Con la llegada del verano, las altas temperaturas y los días largos invitan a disfrutar del sol, ya sea en la playa, en la montaña o simplemente al aire libre. Sin embargo, lo que muchas personas desconocen es que algunos medicamentos, al combinarse con la exposición solar, pueden provocar reacciones adversas en la piel, a veces graves. Este fenómeno se conoce como fotosensibilidad, y aunque no siempre se manifiesta, es importante saber cuándo estamos en riesgo.

La fotosensibilidad inducida por medicamentos se presenta cuando una sustancia activa reacciona con la radiación ultravioleta del sol.

Esta interacción puede producir efectos inmediatos, como enrojecimiento, picor, ampollas o erupciones similares a quemaduras solares intensas, o efectos retardados, como manchas oscuras en la piel que pueden permanecer durante meses.

Algunos antibióticos

Entre los medicamentos más conocidos por causar este tipo de reacciones se encuentran algunos antibióticos, como las tetraciclinas y las quinolonas, que suelen recetarse para infecciones respiratorias, urinarias o dermatológicas. También ciertos antiinflamatorios de uso común, como el ibuprofeno o el naproxeno, pueden provocar estas reacciones si se consumen durante una exposición prolongada al sol.

Incluso algunos medicamentos empleados para controlar la presión arterial o tratar problemas cardíacos, como la amiodarona, pueden tener un efecto fotosensibilizante.

No solo los tratamientos sistémicos pueden generar estos efectos. Algunos productos de uso tópico, como cremas o geles para el acné con retinoides o antibióticos, también pueden sensibilizar la piel, haciendo que reaccione más intensamente al sol.

Asimismo, ciertos antidepresivos y antihistamínicos, aunque menos conocidos por este motivo, también pueden causar sensibilidad solar en algunas personas.

Factores

La intensidad de la reacción depende de varios factores: la dosis del medicamento, el tipo de piel de la persona, el tiempo de exposición solar y la intensidad de la radiación ultravioleta. Por eso, no todas las personas experimentan el mismo grado de reacción, e incluso un mismo medicamento puede no provocar síntomas en invierno, pero sí en pleno verano.

Ante este panorama, lo más recomendable es estar bien informado. Siempre que se inicie un tratamiento farmacológico durante los meses de verano, conviene leer atentamente el prospecto del medicamento, especialmente el apartado de advertencias y efectos secundarios relacionados con la exposición solar.

Consultar al médico o farmacéutico también puede evitar problemas innecesarios, sobre todo si se tiene previsto viajar a zonas muy soleadas o pasar mucho tiempo al aire libre.