Iñaki revela, muy preocupado, que su hijo Iker, de 16 años, toma Monster para desayunar prácticamente a diario y que está colgado a las bebidas energéticas. No es, ni mucho menos, un caso aislado. Se calcula que más de la mitad de los adolescentes son asiduos a este tipo de productos. Pero los expertos alertan de que son “bombas de relojería”, ya que suelen incluir cantidades desorbitadas de azúcar y cafeína. Por eso las comunidades están decididas a declararles la guerra. Galicia será la primera en someterlas a veto, y las demás apuestas por secundar las restricciones. De hecho, se aboga por una regulación sobre estas bebidas que restrinja, por ejemplo, el contenido máximo de cafeína. Otros organismos exigen todavía medidas más duras y reclaman directamente su prohibición para los menores. No en vano, el Ministerio de Sanidad ya ha manifestado que su ingesta, por parte de chavales entre 11 y 17 años, puede provocar alteraciones en el sueño, efectos psicológicos, trastornos de comportamiento y problemas de cardiovasculares.

Me mantienen despierto, y me dan subidón. Si voy al gimnasio, o de fiesta, nunca faltan“, confiesa Iker, completamente ajeno a la polémica y, sin saber que la lata que toma todas las mañanas no le da alas, pese a sus energizantes promesas. Y eso que se bebe, nada más empezar el día, de 11 a 12 cucharaditas de azúcar, unas 230 kilocalorías, por cada envase de 500 mililitros. Solo con ese recipiente triplica la dosis diaria recomendada que, según la OMS, no debe superar los 25 gramos.

Además, el cóctel de sustancias estimulantes que contiene es nutrido. Cafeína, azúcar, vitaminas del grupo B, L-carnitina, ginseng, guaraná o taurina... Pero sus pretendidos efectos no están, ni de lejos, comprobados. La taurina no tiene un efecto positivo sobre las funciones cognitiva, cardíaca y muscular. Tampoco la L-carnitina ayuda a una recuperación más rápida de la fatiga muscular, ni a reparar el tejido muscular esquelético, ni a aumentar la capacidad de resistencia. Con el famoso ginseng ocurre igual.

Porque aunque la magnitud de este problema de salud pública se ha destapado estos días con toda su crudeza, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición ya había advertido de las consecuencias del consumo de más de 60 gramos de cafeína en adolescentes de 11 a 17 años. “200 ml de bebida energética con 32 mg de cafeína/100ml puede provocar alteraciones del sueño”, señaló. No solo eso, en otro mensaje insistió en que “a partir de 160 mg de cafeína (500 ml de una bebida energética con 32 mg de cafeína por 100ml, puede provocar efectos adversos generales para la salud como efectos psicológicos y alteraciones comportamentales y trastornos cardiovasculares”.

El consumo, por las nubes

Ya en 2013, un estudio lanzaba señales de alarma sobre su elevado consumo. Según datos oficiales de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, el 68% de los adolescentes de la UE las toman. Entre ellos, el 12% presenta un consumo “crónico alto” de 7 litros al mes, y otro 12% un consumo “agudo alto”. La cifra más preocupante es que el 18% de los niños entre 3 y 10 años toma bebidas energéticas. Es decir, entre cuatro y cinco veces a la semana (o más), que equivalen a dos litros al mes. Como en otros países, el consumo es más frecuente entre chicos (51%) que entre chicas (39%) por estrategias de promoción y marketing.

Galicia se ha decidido a ser la pionera de esta batalla espirituosa. Y el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, ha afirmado que serán “los expertos los encargados de delimitar qué tipo de bebidas serán reguladas para la prevención de adicciones entre los jóvenes”.

Las contraindicaciones son numerosas y los efectos negativos se incrementan cuando las bebidas energéticas se mezclan con el alcohol. Y es que exponer al cerebro a unas cantidades enormes de estimulantes como la cafeína o la taurina, mezclados con un inhibidor como el alcohol, va a generar “primero un estado de euforia para pasar después a una situación de decaimiento y resaca”, aseguran los expertos.

“El consumo de alcohol mezclado, o en combinación con bebidas energéticas, conduce a estados subjetivos alterados que, entre otros efectos, incluyen una disminución de la percepción de intoxicación etílica”, confirman.