Bilbao - En una de las paredes del estudio donde Josué trabaja -en según que días de sol a sol y en otros algo más sosegado...- puede leerse, escrita a mano, una frase de Saramago: “Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre. Eso somos nosotros”. Quizás por esa indefinición del ser humano y porque su lenguaje no pertenece al mundo de las palabras (“me expreso mejor con las imágenes”, asegura), Josué Pena recibe la entrevista con un punto de recelo. “No sé si sabré decirle...”, comienza. ¿Será por eso que descorcha una botella de Albariño para la charla, que se escuda en su exposición que hoy reluce en la galería Vanguardia...? No lo creo. Escuchándole, su verdad fluye. Tanto como sus pinceles. Al fin y al cabo, lleva 24 años dando clases.

¿Qué cuesta más domar: a la imaginación desbocada o a un alumno díscolo?

-Es más fácil controlar al aprendiz que a la imaginación que, como decía Picasso, tiene que pillarte dispuesto y en el taller.

Imaginemos, entonces, que soy uno de esos que empiezan ¿Qué llevo, qué hago?

-A los alumnos les digo que solo tienen que traer voluntad. Empezamos con un bloc de dibujo y lápices, pero sin goma de borrar.

Oiga, que yo...

-Que se vean los fallos. Cuanto antes los ves, antes los corriges. Y además, me interesa que se vea por otras razones.

¿Cuáles?

-Se aprende del error en todo en la vida. Bendito sea el error porque de ahí se saca más que del acierto.

Pongámonos ante un lienzo en blanco: ¿tiembla?

-No, pero nunca sabes cómo acabará el cuadro que empiezas, es como un juego: sabes las reglas al comenzar pero no cómo acabará la partida. Hay un cambalache de sumas y restas. Ya cuando coges un bote de pintura descartas un sinfín de colores.

¿Y le pesa lo que deja atrás?

-Hombre, piense que uno trabaja al 30% de lo que podría porque no tengo 30 discípulos, como los talleres de antaño. Pero tampoco me interesaría algo así.

Pero así pierde notoriedad

-Un amigo que tiene obra mía me recuerda que me haré famoso cuando esté muerto, que cuando muera se revaloriza mi obra.

¡Joder!

-La filosofía, la teología... Tenemos la tendencia a relacionarnos con la muerte y el arte es una forma de huir de ella, el arte es vida.

En ocasiones el pueblo, cuando el arte no es figurativo cien por cien, se siente estafado.

-Ya. Falta conocimiento y gusto estético, eso es algo que hay que educarse, como el gusto por el vino. Cuando uno lo prueba por primera vez hace ¡puag! y poco a poco se educa el paladar.

¿Cómo lo hizo usted?

-Mi padre trabajaba en La Naval. Cuando llegaba el fin de semana, me llevaba al museo de Bellas Artes de Bilbao los sábados. El domingo íbamos al monte, a por setas. Y educas la observación.

¿En el monte también?

-Hay gente que ve un árbol y solo ve un puñado de mondadientes, a eso me refiero.

¿Sueña en grande?

-Me gusta ir a por metas pequeñas. Primero consigues una, luego otra... Si te las pones muy altas, la depresión por no llegar es grande.

Si yo descarto un cuadro suyo porque no pega con el sofá de la sala...

-Es todo un desafío, claro que sí. Intentaré darte lo que quieres, pero sin renunciar a ser yo.

pintor vasco