Estación genuina de la Belle Epoque
La Estación de la Concordia ganó su nombre por un acuerdo sellado en un almacén, muy cercano a la plataforma desde la que se bombardeó Bilbao en tiempos carlistas, años antes de que llegase a esa orilla el Transcantábrico
CUALQUIERA diría que se avecinaba un pandemonio. No en vano, una de las principales inversiones del siglo XIX en Bilbao ocurrió en 1857 cuando se creó la compañía del Ferrocarril Tudela-Bilbao. La inversión movilizó un gran volumen de capitales de numerosas familias bilbainas y cuando unos años después la compañía suspendió pagos, el hecho causó desolación en Bilbao y numerosas tensiones entre los inversores. Había que buscar un punto de equilibrio, una comunión entre cada una de las partes. Parecía un imposible cuando se invocó una reunión general, a celebrar en un almacén de la compañía ferroviaria junto a la estación. Las diferentes posturas echaban humo.
Y cuando empezó una batalla campal, fruto de las posturas y los intereses contrapuestos, estalló lo inesperado: ¡un acuerdo! Fue tanta la sorpresa, tan grande y noble la negociación, que en recuerdo a este acontecimiento, a los terrenos adjuntos al viejo almacén, donde no hubo arrebato de tango aunque se cantasen las cuarenta mil y un veces, se les denominó La Concordia.
Esos son los orígenes de uno de los rincones más hermosos de Bilbao, con un nombre que no le va a la zaga. El primer paso para el establecimiento de la estación de La Concordia fue el de la adquisición de una parcela de 1.539 metros cuadrados, operación realizada el 19 de febrero de 1894, a los que se sumaron otros 3.171 cedidos por la Compañía del Norte a cambio de la construcción de los muros de contención de su nuevo patio de coches. Por tanto, la superficie disponible ascendía a un total de 4.710 metros cuadrados.
En marzo de 1896 se emprendieron las obras de construcción de la estación. Las vías de la nueva terminal se dispusieron sobre un amplio puente de estructura metálica bajo la cual se estableció el vestíbulo, de forma análoga a la de algunas estaciones de Berlín dispuestas también sobre viaductos. Esta estructura, al igual que el resto del ramal, fue diseñada por el ingeniero Valentín Gorbeña y sus obras estaban prácticamente concluidas en el verano de 1898. El remate final de los trabajos fue la inauguración, el 8 de enero de 1902, del busto al empresario Víctor Chávarri. Esta escultura, realizada en homenaje de quien había sido el principal promotor del ferrocarril de Santander a Bilbao, sigue presidiendo el andén de salidas.
Junto a la gran estructura en puente, el aspecto más destacado de la estación de La Concordia es la elegante fachada con la que Severino Achúcarro cerró las instalaciones sobre la céntrica calle Bailén. Ésta se divide en tres partes, a la primera, que es la que se extiende en paralelo al viaducto, le corresponde una fachada tripartita y simétrica, cuyo vano central, realizado en acero y vidrio, está coronado por un elegante tímpano semicircular. A sus lados se levantan dos cuerpos de sillería rematados con sus respectivos frontispicios.
La estación está situada en el borde del nuevo Ensanche bilbaino al borde de la ría del Nervión, elevada sobre la misma mostrándose como un balcón sobre el entonces núcleo central de Bilbao, el Casco Viejo también. Este mismo punto había sido elegido por la artillería carlista en el asedio a la ciudad en la última de sus guerras.
La idea original fue crear un tren turístico, emulando al mítico Orient Express, que recorriese las vías de Feve en el norte de España. La gran peculiaridad de aquel tren es que, a diferencia de los demás trenes turísticos, circulaba por vías métricas, con un ancho de vía especial que permite al tren circular por parajes a los que los trenes de ancho de vía normal no pueden acceder. Así se describe el trayecto del Transcantábrico, un tren que hubiese hecho las delicias de Agatha Christie.
Viene al caso la mención porque la Estación de La Concordia es puerto de salida y estación de término de quienes deseen subir a bordo del Transcántabrico en Bilbao. El fabuloso tren inició su andadura el 30 de julio de 1983 con un viaje inaugural entre La Robla y Cistierna, en León. Su composición original era de tres coches salón Pullman construidos en Reino Unido en 1923 (pub, bar y salón), cuatro coches cama de literas, un furgón generador y un coche de servicio para la tripulación.
En contraste con esta estructura de estilo ecléctico, el cerramiento del tramo de la estación emplazado sobre el terraplén de acceso al viaducto se remata con una logia de columnatas de estilo clásico desde la que se puede contemplar una de las mejores vistas sobre Bilbao. La estación de La Concordia mantuvo su fisonomía original hasta el año 1977, fecha en que fue sometida a una modernización en la que la estructura del viaducto quedó oculta bajo un recubrimiento mediante placas de mármol realizado al gusto de la época. Asimismo, se sustituyeron las marquesinas originales en voladizo por una nueva estructura metálica que cubre la playa de vías.
En 1992, la estación experimentó otra reforma, en la que se recuperó el esplendor original del vestíbulo. La última actuación de envergadura fue la realizada en el año 2007, que se tradujo en la apertura de una nueva fachada acristalada a la calle José María Olabarri y el saneamiento general de las instalaciones.
Es contigua a la estación de Abando-Indalecio Prieto, donde llegará el AVE, formando parte de su sistema intercambiador de transportes desde hace décadas; de hecho, es la estación más veterana del complejo, que en su origen también englobaba a la antigua estación de La Naja, situada bajo ella. Además, como ya está dicho, es cabecera o estación intermedia de los itinerarios del Transcantábrico.
El edificio singular de estilo modernista es una de las joyas arquitectónicas de la villa. Su fachada y característico rosetón son, junto con el Teatro Arriaga, puntos referentes de la zona de El Arenal bilbaino, y está considerada como uno de los patrimonios más genuinos del Bilbao de la Belle Epoque. En 2007 acabaron las obras de renovación de la estación, que han dado un cambio total al interior de la misma. También se restauró su fachada principal y se arregló el acceso a la estación de Abando-Indalecio Prieto. En un futuro, con la reforma integral de esta última, se prevé que deje de ofrecer servicios ferroviarios (que serían reubicados en la nueva terminal), quedando el icónico inmueble libre para otros usos aún por definir. Usos para mañana.
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