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El regreso a Irlanda de Ken Loach

La película se basa en la historia real de James Gralton, un activista y líder comunista irlandés que fue deportado sin juicio en 1933

El regreso a Irlanda de Ken Loach

EN Jimmy’s Hall, el veterano director británico Ken Loach vuelve de nuevo su mirada al pasado, a la época de la Gran Depresión en Estados Unidos y a una Irlanda todavía dividida tras la Guerra de Independencia. Si en El viento que agita la cebada, ganadora de la Palma de Oro en 2006, se centraba en la rebelión de los irlandeses contra los británicos, Jimmy’s Hall se sitúa diez años después, para ver “qué ha pasado con el sueño de independencia de esa gente”, ha explicado Loach.

La película se basa en la historia real de James Gralton, un activista y líder comunista irlandés que fue deportado sin juicio en 1933.

En 1921, el pecado de Gralton (Barry Ward) fue construir un salón de baile en un cruce de caminos rurales en una Irlanda al borde de la guerra civil. El Pearse-Connolly Hall era un lugar donde los jóvenes acudían a aprender, discutir, soñar..., pero sobre todo a bailar y divertirse. Mientras la popularidad de la sala crecía, su reputación socialista y de espíritu libre atrajo la atención de la iglesia y los políticos, que obligaron a Jimmy a cerrar la sala y huir. Una década más tarde, Jimmy vuelve a casa desde los EE.UU. para cuidar de su madre y llevar la granja familiar tras la muerte de su hermano. La sala se encuentra abandonada y vacía, y a pesar de las súplicas de los jóvenes locales, permanece cerrada. Sin embargo, mientras Jimmy se reintegra en la comunidad y descubre la creciente pobreza y opresión cultural, el líder y activista resurge en su interior. Pronto toma la decisión de reabrir la sala y afrontar lo que pueda suceder.

La Iglesia, los dueños de las tierras y el conjunto de reaccionarios de la comarca se oponen a este nido de comunistas. Al frente de todos ellos, la figura del villano de la película corresponde al padre Sheridan, que, como el puritano reverendo Shaw Moore de Footlose (1984), no ve con buenos ojos el baile. El jazz es la música del diablo para el sacerdote, un hombre que cree tan ciegamente en su visión del mundo como Gralton en la suya.

Denuncia de la intolerancia Ken Loach y Paul Laverty, colaborador habitual del realizador, defienden en este filme la necesidad de actuar, de hablar o incluso de bailar para hacer frente a las injusticias, para denunciar la intolerancia. Eso sí, director y guionista emplean en esta tarea un tono menos dramático que en otras propuestas anteriores y se centran en lo cultural como elemento político.

Jimmy’s Hall es una historia de la clase trabajadora, de “grandes personajes” a los que habitualmente no se les presta atención en el cine, que prefiere a “las víctimas y a los criminales” en lugar de una pequeña historia como la de Jimmy Gralton, alguien que existe en todas partes porque “en cada comunidad hay gente que realmente cambia el mundo”, ha señalado el propio Loach. A su juicio, el film tiene un evidente reflejo en el mundo actual, en la medida en que se están suprimiendo las disidencias y las voces críticas en una sociedad marcada sobre todo por el libre mercado.

El amor también está presente en la película a través de la relación entre el protagonista y su antigua novia de toda la vida, que no pudo viajar con él a América. A la vuelta de Jimmy, Oonagh (Simone Kirby) ya está casada con otro hombre. Una historia de amor imposible con la que Loach y Laverty simbolizan los sacrificios individuales que realizan estas personas por sus ideales.

rodada en 35 mm En un momento en el que lo digital se impone en el cine, Loach rodó y editó Jimmy’s Hall en 35 milímetros, lo que provocó una situación complicada durante la postproducción, al agotárseles la cinta que se usa para marcar el sonido y la imagen. Tras lanzar un llamamiento desesperado para conseguirla, obtuvieron respuesta desde Australia y también desde Pixar. Es lo que tiene la artesanía.