A falta de victorias que consoliden la candidatura europea habrá que consolarse con el anuncio que en persona realizó desde el césped Oihan Sancet. Se podrá cuestionar la fórmula escogida para dar a conocer la renovación de contrato del jugador de mayor proyección de la plantilla, puesto que la noticia se produjo solo unos segundos después de que el Athletic ofreciese una nueva muestra de impotencia en el típico partido que debe resolver para alcanzar el objetivo marcado. Así se consumió una jornada más que venía condicionada parcialmente por el inminente cruce copero con Osasuna. No cabe decir sin embargo que el equipo no estuviese centrado en lo que tocaba, que era superar a un Getafe mejorado y no por ello brillante, pero a la hora de la verdad afloraron defectos que no constituyen una novedad y le abocan a sumar un punto que no lleva a ninguna parte.

De salida, Ernesto Valverde reservó a varios titulares pensando en el martes. Iñigo Martínez, Vesga, Nico Williams y el propio Sancet se quedaron en el banquillo, pero no estuvo ahí la causa del empate sin goles. En realidad, en la primera media hora se vio la versión más sugerente del Athletic, ejerciendo un dominio aplastante que le hizo acreedor a adquirir ventaja. La impericia en los metros decisivos le condenó, pero tuvo al oponente completamente sometido y planteó un fútbol convincente. Impresión que no se puede hacer extensiva a lo que deparó la siguiente hora, ni siquiera una vez ingresaron en el campo los citados más arriba.

El rendimiento fue claramente de más a menos, en lo cual sin duda tuvo su incidencia el paulatino asentamiento de un Getafe que mantiene las características de años anteriores. Su espíritu batallador combinado con un estilo que renuncia a asumir riesgos, con lanzamientos directos hacia los puntas, no es fácil de digerir. Exige toneladas de sudor y mantener el ánimo muy alto a fin de equipararse en términos de sacrificio e intensidad. Hubo fases en que el Getafe pareció más entero y amagó con llegadas, aunque en líneas generales la iniciativa correspondió al anfitrión.

El problema, como se ha apuntado, estuvo en la ausencia de criterio para sacar provecho de una inercia que invitaba a confiar en que el gol acabaría llegando. Una esperanza que se esfumó cuando el choque entró en su recta final. Entonces, se vio al Getafe en su salsa, a gusto en su clásico rompe y rasga, frente al que el Athletic no propuso nada original o contundente. Un escenario que no se intuyó en el comienzo, pero que fue tomando cuerpo sin que nadie aportase aquello que el partido reclamaba.

Arrancó el Athletic pisando a fondo el acelerador y logró sorprender con su dinamismo a un Getafe que tardó casi media hora en controlar la situación. En esa fase, al principio con Muniain muy activo, las bandas, en especial la derecha, fueron determinantes; zonas dispuestas para progresar con De Marcos y Yuri y conquistar posiciones desde las que poner centros. Se asistió a una ofensiva total, desatada, que no se rentabilizó. Intención hubo por arrobas, pero de precisión el equipo anduvo más corto. Esa fina línea que sirve para distinguir entre velocidad y precipitación se cruzó con excesiva frecuencia para fortuna de los visitantes, por momentos desbordados ante el generoso esfuerzo local.

El dato que mejor sintetizó el discurrir del juego fue el elevado número de córners, hasta nueve en apenas veinte minutos. Y en uno de ellos llegó la gran oportunidad, con un cabezazo picado de Yuri que Soria, muy apurado, logró desviar al poste, Guruzeta, sin ángulo, quiso remachar y el portero tapó el remate al límite. Remates dirigidos a portería no hubo más, sí la expectativa abierta a que en cualquier lance tocase premio.

A raíz de que el enloquecido ritmo fue decreciendo, pudo respirar y estirarse el Getafe, que también en un córner probó a Agirrezabala, rápido en su reacción al remate cercano de Alderete. Este fue asimismo el único intento comprometido para el portero del Athletic, que vio cómo otros cabezazos y un par de chuts lejanos se perdían por la línea de fondo. A todo esto, el árbitro adoptó un criterio muy permisivo, cantidad de disputas no merecieron a su juicio ser penalizadas, y en este apartado, que se fue equilibrando, el Athletic pareció ser el más beneficiado, al menos así lo exteriorizó Quique Sánchez Flores.

En vista de que no lograba doblegar al Getafe, Valverde acometió una triple sustitución cuando restaba media hora. La maniobra, que acentuaba el perfil ofensivo, no cundió. Tampoco el relevo de Guruzeta por Raúl García. Pese a que Iñaki Williams contó con metros de sobra para percutir, el conjunto careció de acierto y, por si acaso, el técnico visitante reforzó su medular para evitar disgustos de última hora, dado que el Athletic no cejó en su empeño por ganar metros hasta que el colegiado decidió que había llegado la hora de clausurar la función. Acaso también él era consciente de que nadie alteraría el 0-0, resultado que cuestiona un poco más las probabilidades de que el Athletic acabe el campeonato en una de las posiciones que ansía. Más vale que el martes comparezca en San Mamés la inspiración que tanto se echó de menos este sábado. Es otro partido, otro contexto, pero las porterías están clavadas en el mismo sitio. 

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