El USS Zumwalt, el destructor más avanzado y futurista jamás construido, estaba llamado a ser piedra angular de Estados Unidos en las guerras del futuro, pero sus fallos y su elevado coste podrían convertirlo en la primera víctima de los recortes del presidente electo, Donald Trump.
Pese a que el mandatario electo ha prometido más gastos en defensa y especialmente en la Armada, su estrategia pasa por rebajar los costes de ciertos proyectos militares que han excedido el precio presupuestado, subrayando así su pregonado perfil de hombre exitoso en el mundo de los negocios. El USS Zumwalt es el mayor destructor de la historia naval estadounidense y, pese a ello, el que menor tripulación necesita: solo requiere 142 tripulantes, menos de la mitad de la dotación de un buque de guerra equivalente.
Se trata de un logro conseguido a base de automatismos de última generación a los que suma su capacidad de ser invisible a radares, ya que, pese a tener una eslora de casi 183 metros, su marca en el radar no supera los quince metros, similar a un barco de pesca. El destructor es el resultado de un programa de más de 22.000 millones de dólares llevado a cabo por General Dynamics, que comenzó en la década de 1990 con la idea de botar 32 navíos a un coste por unidad de algo menos de 1.500 millones de dólares, que ha ascendido a 4.200 millones de dólares. Solo tres semanas después de la entrada en servicio de la primera unidad en aguas del puerto de Baltimore, en octubre pasado, la Armada tuvo que suspender parte del proyecto para armar al destructor porque cada misil costaba 800.000 dólares.
Varado en Panamá En mayo de este año, una auditoría gubernamental sobre el proyecto del Zumwalt había hallado que solo tres de las once tecnologías requeridas para la entrada en funcionamiento del destructor en operaciones de ataque mar-tierra, especialmente en armamento, han alcanzado la madurez de su desarrollo. Además, algunos analistas dudan de que el Zumwalt, pensado para dar cobertura en la costa a operaciones de la Infantería de Marina, tenga la utilidad que se esperaba en el sistema de defensa actual, dado el papel preponderante de los drones o los bombardeos aéreos desde portaaviones.
Por si fuera poco, en su viaje inaugural el Zumwalt quedó varado a su paso por el Canal de Panamá, poniendo un nuevo borrón a un programa que se arriesga a ser señalado por Trump como demasiado oneroso, como ya ha ocurrido con el caza F-35 o la renovación del Air Force One, el famoso avión presidencial. Trump utilizó el ejemplo del programa del caza F-35, que quiere adquirir el Pentágono, cuyo coste -dijo- “está fuera de control”, para recordar la semana pasada que “miles de millones se pueden ahorrar y se ahorrarán en compras militares desde el 20 de enero”, día de su toma de posesión como cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos. No obstante, el magnate no quiere un Pentágono o una Armada más pequeños, sino que ha prometido más gasto militar sin especificar sus planes, que, como demuestra la historia en asuntos de defensa, suelen requerir décadas de trabajo y dotación presupuestaria.