“Este año el Halloween de verdad se celebra la semana que viene”
bilbao- “Los tengo de corbata, hágame caso”. Quien así habla es Michael Myers, puede que nacido hace 62 años en Haddonfield, Illinois. De profesión, asesino múltiple. Desde 1978 ha protagonizado una docena de largometrajes de la serie Halloween. Lo suyo es matar de cualquier manera, con una musiquilla de fondo que ataca los nervios. “Llevo un altavoz pequeñito, metido en el bolsillo de la pechera del buzo, conectado por bluetooth con el móvil; cuando me voy a cargar a alguien, le doy al play y suena: ti-tin, tin, tin-tin-tin? Me motiva mucho”, asegura.
Dice que el Halloween de este año no ha sido tan de dar miedo como los anteriores. “Es competencia desleal con los personajes de las pelis de miedo que nos planten las elecciones generales una semana después de Halloween. No hay derecho. Si me echara a Pedro Sánchez a la cara, le diría cuatro frescas”, protesta. “Con el acongojo que producen algunos personajes de los que se presentan la semana que viene, el personal pasa de nosotros. Y, la verdad es que hasta yo los tengo de corbata”, repite Myers.
Esa máscara blanca que no se quita usted ni para ir al lavabo.
-Soy muy tímido. Desde pequeño. Ya me ponía una careta cuando mataba ranas de nene. Después, ya de mayor, me vino bien, porque asusta un huevo. La víctima se te queda petrificada. Funciona muy bien. Además, la máscara facilita que en las pelis me puedan encarnar actores diferentes sin que se note, y, además, pueden ser malos de narices, porque no tienen que esforzarse en comunicar sentimientos con la gestualidad. Me acuerdo que se presentó al casting Steven Seagal, y no le cogieron por inexpresivo. ¡¡¡Jajajajaaaaa!!!
¿A qué debemos el honor de su visita?
-Estoy a prueba en una de esas casas de escapismo que tan de moda se han puesto en Bilbao. Es un poco aburrido porque no me dejan matar, que es lo mío. Pero, en fin, hay que trabajar para llegar a fin de mes. En EE.UU. se ha puesto muy dura la cosa desde que Trump alcanzó la Casa Blanca: el tipo se ha hecho con el monopolio del negocio del miedo y los demás nos hemos quedado fuera del mercado. La verdad es que es un crack. Es una pasada cómo asusta. Escribe un tuit y se les ponen los pelos de punta hasta a los halcones del Pentágono. Un profesional. Algún día rodarán pelis de terror sobre él. Ya lo estoy viendo: Donald, The Final Countdown II.
Lo de que vista usted siempre un buzo de mecánico de taller de coches ¿Es por ir de marconi?
-Tampoco marco tanto. Pero no tiene misterio: es la ropa de faena, azul de Bergara que se decía. Buzo de cremallera, con bolsillos para la herramienta: un cuchillo jamonero de los finos, una tenaza guapa, destornillador de estrella, hacha pequeña, la rotaflex? Lo que usa cualquier asesino múltiple.
Así que por comodidad.
-Por supuesto. Esto es mucho más cómodo que lo que gastan otros. Freddy Krueger, por ejemplo, ese sombrerico de bailarín de tangos arruinado, y los guantes con cuchillas en los dedos... Vale, resulta efectista, pero a la hora de matar, no hay como el cuchillo jamonero. Y, además, piensa un poco: te entran ganas de orinar ¿Y cómo te bajas la cremallera con esas cuchillas? ¿Eh? ¿Y cómo procedes después? Muy peligroso. Nadaaa. Encima, el azul de Bergara es sufridísimo para los salpicones de sangre, vísceras y todo eso. Vas a casa, lo echas a remojar en un cubo con agua templada con unas escamas de El Lagarto, y luego se lava fenomenal. El jersey de Freddy es de punto... agua fría, Norit, frotar? Déjate. A lo práctico.
La última, una pregunta tonta. ¿Por qué mata usted?
-Se nota que no conoces a mi familia. ¿Has oído gritar a mis hermanas cuando las perseguía con el jamonero en la mano? ¡Qué alaridos! Pues así toda la vida. Les regalaban un cachorrillo: gritos. Les llamaba el noviete por teléfono: chillidos. Ya no pude más, me fui a por el jamonero. El resto es historia. Perdona un momento.
Myers sale de la tasca y camina como un plantígrado por la acera para aproximarse a una furgoneta mal aparcada rotulada con un “michael myers, se asusta a domicilio”. La trabajadora de la OTA marca ya la matrícula en su terminal electrónica. Myers saca el cuchillo y lo levanta. La trabajadora le señala con el dedo y le echa la bronca. Myers se arrodilla y suplica. La OTA es inclemente. No hay elemento que genere más pánico en las calles de Bilbao.