BILBAO. Ahora que el gélido viento que nos llega de Chipre borra hasta la risa de la Mona Lisa, ahora que cada cual se refugia en lo que sabe, en lo que tiene, en lo que puede, parece que la caja tonta se revela como el gran flotador, refugio de millones de almas que prefieren la realidad a la carta que la realidad misma. Normal, es más fácil enfrentarse a lo primero que a lo segundo. Los datos de 2012 revelan que en el Estado español la media de horas televisivas que se traga cada habitante es de cuatro y pico; el dato es superior en una hora a la media mundial. Hay estudios que apuntan más arriba (o más abajo, según se quiera mirar), y descubren que los niños de entre 4 y 12 años dedican más tiempo a mirar la televisión que a asistir a la escuela. Para más inri, la familia ve por separado sus programas favoritos y las tradicionales batallas por el mando son ya ciencia ficción.
Pocas son las cadenas que se resisten a pescar en ese océano de televidentes ávidos de un soplo de evasión, pero unas se empeñan más que otras, dejando la gatera llena de pelos y vergüenzas. Los últimos ejemplos de esta guerra nada soterrada podrían ser el anodino pero aplaudido salto de Falete y el striptease que se marcó el lunes Mercedes Milá, ambos acontecidos en la franja nocturna, la más sensible de la parrilla.
Pero Antena 3 y Telecinco libran su batalla desde por la mañana. Susana Griso y Ana Rosa Quintana se encargan, cada una a su manera, de limar distancias en los índices de audiencia. La primera opta por un programa más informativo y la segunda salpica el suyo con gloriosos momentos de cotilleo. Por la tarde, la cadena de Vasile se encomienda por completo a Sálvame, mientras que Antena 3 confía en sus series, que hasta el momento le están dando buenos resultados. La noche, de momento, es predio de Telecinco. Esta semana, el auge de la nueva edición de Gran Hermano y el derrumbe de Splash! está concediendo una ligera ventaja al canal, y todo parece indicar que repetirá liderazgo en marzo, tal y como lo hizo en febrero.
Antena 3 se impuso en enero, pero se antoja difícil que pueda remontar el mes presente. Lo están intentando, tanto con el estreno de La Biblia como con la Fórmula 1, que empujan a series ya consolidadas como Gran Hotel o Luna. A pesar del peso de la parrilla de su rival más directo, Telecinco guarda un as decisivo en su manga: las emisiones de los partidos de la selección española de fútbol, una exclusiva que durará hasta el Mundial 2014 de Brasil. La primera emisión tuvo lugar el pasado viernes y la segunda aconteció ayer.
De todos modos, parece que el vaivén de audiencias se va a quedar pequeño ante un contratiempo aún mayor: los costes de producción y contratación. Todo parece indicar que a la burbuja inmobiliaria le va a salir un hermano siamés: la burbuja televisiva. Paolo Vasile, consejero delegado de Telecinco, lo ha dicho esta semana: "lo importante ya no es la guerra de audiencias, sino la guerra de costes".