cUENTA el cineasta libanés Ziad Doueiri que hace varios años mantuvo una discusión con un fontanero, muy irrelevante, pero que dio paso a un cruce de insultos entre ambos. A los pocos días, avergonzado por su actitud, acudió a la empresa de fontanería para disculparse ante el empleado. Pero su jefe le informó que aquel incidente había sido uno de los motivos para despedirle.

Doueiri no dudó en asumir su defensa por despido improcedente, pero además encontró el material para el guion de El insulto, la cuarta película del libanés. El filme se estrenó en el festival de Venecia en sección oficial, además de haber sido nominada a los Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa. Asimismo, el año pasado El insulto recibió otros reconocimientos como el premio a mejor actor en Venecia, el del público en el Seminci de Valladolid y fue nominada a mejor film extranjero en los Premios David di Donatello.

Es así como el director ha construido un drama judicial, ambientado en el Beirut de hoy, que narra la historia de tribunales entre Toni, un libanés cristiano, y Yasser, un refugiado palestino. Mediante las heridas secretas y las revelaciones traumáticas, el circo que crean los medios de comunicación que informan sobre el caso pone al Líbano al borde de un estallido social, obligando a Toni y a Yasser a reconsiderar sus vidas y prejuicios.

Sobre la pregunta de por qué se ha lanzado a por un filme ambientado en una sala de juicio, Doueiri señala que este género permite “tener un lugar único en el que se enfrentan dos antagonistas, en un enfrentamiento cara a cara. En cierta manera es una variación del western, pero en un ambiente cerrado”.

Dos bandos, sin buenos ni malos Criado en una familia de abogados y jueces, Doueiri se sirve del hilo conductor del juicio para abordar la historia de la Guerra Civil del Líbano y el precio que tuvo que pagar cada bando, siempre sin decir “aquí están los buenos y aquí están los malos”, ya que a ojos del cineasta, eso “es imposible”.

Durante el metraje, ambos protagonistas muestran cómo han padecido grandes ataques a su honor y a su dignidad, a la par que se culpan entre ambos por ello. Es por ello que la película se convierte en una búsqueda de la dignidad. “El insulto es totalmente optimista y muy humana. Muestra los caminos que se pueden recorrer para alcanzar la paz”, señala Doueiri.

En este recorrido, las mujeres desempeñan un papel muy importante: “Imaginemos si un día las mujeres gobernasen el mundo árabe”, plantea el director. Es una de las pespectivas que ofrece la película, ese punto de vista femenino. “Las mujeres aceptan muchos más matices. Tienen inteligencia y nos permiten alcanzar un equilibrio”, comenta el director y guionista del proyecto, para añadir que en el largometraje “las mujeres toman el control de la situación para poder moderar, para conseguir superar la situación”.

dimensión universal Pese a reflexionar sobre la Guerra Civil libanesa, Doueiri cree que la película tiene una “dimensión universal” ya que “Yasser y Toni podrían tener cualquier nacionalidad y podrían ser de cualquier país”.

Reivindicando de nuevo el optimismo y la humanidad del filme, el director opina que la película muestra que “hay una alternativa a los conflictos si se toma el camino de la justicia y el perdón”. Porque si bien la guerra en el Líbano concluyó en 1990 sin ganadores ni perdedores y todo el mundo fue indultado, “la amnistía general se convirtió en una amnesia general -concluye Douei-ri-. Y no puede haber una regeneración, una caración nacional si no nos enfrentamos a esos problemas”. Para todo ello, El insulto entre ambos protagonistas será solo un detonante.