ZARAUTZ - Convence con sus platos, con su palabra en la televisión y con sus libros; como el buen turrón vuelve siempre en fechas cercanas a navidad con un libro de recetas y técnicas para conseguir que sean como él dice: “Ricas, ricas y con fundamento”.

Usted y sus libros son como el turrón o las muñecas de Famosa, siempre vuelven por Navidad.

-Ja, ja, ja? Es verdad. Fíjate un poco y verás que tengo el pelo como ellas. Siempre vuelvo por Navidad. Mira, llegue a Zarautz hace 50 años, vine solo y ahora somos 27 contando también a mis hijos, a las nueras y a los nietos.

Se les puede poner un título de película, ‘la gran familia’.

-Me gusta ese título. Da gusto, no me sobra ninguno. Los domingos nos juntamos todos menos los hijos que están trabajando? Pero están las nueras, ellas me comen muy bien el marisco, cuando llevo nécoras, quisquillón...

Vaya, tienen morro fino.

-Sí, son muy finas. Las quiero mucho, estoy agradecido, cuidan bien a mis hijos y nietos.

Le veo muy sentimental.

-Soy un sentimental, ja, ja, ja? En serio, la familia para mí es muy importante y estoy muy orgulloso. Estoy encantado de la vida que tengo.

Quejarse no puede, tiene fama, es querido, ha ganado mucho dinero y el año que viene cumple 30 años en televisión.

-Me siento querido, es cierto; que me conocen también y lo del dinero?

¿No es verdad?

-Sí, pero siempre lo he invertido, el restaurante, una escuela de cocina, el tema de la pelota, hacer txakoli? Alrededor de todo esto y de los programas, hay muchos puestos de trabajo.

Lleva tres décadas enseñando a cocinar desde la televisión.

-Es impresionante, a mí me llama mucho la atención llevar tanto tiempo. Creo que a la gente también.

Significa que ha convencido a varios millones de espectadores.

-No solo a los vascos y a los españoles. Yo empecé en ETB, fue la cadena que abrió las puertas a otro mundo; hay muchos sitios en Sudamérica en que me conocen. En Argentina, Uruguay, Venezuela o México tanto como aquí. Cuando voy por alguno de estos países me quedo alucinado: “Arguiñano, Karlitos, ¿qué hacéis?”, me dicen.

¿No le agobia a Luisi, su mujer, tanta fama y popularidad?

-No. Es una mujer muy activa, ya se ha jubilado hace tres años, cuando dejó el restaurante, pero tiene tanta familia que siempre está echando un capote. Le gusta echar la partida, fumarse sus pitillos y jugar al golf.

¿No le acompaña, jugando al golf?

-No. Ella, en veteranos, en sénior, es una buena jugadora, lo hace todo muy bien.

Lleva muchos años de cocinero?

-Empecé con 18, tengo 69, así que llevo 51 poniéndome el delantal todos los días.

¿Se imaginaba todo lo que ha conseguido, que iba a escribir libros de recetas y que iba a atraer a Zarautz prensa de Madrid, de Barcelona...?

-Todos contentos además. Imagínate, en un día como hoy que ha llovido en cantidad, aterrizar en Bilbao es la hostia, tiene lo suyo y aún tienen que volver. Esto te da fuerzas y ánimo.

¿Qué pasaba por su cabeza cuando empezó en los fogones?

-Pensaba que había elegido lo que me gustaba y estaba muy contento con el oficio de cocinero. Había pasado por la CAF de Beasain, allí estuve desde los 14 a los 18, me gustaba mucho la cocina y decidí venir a la escuela del hotel Euromar en Zarautz, se inauguró hace 50 años. Jamás me hubiera imaginado que iba a ser tan famoso o que iba a triunfar en televisión, ni que iba a hacer tantos libros, y buenos libros. Ni pensaba que iba a regentar la pelota vasca con mi socio Iñaki Gurrutxaga.

Le apasiona la pelota, ¿no?

-Claro, todos los fines de semana veo un partido en vivo. Es el único deporte que se juega en Euskadi y España que no es importado. Tengo una bodega de txakoli no comprada, hecha por nosotros; tengo la escuela Aiala de cocina, este lugar donde tú y yo estamos hablando? Es un orgullo para mí todo esto, poder contarlo, pero nunca me lo habría imaginado.

Siempre habla del dinero que ha ganado, ¿también ha perdido?

-Sí, con las motos he perdido bastante. Pero no me puedo quejar, he ganado un buen dinero con el que he podido pagar el Arguiñano, parte de la bodega de txakoli, esta escuela, la casa donde vivo, he ayudado a mis hijos...

Así que la Hacienda guipuzcoana está más que encantada con usted.

-Imagino, no me han dicho nada, y seguro que me miran todas las mañanas.

¿Y no le veremos en los papeles de Panamá o similares?

-Ja, ja, ja? Parece que no, nadie me ha nombrado; en Panamá ni he estado nunca, ni tengo ganas de ir, chorizo no soy.

¿Cuchilladas entre cocineros?

-Pienso que no, celos habrá, pero no es mi caso. Tengo buenísima relación con todos, tuve mi estrella Michelin en el 86 me puse a hacer un programa en la tele y me quitaron la estrella.

¿No ha vuelto a pelear por una estrella? ¿No las ha echado de menos?

-Para nada. Alguno de los grandes cocineros, sobre todo franceses, han dejado las estrellas sin que se las quiten.

Michel Bras, el último y muy rotundo al abandonar ese firmamento.

-Sí, él ha sido el último que ha renunciado. Te someten a mucha presión; yo no echo de menos vivir así.

¿Una tiranía?

-Todo el mundo espera que hagas 20 o 30 platos diferentes cada año y que sean todos buenísimos. En el 85% de los casos, las grandes estrellas que todos conocemos en Euskadi y que son buenísimos tienen que buscarse la vida asesorando cadenas de hoteles o restaurantes.

Usted es simpático y dicharachero, ¿nunca se ha planteado la política?

-Jamás, la política es como los pañales, hay que cambiarlos a menudo porque con el uso huelen. Lo último que sería en esta vida es político.