- De hecho, el titular ccontiene una trampa. Porque ni siquiera podemos afirmar que hayamos salido de la pesadilla que, aunque había comenzado unas semanas antes, se concretó tal día como hoy hace dos años, cuando nos confinaron en nuestras casas. Era domingo, seguro que se acuerdan. Pasamos de poder hacer lo nos diera la gana el anterior, 8 de marzo, a la prohibición total de salir si no era por causa de fuerza mayor. Y qué pavor nos daban esas primeras incursiones en la calle. En esos días sin días sin mascarillas ni geles hidroalcohólicos, hacer la compra era casi una acción de comando. Cruzábamos la calle a toda prisa, tratando de respirar lo menos posible en la creencia de que el virus nos acechaba a la vuelta de cualquier esquina. Una vez en el interior del supermercado, nos cruzábamos miradas de aprensión (alguna hasta de odio) con unos congéneres a los que intuíamos más que como tales, como fuente de contagio o, en el mejor de los casos, como rival al que disputar el último pack de doce unidades de papel higiénico.

- También es verdad que todo ese recelo rayando lo sociópata se compensaba con el buenrollismo almibarado de los balcones. Empezamos con los aplausos (confieso que más de una vez, en mi caso, con lágrimas en los ojos). Seguimos con los bingos y las verbenas que empezaban con el Dúo Dinámico, seguían con el himno del club de nuestros amores y se extendían a veces hasta el alba según se iba creciendo el o la pinchadiscos del bloque. Qué sorpresas nos llevamos al descubrir las facultades faranduleras de aquellos vecinos que parecían tan sosos. Seguro que aunque no lo digan en voz alta, algunos añoran esos días en que fueron los animadores del barrio.

- Pero no quiero frivolizar. Todo eso ocurría mientras cada jornada recibíamos el parte letal en una comparecencia de prensa con, por lo menos, tres uniformados. Hubo días con hasta setecientos muertos. De los que consiguieron sobrevivir, muchos siguen hoy con graves secuelas. Eso, sin contar con todos los que, habiéndole dado esquinazo al bicho, han sufrido o sufren sus muchísimos otros efectos colaterales en lo sanitario, en lo económico, en lo social o en lo más íntimo y personal. Seis olas después, quizá con la séptima en rampa de salida, supongo que podemos celebrar que, pese a todo, hemos sido capaces de llegar al segundo aniversario redondo del confinamiento en una situación que se va pareciendo (aunque nunca será ya igual) a la que conocimos antes de la pandemia.