Esa chica tan dispuesta - Hagamos flashback, como en Amanece que no es poco. En el principio, un agobiadísimo Pablo Casado, recién llegado de carambola a la presidencia del PP, le tuvo que pedir un favor a su amiga Isabel Díaz Ayuso. Después de los mil y un pifostios en el gobierno de la Comunidad de Madrid (corruptos, tránsfugas, casos de cleptomanía...), todo apuntaba a una bofetada estratosférica en las elecciones de mayo de 2019. El paso a la oposición tras dos décadas de ejercer un poder séptico parecía inevitable. Tocaba poner como cabeza de cartel a alguien que, una vez consumada la debacle, pudiera hacerse a un lado sin ruido y comenzar la operación reconquista. Hacía falta alguien de la suficiente confianza para ser el saco de las tortas y regresar a la segunda fila, ya se le recompensaría más tarde con lo que fuera. Y ese alguien fue Ayuso, que en su situación de entonces se apuntaba a un bombardero o a lo que fuera menester. Lo que no entraba en los cálculos era el milagro aritmético de última hora. El PP consiguió sumar con Ciudadanos y Vox más que la izquierda y conservó el Ejecutivo.

Gracias a sus enemigos- Lo demás es, más que historia, leyenda. Aquella presunta medianía intelectual y política se fue engrandeciendo gracias, en buena parte, a decisiones casi (o sin casi) suicidas en la gestión de la pandemia. La minusvaloración que le dispensaron sus rivales fue el trampolín definitivo hasta que vio llegar su gran momento con la pifia de la moción de censura en Murcia. Ella convocó elecciones adelantadas y se merendó a los que la tachaban de fascista descerebrada. Los que ahora le han declarado la guerra sin cuartel desde nada menos que la cúpula de su partido no parecen tener en cuenta este detalle. A Ayuso la han encumbrado sus enemigos. Cada ataque contra la emperatriz de Sol se ha traducido en oleadas de simpatía popular.

Sigan, sigan - Servidor, que como saben, tiene el vicio y la obligación profesional de tomar el pulso a la prensa diestra, ha podido comprobar que la inmensa mayoría de los amanuenses beben los vientos por “la reina de la amazonas” (Pedro Jota) o “Santa Isabel de Madrid” (Zoe Valdés). Si Casado tuviera medio gramo de instinto de supervivencia o de inteligencia política, mandaría parar ya mismo el acoso y derribo de sus chisgarabises de corps contra su antigua amiga. Por fortuna para los que disfrutamos del espectáculo del PP autolesionándose, no parece que sea esa la intención. Aún nos quedan por ver con regocijo unas cuantas cuchilladas cruzadas más. Que el ritmo no pare.