En un mundo paralelo ajeno a la cotidianidad impregnada por el coronavirus, esta tarde habría comenzado Aste Nagusia con el bullicio y la alegría que caracteriza al tan esperado txupin. Por contra, solo la presencia policial recordaba en la Plaza Arriaga, zona cero del lanzamiento del cohete, que las fiestas deben esperar al menos hasta 2022.

Por segundo año consecutivo, Marijaia no ha hecho acto de presencia en la balconada. Y como el año anterior, tampoco la esperaba nadie en una tarde en la que la tranquilidad solicitada por las autoridades ha salido victoriosa. De hecho, en las calles aledañas, numerosos turistas se mezclaban con ciudadanos que paseaban ajenos al hecho de que no era un día cualquiera. Y, sin embargo, tan corriente como cualquier otra tarde de agosto ha sido que a las 19.00 horas, en el preciso momento en el que Bilbao se habría lanzado de lleno a nueve días de desenfreno, el telón del Arriaga se levantaba para recibir a Concha Velasco, que estos días ofrece el espectáculo La habitación de María.

Por ello, instantes antes de la citada hora, pequeños grupos de espectadores se reunían en la plaza del Arriaga para entrar al recinto. Nada que ver con el público que otros años se congrega dentro del teatro y menos aún fuera del mismo, donde comparseros y jóvenes se cubren de huevo y harina mientras brincan hasta que son literalmente fumigados por las barredoras del servicio municipal de limpieza.

Es más, este año la serenidad era tal que a diferencia del anterior, ni siquiera se ha vallado el recinto. Eso sí, varias patrullas, tanto de la Policía Municipal como de la Ertzaintza, han aguardado por precaución durante una tarde en la que ni siquiera se han sobresaltado cuando a la hora acordada se escuchó un lejano amago de txupín que pasó más que desapercibido.

NADA DE AMBIENTE FESTIVO

"Ah, ¿que las fiestas empezaban hoy? Yo pensaba que empezaban el miércoles. No se ve nada de ambiente festivo", reconocía con incredulidad Iker, un vecino de Zaldibar, que ha acudido a la villa a pasar la tarde junto a varios amigos.

Esa despreocupación encajaba bastante bien con el ambiente que se respiraba en el Casco Viejo, donde las colas, más que para sentarse en una terraza, se hicieron frente a las heladerías. En la calle Somera, en uno de sus descansos, Iban, encargado del bar Grafit, reconocía que por la mañana había habido algo de gente. "Ahora se han escapado todos a la playa. Hay días de julio en los que hemos tenido más movimiento que hoy", afirmaba. No obstante, reconocía que era difícil predecir lo que pueda ocurrir esta noche. "Nosotros cumplimos con el aforo", aseveró.

El buen tiempo ha ejercido de muro de contención social, ya que ha facilitado que gran parte de los vizcainos -sedientos de un sol que este verano ha brillado por su ausencia- prefirieran acercarse a la costa que caminar por el abrasador asfalto de la ciudad.

Otro factor disuasorio ha sido el primer partido con público que se juega en San Mamés desde marzo de 2020. Un 20% del aforo permitido en el estadio, unas 10.500 almas, clamarán a partir de las 22.00 horas voz en grito, para que el Athletic venza al Barça mientras gran parte de los bilbainos seguirá el juego en la zona de Pozas.

Así que en la Plaza Nueva no hubo que batallar para encontrar terraza. "Que solo se hayan presentado 14.000 socios es indicativo de que la gente está fuera", consideró Iñigo Landa, mientras tomaba algo en el Bar Urdiña. A su lado, la propietaria del establecimiento, Yola Ruiz, secundaba esta opinión: “Sabiendo que no hay fiestas quedarse aquí resulta más nostálgico”.

RIESGO ALTO DE TRANSMISIÓN

La presencia generalizada de las mascarillas recuerda que Bilbao sigue superando el umbral de alerta máxima al rebasar el viernes los 500 contagios por cada 100.000 habitantes. Aunque el número básico de reproducción, situado en 0,81, indica que las infecciones están remitiendo, el escenario continua siendo de transmisión muy alta. Por ello, el alcalde Juan Mari Aburto apeló el jueves a la responsabilidad ciudadana, una petición a la que posteriormente se sumaron otras autoridades.

Por suerte, la tarde transcurrió sin incidentes a la espera de lo que haya podido ocurrir al cierre de esta edición. Así, por el momento, Aste Nagusia permanece como el recuerdo colectivo de una fiesta sin igual que los guías turísticos como Stephane Iriarte tratan de transmitir. Más si cabe en días como el de ayer.