largo plazo, debemos acelerar el trabajo de construcción de servicios de salud pública equitativos y accesibles. Y cómo respondamos a esta crisis ahora sin duda dará forma a esos esfuerzos en las próximas décadas. Si nuestra respuesta al coronavirus se basa en los principios de confianza pública, transparencia, respeto y empatía por los más vulnerables, no solo defenderemos los derechos intrínsecos de cada ser humano. Utilizaremos y construiremos las herramientas más efectivas para asegurarnos de superar esta crisis y aprender lecciones para el futuro", concluyen.