UNA y otra vez, a lo largo de los tiempos la discusión sobre su paternidad, su génesis y su origen salta en una discusión de taberna, en un arrebato y un “sé de buena tinta que...” Les hablo del origen del Kalimotxo, sobre cuyo bautismo (el nombre, quiero decir...) parece haber consenso: los soportales del edificio Etxetxu, allá en el Puerto Viejo de Algorta, en 1972. Iremos luego a esa fuente pero también parece acreditado que la mezcla surgió 70 años antes. En 1904 muchos inmigrantes italianos llegaban a Nueva York con garrafas de Chianti, un vino muy prestigioso hoy en día, pero que por aquel entonces no era más que un vino de mesa y familia. Aquel nieto de la vid soportaba muy mal el viaje en barco y por eso llegaba casi siempre en malas condiciones. Para salvarlo decidieron mezclarlo con un líquido que se estaba empezando a poner de moda y llevaba el nombre de Coca-Cola. Aquella mezcla no disponía de un nombre concreto, pero se podría decir que aquellos italianos emigrantes que zarparon en busca de una nueva vida ya bebían eso que pueden llamarse el proto-Kalimotxo.
Subamos a bordo de la máquina del tiempo para llegar hasta el puente tendido entre los siglos XVII y XVIII cuando la población del pequeño enclave de Algorta, dedicada a las actividades relacionadas con la mar y a la pesca de bajura en pequeñas embarcaciones, ganaba importancia gracias a que las particulares condiciones físicas y meteorológicas del puerto del Abra hacían necesaria la contratación de los expertos lemanes que ayudaban a los barcos que se dirigían al puerto de Bilbao para que no encallasen en la barra de los arenales que se formaban en la desembocadura de la ría a la altura de Getxo y Portugalete.
Con el crecimiento de las actividades marítimas del puerto, los marinos de Algorta crearon un organismo que las regulara: la Cofradía de Mareantes de San Nicolás de Algorta. Esta cofradía, con el mayordomo al mando, protegía la contratación de los marinos de Algorta, regulaba el buen uso de los recursos naturales del Abra y la venta, y establecía medidas higiénico-sanitarias en el puerto. Numerosos estudios atribuyen la edificación de Etxetxu en torno a 1612 y los vecinos se han admirado, desde tiempos inmemoriales, con un hermoso reloj de sol que miraba al mar, tierra de vigilancia para sus primeros ocupantes.
El Etxetxu tenía sobre sus soportales un balcón alargado, hoy desaparecido, que en los últimos años fue la vivienda de la Pipi (Mari Cruz Esesumaga), vendedora de pescado, así como una rústica luminaria cuyo brazo terminaba en un plato de hierro esmaltado con una solitaria bombilla de 60 w. Tras el Etxetxu se puede ver la casa denominada Periziena-barria (1796), que en aquella época disponía de unos miradores espléndidos.
Descorchemos la historia. Al parecer la cuadrilla protagonista en esta historia se llamaba Antzarrak y cuentan que para celebrar las fiestas del Puerto Viejo de Algorta compraron 2.000 litros de vino tinto a una bodega de La Rioja a 16’50 pesetas el litro. Las fiestas, como es bien sabido, sucedían en pleno verano por lo que el sol estropeó todo el vino dejándolo imbebible.
Digamos que era sábado, 12 de agosto de 1972, a las cinco de la tarde, cuando fue concebido el nombre. Es conocido que años más tarde la palabra Kalimotxo fue registrado por una conocida marca de refrescos para su uso mundial, por lo que la propiedad jurídica del mismo les pertenece, por una usurpación, totalmente legal, aunque no autorizada por sus creadores. Hay que reconocer que en diversas latitudes la bebida gasta otros nombres. Así, en Argentina se le llama rocanrol, heavy metal, cascarudo o emperador; en Brasil, vinhoca; en Chile, jote, licor de ave o tincola, y en Uruguay, por ejemplo, vino cortado.
El bar de Antzarrak había sido instalado por el servicio municipal de obras en el Etxetxu, y consistía en una barra de madera que atravesaba longitudinalmente la parte baja de unos 40 metros cuadrados partiendo la lonja por la mitad. Alguien había dejado unas cajas metálicas donde poner las bebidas a refrescar. Al parecer, a mediodía aparecieron los primeros txikiteros. Pidieron unos vinos, pagaron y se fueron casi sin catarlos. Preguntados por qué dieron su respuesta: el vino estaba picado. Un médico confirmó que no era malo para la salud, sino simplemente imbebible. Otros sugirieron que con alguna mezcla quizá no se notara el mal sabor.
Ya se intuía el nacimiento del kalimotxo. Los organizadores prepararon mezclas con varios refrescos, realizaron sucesivas catas y ¡zas! los txikiteros confirmaron que con coca-cola no se notaba, por mucho que la mayoría de ellos, por razones estrictamente culturales, aborrecían la Coca-Cola. Alguien lo advirtió: no es ninguna novedad, “esto se llama Rioja libre”, aclarando, eso sí, que era una bebida muy minoritaria, sólo de señoritos de Bilbao y particularmente “de agentes de cambio y Bolsa”. En busca de una salida ante los aprietos, los organizadores, según recuerdan los presentes, decidieron buscar un nombre de fantasía que resultase tan atractivo como Clark Gable. Era un órdago a la grande.
Dos horas después de darle al magín no aparecía la palabra impactante. Quien si apareció fue, según cuentan, un chico de Erandio, al que algunos conocían, apodado Kalimero. Empezaron a hacer malabares con el apelativo. Alguien dijo que la persona en cuestión era bastante fea y otro dijo que en euskara feo se decía motxo. Una segunda versión asegura que en escena apareció otro parroquiano bautizado como Motxongo. Fuese como fuese, seguían con el cóctel de combinaciones hasta que surgió una palabra sin significado: kalimotxo. ¡Ya tenían el nombre! Tras calcularse que para obtener la mezcla idónea había que llenar dos botellas por cada botella de vino, y darse de bruces con los problemas de la logística, le comentaron al director de la planta de Norbega, señor Lliró, que Don Martín, el cura, había pedido encarecidamente que se redujera el riesgo de borracheras, dado que eran las primeras fiestas que podían tener una asistencia importante y la existencia de borrachos dañaría la imagen de las fiestas. Era mentira pero lograron su adhesión. Nacía la pócima de la eterna felicidad.