bilbao. Andan estos días dando tumbos como carro de mudanza, siempre de acá para allá. No en vano, las hermanas María, la gestora con un punto hippie, y Txini, la artista rebelde, Elorriaga (Matxi para el mundo del comercio...) están a un paso de dar el triple salto mortal: dejar la vieja nave industrial en Derio donde abrieron el primer taller hace diez años y bajar hasta el corazón de Bilbao (el 20 de Alameda Urquijo) para ganárselo a base de manos artesanas, buenas ideas y mejores maneras (no hay, en todo el local, una de esas máquina de tortura llamadas cajas registradoras...), originalidad en los collages, en las prendas de tull o en los bolsos-joyero y exhibiciones sobre cómo tratan el vidrio, hermanándolo con la plata. Contra lo que pudiera pensarse, no son un par de kamikazes: han trabajado para Bilbao Turismo, para el Athletic... La conversación es a tres voces, incluyendo la propia, pero dos de ellas hablan casi al unísono.

Las hermanas que trabajan unidas...

Yo estaba aburrida de trabajar en una oficina y Txini tenía un espíritu creativo que admiraba. Hasta que le dije: esto es muy bonito, muy artístico, pero hay que vender. Y nos aliamos con esa esperanza.

Artesanía en tiempos de la alta tecnología... ¡Todo o nada!

Es mentira que la artesanía esté reñida con la innovación. Se trata de no quedarte anquilosada, de ir con tu tiempo sin perder tu esencia.

Una apuesta por la creatividad sin trabajo en cadena...

Sí, claro que sí. Esté mundo necesita justo lo que se está perdiendo, lo que se elimina. Hay que ser menos monótono y más artístico y no hacer todo igual. Somos anti-multiniacionales, de eso no cabe duda. Lo personal es lo bueno.

Muestran al público su trabajo con el cristal... ¿No da miedo trabajar sin red?

Tenemos experiencia, pero es verdad que el cristal es un material muy quebradizo que limita lo que puedes hacer.

¿Cómo combatir esa barrera?

Con las curvas de calor y con la mezcla de muchas técnicas. Estoy formada en la Real Fábrica de San Ildefonso y ahí aprendes a ir templando los materiales, pero siempre tienes que recurrir a la improvisación.

¿Cómo se les ocurrió entrar en competencia con las joyerías?

No nos gusta esa palabra. Más que por la competitividad, nosotras apostamos por la alianza. Nos gusta sumar fuerzas. Y eso que veíamos que las joyerías venden cada vez un poco menos.

¿Entonces?

Nosotras vendíamos cada día un poco más en las ferias. Cuando ven el trabajo que lleva en directo, la gente no pregunta cuánto cuesta.

¿Cuánto cuesta?

Ja, ja, ja. Depende de lo que hablemos. Los anillos andan entre 45 y 185 euros, con una media de 60 euros. Tenga en cuenta que ahorramos el paso de los intermediarios.

Ven cerrar tiendas y aún así...

¿Abrir una tienda cuando otras cierran...? Alguien tiene que empezar a despertar. No podemos quedarnos a la espera, sentarnos a ver qué pasa. Y es algo que ocurre con bastante frecuencia.

Los collages que lucen esta suerte de tienda taller son de escala reducida...

No renuncio a mi faceta artística ni me gustan los grandes formatos. Desde la mano en la cueva, el arte es pequeño, íntimo.

¡Nada de pensar a lo grande!

Pensar a lo alegre, mejor. Nosotras queremos trabajar para vivir, no vivir para trabajar; no agobiarnos con lo que hacemos, vamos. Y ojo, lo pequeño no siempre es más fácil que lo grande.

Trabajan sin caja registradora... ¿tan pesimistas son?

No Ja, ja, ja. Apostamos por el trato cercano. Hoy en día la gente pide eso, el tú a tú que se ha perdido en el camino. Atendemos en una mesa, alrededor de un café. Cosas así. ¡Ah!, y que cada persona pague lo justo, sin que haya abusos por parte de nadie.

¿Cómo hallar ese precio justo?

Pagando por la pasión que se ha puesto en cada cosa. Con eso y un punto de honradez por parte de todos, basta.

Cuentan con el boca a boca, vamos...

El cliente-creador-cliente es la relación que más nos gusta.