bilbao - El Mundial de Fútbol está a la vuelta de la esquina, se inaugurará el jueves 14 en Moscú y desde muchos puntos del planeta se vive con preocupación el auge de los ultras en este país. El periodista Antonio Pampliega ha querido investigar qué hay detrás de estos movimientos que han conseguido poner los pelos de punta fuera de casa, como sucedió con los incidentes ocurridos en Bilbao en el partido que enfrentó al Athletic con el Spartak de Moscú. Este es el punto desde el que arrancará El otro lado del Mundial dentro de la serie documental Pasaporte Pampliega.

Ha decidido que este especial sobre las actuaciones de los ultras rusos comience en Bilbao.

-Sí, en el partido en el que falleció un ertzaina y lo que queremos es seguir a esta gente; si la lió en Bilbao, ahora nosotros queremos ir a su terreno a buscarlos. Queremos entender de dónde proviene esta violencia y por qué se manifiestan de esta manera.

¿Cómo ha conseguido llegar al punto donde late la violencia de los ultras rusos?

-Hemos hecho mucha investigación, investigación también a través de redes sociales, de foros; ellos están ahí muy activos. Localizamos a varios y viajamos a Moscú y a San Petersburgo.

¿Son asequibles a los medios de comunicación?

-Bueno... Pero nos informaron cómo funcionan las peleas clandestinas. Los fines de semana, a las afueras de Moscú, en los bosques hacen clubes de la lucha. Practican artes marciales y prácticas paramilitares. Se preparan para luego implementar estas preparaciones en lugares como Marsella o Bilbao.

¿Por qué son así? ¿Por qué utilizan esa violencia?

-Por cultura y por sentimiento de inferioridad; todos ellos se excusan en que la nueva Europa odia a Rusia y tiene miedo a Rusia. Se preparan para defenderse.

Violencia ligada a la palabra cultura no tiene ningún sentido.

-Sí, tienes razón, pero ellos entienden que su cultura está ligada a la violencia. No es una violencia que nació en Bilbao, viene de los años 80 cuando los ultras rusos quedaban a la salida de los estadios para matar gente. Hemos entrevistado a ultras veteranos, pero también a unos chicos que tienen entre 16 y 20 años.

¿Tiene algo que ver con el fútbol lo que está contando?

-Creo que es lo de menos, pueden ir a animar a su equipo, el que sea, pero lo que a estos ultras les pone es lo que viene después de los partidos, los enfrentamientos con los otros aficionados. Después del partido pueden irse a cazar hinchas de otros clubes o también homosexuales, uno de los colectivos más perseguidos por esta gente.

¿Qué va a ocurrir durante el Mundial, que comienza el jueves de la semana que viene?

-Una de las cosas que hemos sacado en claro haciendo este reportaje es que los ultras rusos están bajo la lupa y la atenta vigilancia de las Fuerzas de Seguridad. Putin se está jugando mucho de cara al exterior. Durante el reportaje, la Policía rusa nos acabó interviniendo el material...

A eso se le llama libertad de expresión.

-Nos hacen ver que no están contentos con el trabajo que estamos haciendo. Mostramos una realidad que ellos no quieren que se vea. ¿Qué va a pasar a partir del día 14? Mi sensación es que los ultras rusos van a estar bastante tranquilos, todo dependerá del comportamiento que tengan los ultras franceses, británicos y alemanes. Si éstos provocan a los rusos, seguro que hay respuesta.

¡Qué panorama!

-Ellos han dicho que sobre todo van a defender a su país, que no son fascistas, que son nacionalistas. No tienen intención de hacer nada, Putin les ha atado en corto.

¿Va a tener más recorrido ‘Pasaporte Pampliega’?

-Hemos grabado otros dos. Uno en la Ciudad de los Cabos (México). Es el lugar más violento con 422 muertes en un año, teniendo en cuenta el índice de población el ratio sube mucho. Esta ciudad está dominada por los cárteles de la droga. Se están matando todos los días en la calle, no había semana donde no hubiera cinco o seis muertos.

¿Es tan intenso el tercer reportaje que han grabado?

-Hicimos otro en Medellín, vine el domingo de grabarlo, estuvimos buscando a los sicarios que vienen a España a asesinar. Los niños actuales quieren ser Pablo Escobar o Popeye (su sicario de confianza), se dan cuenta de que estudiando no consiguen nada.

Secuestrado en Siria durante 300 días, ¿no le gustaría un periodismo un poco más tranquilo?

-Mi madre dice que no he entendido nada. Estos reportajes, si los comparo con ir a zonas de guerra, son diferentes. En México sí pasamos miedo, allí te enfrentas al cartel de Sinaloa, esa gente te secuestra y eso supone acabar despiezado por algún hijoputa. En una guerra sabes dónde están los frentes de combate, allí no.

¿Ha dejado muchas cicatrices el secuestro que sufrió?

-Demasiadas.

Escribió un libro, ¿expulsó a sus demonios?

-Escribí el libro para que la gente supiera qué había pasado y no me preguntara.

¿Siguen doliendo esos 300 días?

-Mucho, pero hay que seguir.