EN 1921, Soghomon Tehlirian asesinó en Berlín a Talat Pashá, uno de los responsables del genocidio armenio. Pese a declararse él mismo culpable, Tehlirian fue absuelto por el jurado, quien durante el juicio respondió negativamente a la pregunta del juez de: “¿Es Soghomon Tehlirian culpable de asesinar a Talat Pashá?”.

Según Robert Guédiguian, director de Una historia de locos, lo que el jurado interpretó es que era cupable, pero no responsable de la muerte de Pashá. El cineasta comienza con este juicio su último largometraje, prólogo especial de una historia centrada en el genocidio armenio y sus consecuencias, una narración que trata de abarcar cien años de historia.

La película parte con Aram, un joven de origen armenio que explota el coche del embajador de Turquía en París. En ese momento, Guilles Tessier, que pasaba por allí, es herido de gravedad. La madre de Aram se siente culpable y acude al hospital para pedirle perdón al herido, algo que este no entiende. Una vez recuperado, Guilles viaja a Marsella en busca de venganza, pero la familia de Aram le dará la bienvenida.

Uno de los orígenes del filme es el encuentro entre el cineasta Guédiguian, hijo de un armenio y una alemana, y José Antonio Guarriarán, un periodista víctima de un atentado perpetrado por el Éjercito Secreto Armenio en Madrid. Guarriarán quedó casi paralítico tras el atentado y para superar su situación, se documentó acerca del genocidio armenio, llegando a escribir dos libros.

Esta historia fue clave para el director, que encontró el enfoque para su película y lo tomó como punto de partida. Desde el principio optó por el formato de ficción y no de documental para este retrato del genocidio. “La mayor cualidad de la ficción es la personalización: se pueden crear personajes que el espectador jamás olvidará”, declara Guédiguian en una entrevista.

una historia para la historia El director sintió que estaba en deuda como embajador en la causa de los armenios. La negación por parte de Turquía del genocidio mediante diferentes vías y el propio desconocimiento social son dos muros a los que se enfrenta el largometraje.

A la pregunta de qué espera que el espectador conserve de la película, Guédiguian responde: “Que se emocione. Emoción etimológicamente significa poner en movimiento. Me gustaría que gracias a la emoción el espectador entendiera mejor esta historia, y ya la Historia en sí”.

Una historia de Locos está rodada en decorados naturales y auténticos, con viajes a Marsella, Armenia y Beirut. Esta decisión de no hacer uso de escenarios artificiales y ser fiel a la realidad supone también un encuentro especial con los idiomas, luz y morfología personal de cada ciudad.

El título responde a la pregunta de: “¿Qué hubiera pasado si no se hubiese negado el genocidio?”, pero también va más allá, es una misma reivindicación de la propia historia de los armenios, un pueblo diseminado que logró sobrevivir siendo fieles a sí mismos. Pero no solo este, sino que muchos de los acontecimientos históricos del pasado no dejan de demostrar que todo es una Historia de Locos.