Bilbao - Visto su currículum -novelista, dramaturga y periodista entre otros asuntos de letras...- se diría que Vanessa Montfort es una muerta de hambre. No es así. "Escribir es vivir", dejó dicho José Luis Sampedro y Vanessa Montfort (Barcelona, 1975) parece dispuesta a seguir su senda. Es una mujer de verbo fluido que acaba de sorprender con su última novela, La leyenda de la isla sin voz, donde pasea, de la mano de su imaginación a Dickens y otros grandes.
¿Qué prefiere: conocer todos los secretos o descubrir todos los tesoros?
-Todos los secretos. Pero con la condición de conocerlos antes que nadie para pode contarlos. Aunque también da morbo conocerlos y no contarlos.
Habla de una sociedad llena de problemas en el siglo XIX. ¿Se miró en el espejo del siglo XXI?
-Ja, ja, ja. Algo de eso hay, sí. Me he ido al siglo XIX para hablar del siglo XXI.
¡Menuda herencia que nos dejó!
-Hoy se habla mal del liberalismo pero estaba asentado sobre el principio de libertad. Hablamos mal del neoliberalismo pero nos trajo de todo, desde la carta de los Derechos Humanos a Wall Street.
El final de esa época está siendo duro...
-Se acaba, sí. Y no sabemos qué vendrá después. Pero hay demasiada pasividad. No tenemos que conformarnos con sobrevivir, hay que vivir. Las crisis son oportunidades de cambio y hay que afrontarlas bajo el lema del sí se puede.
Algún ejemplo que inspire...
-El propio Dickens, sin ir más lejos. A los diez años trabajaba en una mina y a los 30 era una escritor de renombre. Fue capaz de reescribir su destino. Y todo gracias a la imaginación, que siempre es una buena arma.
No todo el mundo la tiene a su alcance.
- Pero sí puede acercarse a quien la tenga. Hay que buscar líderes con esa cualidad. La gente está afónica y constreñida y hay que volver a darle voz a la calle.
¿Qué podemos hacer nosotros, los pobres mortales?
-Yo creo mucho en el efecto mariposa. Un imperceptible movimiento social puede ser el comienzo de algo grande.
Así que las generaciones venideras...
-No, no. Ése es el mensaje que quieren que creamos: que nos toca sufrir para que no sufran las siguientes generaciones. Nos piden resignación pero hay que apostar por la rebeldía.
Los creadores también se rebelan contra la piratería intelectual...
-¿Cómo no? La cultura hay que pagarla. Pero eso no es nuevo. En su gira por Estados Unidos en el siglo XIX Dickens ya reivindicaba los derechos de propiedad intelectual. Él y Washington Irving. Es de lo que más me sorprendió en la investigación.
Algunas voces reclaman cultura gratuita.
-Que la de quien quiera y quien pueda. Yo ni quiero ni puedo, como esos comedores que reparten comida entre los pobres. Lo hacen por voluntad, no por obligación.
novelista, dramaturga y periodista