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“El abuelito optó por medios aéreos en casos importantes: en el 36, el Dragón Rapide y ahora, el helicóptero”

“El abuelito optó por medios aéreos en casos importantes: en el 36, el Dragón Rapide y ahora, el helicóptero”

bilbao - El Marqués de Villaverde y Señor de Meirás trasiega un pitilingorri en la Herriko de Santutxu. Viste un austriaco verde, botas de montar, pantalón de jinete y un jersey tirolés en tonos pardos. Aún porta firmemente asido en la enguantada mano derecha el misterioso maletín que llevó durante la operación de reinhumación de los restos del abuelísimo en Mingorrubio.

“Me siento cómodo en estos tan locales populares de las Vascongadas. Aunque no se lo crean, tenemos mucho en común. A mí también me procesaron por una presunta agresión a una patrulla de la Guardia Civil. Todo infundios e invenciones con tal de criminalizarme, por supuesto”, asegura Francis. “¡Fuera la Guardia Civil!”, grita el nietísimo. Y la concurrencia le corea. “Aquí me conocen como Patxi”, confiesa orgulloso mientras un joven le coloca en el maletín una pegatina de Goardia Zibila Kanpora. “Por cierto, jamás embestí con mi todoterreno a aquel coche patrulla de la Benemérita en Teruel. Y, además, no me dieron el alto. Yo creí que me estaban saludando a la manera del abuelo, saqué el brazo por la ventana y también grité: Arriba Franco”, explica. “Fue una confusión lamentable”, añade. Y pide otro pitilingorri. Doble.

Tiene usted a la prensa internacional intrigada. ¿Qué lleva en el dichoso maletín?

-En la familia siempre hemos sido muy de llevar fajos de billetes en el maletín. Porque nunca sabe uno cuándo se va a hundir el país y más vale ir con el riñón cubierto. La revolución bolchevique nunca duerme, decía el abuelito, y metía los fajos en su maletín. Tuvo varios. Y un baúl bien gordo. Bueno, pero yo confío en el Estado democrático y de Derecho y no voy por ahí con fajos de billetes de 1.000 dólares, ni volvería a ir.

¿Pero qué llevaba en el maletín?

-Mire, lo mismo que ahora. Se lo abro. Fíjese, una gloriosa bandera del pollo convenientemente plegada, un brazalete de la Falange, unas botellitas de JB que cogí del mueble bar del último hotel en el que pasé la noche, un emparedado de jamón y queso, servilletas de papel, un estuche de Viagra y unos preservativos. Es que la nostalgia me pone muy cachondo. ¡Ah! Y caramelos de malvavisco, por si me da un bajón de azúcar.

¿Qué opina del último tránsito del dictador?

-¿Qué dictador?

Su abuelo.

-Ah, ya. Perdone, pero es que en casa nunca le llamábamos de ese modo. Salvador de Occidente, Prócer de la Patria y así le decían. Menos mi abuela Carmen, que le soltaba cosas como: “Anda Comandantín, no te hagas el tonto, baja la basura y saca a pasear al perro”. ¡Buenooo, a mi abuela le cantaba una gaitaaaa! Ella era era muy de fusilar, mandar al exilio y esas cosas. Se llevaba mal con las vecinas y lo pagaba con todo el mundo. Si el abuelo quería indultar a algún arrepentido o así, la tenía que pillar recién llegada de la peluquería.

¿Me va a decir qué opina de la dichosa exhumación?

-Me sabe mal. El abuelo estaría mejor en Cuelgamuros, con toda ese gente tan simpática que le va a visitar cada año y corean esas canciones tan emotivas. Pero bueno. Qué le vamos a hacer. Me gustó que lo transportaran en helicóptero porque el abuelo siempre fue de usar medios aéreos para los momentos importantes. Fíjese, en el 36, el Dragon Rapide. Y esta semana, el helicóptero.

¿Le resultó humillante?

-No. Qué va. Al revés. Me emocioné. Cuándo andaban currando los de la funeraria pasa sacar el féretro de la cripta hubo momento en el que el capataz dijo unas palabras que me llegaron al corazón. Nunca se me olvidarán. Fueron: Atentos, un, dos, tres, arriba Franco, euuuuuup. Y todos gritamos: ¡¡Arriba!! Perdone, que me emociono al recordarlo.

Entiendo. ¿No le avergüenza su apellido?

-Lo confieso: sí me avergüenza. Polo es un apellido raro. Cada vez que volvía de las vacaciones, los camaradas de la universidad me decían: “Venga, cuenta algo, cuéntanos los viajes de Franco Polo”. En las fiestas me tocaba barra de todas todas, y me pedían Licor del Polo. Fue un sinvivir. Muy duro.