“El do de cerdo es más meritorio que el do de pecho”
Bilbao - La vida de Jon Arretxe parece sacada de una novela y no a la inversa, como acostumbra a ocurrir con los escritores. No en vano, dejó un trabajo fijo en la universidad para dedicarse a la aventura de viajar y escribir novelas que le han inspirado buena parte de su producción literaria. Asia, África y la Amazonia han sido sus destinos predilectos, aunque en la actualidad su imaginación ha derivado hacia la novela negra. Redondea su currículo con una intensa formación musical y una singularidad en la voz, es bajo.
¿Qué se trae entre manos hoy?
-Una novela negra de la saga que tengo abierta con un personaje, Touré. Se llama Juegos de Cloaca y comienza con la procesión de la Palanca y el propio Touré que intenta matar a un nigeriano. Ahora vivo en San Francisco, para ambientarme con esa atmósfera. Y no es tan peligroso como dicen.
Lo habrán sido sus viajes... ¿Recuerda el momento “hasta aquí he llegado”?
-En la Amazonia, donde casi me comen los jaguares. Fui en avión hasta Manao y se me metió en la cabeza cruzar por un sendero con la bicicleta, pese a que me habían advertido que los jaguares se habían comido una semana antes a un japonés...
¿Y?
-A mitad del camino me salieron un par de jaguares. Pese a que llevaba petardos para ahuyentarles, me paralicé. Decidí quedarme quieto y tras quedarse mirándome, decidieron huir. No he estado más acojonado en mi vida. Ahí me di cuenta que hay que escribir las cosas cuando aún estás acojonado. Me obligué a escribir siempre al acabar el día.
Los viajes le han llenado las alforjas de historias...
-En el desierto del Sahara me pilló una tormenta de arena. Me refugié en un oasis junto a un kabil que estaba loco. Vivía rodeado de armas y al enterarse que era vasco, me pidió que le enseñase a preparar cócteles molotov para enfrentarse a los tuareg. La noche del tercer día me preguntó si no oía a los espíritus y decidí marcharme, claro.
¡Me da miedo pedirle una más!
-En Pakistán. Iba en bici y en cada valle me tiraban piedras, eran culturas muy cerradas. De repente llegué al último valle, Hunza, me empezaron a regalar flores y comida. Insólito. Era el Pakistan musulmán.
¡Ay, la religión!
-Mira, hay hijos de puta cristianos e hijos de puta musulmanes. Pero los yihadistas son una minoría. Los propios musulmanes son sus primeras víctimas. El 99% de ellos les odian.
Dejó un trabajo fijo por una vida así...
-Todo empieza por tener valor para hacerlo. Recuerdo que un día le pregunté a mi padre si prefería un hijo con nombre como escritor o un hijo bedel.
¿Y su respuesta fue...?
-Bedel, por supuesto. Era un sueldo fijo y él venía de esa cultura.
¿Qué le resulta más difícil, dar un do de pecho o encontrar un adjetivo?
-Encontrar el adjetivo puede ser difícil pero yo soy bajo y no doy el do de pecho. Doy el do de cerdo, que es mucho más meritorio. Piense que es tres octavas más bajo.
escritor y cantor de ópera