"Ha terminado la forma de asesinar de ETA, pero queda la simiente y será muy difícil que desaparezca". Con esta frase Mikel Lejarza, el Lobo, el infiltrado en la banda durante años, ha resumido la situación actual tras el abandono de las armas por parte de la organización terrorista.

Lo ha dicho esta noche durante la presentación en un céntrico hotel madrileño del libro que ha escrito junto con el periodista Fernando Rueda para conmemorar el 50 aniversario de la Operación Lobo, el mayor golpe contra la banda. Lo han titulado "Secretos de confesión", la segunda parte del anterior ("Yo confieso") para dar a conocer el retrato más íntimo y personal del espía.

Había expectación entre los asistentes por saber si la "sorpresa" que había anunciado Rueda sería la aparición del protagonista. Se ha hecho esperar, pero todo lo hacía prever, porque la presencia de un perro policía, algo nada habitual en la presentación de un libro, y un puñado de corpulentos guardaespaldas, con mascarilla negra y bandera española en la parte superior, no dejaba lugar a dudas.

Pero antes, la editorial Roca había previsto un "prólogo" de la presentación, con palabras del coautor, y la proyección de un vídeo que reproducía algunas de las conversaciones que Lejarza y Rueda mantuvieron en un lugar del sur de África para poder luego dar forma al libro.

Un libro en cuya portada aparece una bala, la que debían llevar todos los comandos de ETA para acabar con el Lobo si se topaban con él. Una bala, ha recordado Rueda, que lleva 50 años esperando.

Porque Mikel Lejarza sigue estando amenazado y, de ahí, las estrictas medidas de seguridad desplegadas para el acto y por las que Rueda se ha disculpado ante un público que ha irrumpido en un largo aplauso cuando el Lobo, ahora sí, ha entrado a la sala.

GAFAS OSCURAS PELUCA Y BARBA POSTIZA

Con gafas oscuras, peluca y barba postiza, el Lobo, que según confiesa en el vídeo nunca ha votado porque no ha podido empadronarse, ha llegado para dirigirse a los agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil y decirles que han sido ellos los que han acabado con ETA gracias a su "abnegación".

Mientras, los etarras, ha dicho, pueden visitar a sus familiares, ir a las bodas de sus allegados o a los entierros, y él sigue sin poder pisar el País Vasco. Y es que, según han recalcado, el "día después" es "peor todavía" que cuando estaba infiltrado.

En este sentido, ha relatado lo que pasa cuando ya no puedes seguir siendo espía. "Ya no eres nadie, ha perdido todo, familia, amigos, tu identidad. Tienes que empezar de cero cambiando constantemente de lugar".

"La sombra del pasado te persigue continuamente. Me cuesta rememorar, echar la vista atrás", ha aseverado, antes de lamentar que lo que él quería no pudo terminarlo: "Acabar con la ETA terrorista".

Ya en el coloquio, le han preguntado por las amenazas que hoy pueden acechar a España, además del terrorismo yihadista, pero solo ha respondido: "El mundo está muy convulsionado. Hemos perdido un poco la dirección. Si hablara de esto, me metería en política y no es mi terreno".

¿Cuál fue su peor momento?, le han preguntado también. Sin concretar ninguno, ha mencionado la etapa de Javier Calderón al frente del centro de inteligencia. "No se portó nada bien", ha zanjado.

"Me dijo que yo era un juguete roto. Y yo le dije que por eso él llevaba la pechera llena de medallas", ha concluido.