ES de la opinión de que la “gente debería salir al monte a coger plantas medicinales igual que sale a coger setas” porque las plantas son mano de santo. Para un catarro, para una diarrea, para una hemorragia, siempre hay un remedio natural con la ortiga y la celidonia como plantas estrella. Con toda una vida dedicada al estudio de la naturaleza -empezó con 17 años y ahora tiene 63-, Gabriel Vázquez es el mago de la farmacia natural. Desde el barrio Ipiñaburu, en Zeanuri, asegura que “tenemos la farmacia en el jardín y en el huerto. En nuestros campos tenemos plantas conocidas y otras desconocidas pero hay casi todo lo que necesitamos. Un montón de remedios que se usaban desde siempre en los caseríos”. “Para los catarros es ideal el sauco, y sobre todo la ortiga que, acompañada de tomillo, van a librarnos de las gripes porque nos suben las defensas”, explica.
A pesar de ser todo conocimiento, Vázquez se quita importancia y asegura que “nunca se acaba de aprender todo. Como se suele decir tengo tablas”. Autor de varios libros de éxito, en sus publicaciones indica las dosis necesarias para realizar las infusiones, jarabes, ungüentos y demás preparados. “Hay que tener en cuenta las dosis. Hasta la planta más sencilla puede resultar intolerable para algunas personas”, comenta.
En el baserri Amalau ha establecido su centro logístico y desde allí dirige sus talleres de plantas medicinales. “En ellos intento recuperar la tradición, el tipo de usos y remedios que se utilizaban antiguamente y sobre todo que la gente reconozca las plantas en el medio natural. Son cursos fundamentalmente para identificarlas”. “Antiguamente en el caserío, el propio medio te proporcionaba esos recursos naturales y ahora hay gente que viene a mis talleres a recuperar ese conocimiento”, declara.
Vázquez asegura que, a pesar de la mala prensa, una de las principales plantas medicinales es la ortiga. “Es un alimento importantísimo, lleva calcio, hierro, cantidad de minerales, y además de cualidades dietéticas tiene cualidades medicinales y está en la cúspide de la pirámide”, recalca. La celidonia es otra de la grandes olvidadas. “Nuestras amamas la usaban mucho, por ejemplo, para las verrugas. Pero ahora existen empresas multinacionales de la farmacia que la están trabajando para sacar un producto para el aparato digestivo y hepático. Todo está en saber utilizarlas”, subraya, destacando la idea de que las amamas eran las grandes boticarias y las depositarias de este conocimiento medicinal.
El herbólogo también es experto en árboles sanadores, esos vecinos tan cercanos y a menudo tan relegados. “Es que los árboles tienen su energía a veces a nivel espiritual, pero en el plano de sanación también tienen cualidades y personalidad. Por eso está tan de moda los paseos por el bosque a modo de terapia. Abrazar a los árboles tiene su verdad y los antiguos ya lo reconocían, por eso pedían permiso para cortarlos”, argumenta. “El propio bosque tiene beneficios sanadores, pero cada árbol concreto tiene unas propiedades físicas, medicinales, y además unas cualidades emocionales y energéticas. El roble, por ejemplo, tiene propiedades vitalizantes. Nos incrementa la energía, nos equilibra la relación con el padre, y nos vuelve más fuertes”, aclara.