TUVO un papel esencial en la creación de Iberia e Iberdrola, construyó la Gran Vía de Madrid, fue diputado por el Partido Republicano, amigo de Alfonso XIII, héroe, sin vestir de militar, del desastre de Annual, y fabricó el mejor submarino del mundo en su época. Este personaje extraordinario, que vivió varias vidas en una, nació en Bilbao, pero la proximidad no ha impedido que su nombre haya quedado, como su batiscafo, sumergido en el olvido, perdido entre los pliegues de la Historia con mayúscula.
Al menos, hasta hoy. Esta tarde se estrena en los cines de Bilbao, Donostia y Gasteiz El último magnate, un documental que rescata la figura de Horacio Echevarrieta y asume el reto de resumir en 80 minutos la cooperación secreta entre España y Alemania en el periodo entreguerras, a través de tres perfiles fascinantes: el propio Echevarrieta y los espías alemanes Canaris y Walter Lohmann. Este tesoro narrativo, de esos que se esconden en los ángulos ciegos de los grandes acontecimientos, se lo encontró el realizador malagueño José Antonio Hergueta cuando grababa un documental sobre el hundimiento de un submarino republicano en la Costa del Sol. Le "impresionó" el personaje de Echevarrieta y contactó con sus ahora cómplices, el director holandés afincado en Pasaia Olivier van der Zee y el productor donostiarra David Berraondo.
Comenzó entonces una fase de documentación exhaustiva y extenuante: solo el Archivo de Salamanca custodia más de 200 cajas con documentación sobre el empresario vizcaino. Los directores contactaron con su familia -aún viven dos de sus hijos; José María, de 104 años, habla con lucidez en el documental- y con historiadores, como Pablo Díaz Morlán, biógrafo de Echevarrieta, y el primero en poner en valor su extraordinaria peripecia vital, ligada indisolublemente al contexto en el que vivió, que marcó sus éxitos y sus fracasos. Para dar la medida del personaje, Hergueta compara a Echevarrieta, que fue propietario del diario El imparcial, con William Randolph Hearst, el magnate que Orson Welles desnudó en Ciudadano Kane.
herencia e hiperactividad El documental arranca en un momento en que "Bilbao era la ciudad europea con más millonarios". Coinciden la I Guerra Mundial, la providencial neutralidad española y las ricas minas vizcainas, principales suministradoras de Inglaterra a principios de siglo. "Se desarrolla una enorme actividad industrial, explotando las minas y trasladando el carbón. Precisamente los dos negocios, minería y navieras, de los Echevarrieta", resume Berraondo. El padre de Horacio, Cosme Echevarrieta, hizo fortuna en apenas quince años. Esa herencia y su hiperactividad alfombraron el camino a Horacio.
De su padre también heredó el ideario republicano, lo que no obstaculizó su amistad con Alfonso XIII y ni sus buenas relaciones con Primo de Rivera en cuya dictadura, de hecho, experimentó su época de esplendor. Porque en la I Guerra Mundial afrontó los primeros contratiempos: le hundieron tres barcos, intuyó que los astilleros son mejor negocio que las navieras y compra uno en Cádiz.
El tiempo de los apuros terminó con un episodio peculiar: su gestión para la liberación de los rehenes del desastre de Annual. Abd el-Krim, presidente de la República de El Rif, aniquiló al Ejército español. Murieron entre 10.000 y 12.000 personas y los que sobrevivieron, unos 300, fueron hechos prisioneros. La pirueta histórica es que la única persona en la que confía Abd el-Krim, porque en sus contactos comerciales lo ha tratado "de igual a igual", ha sido "honorable", es Echevarrieta, explica Van der Zee. El empresario vizcaino desembarca solo en la playa con cuatro millones de pesetas en monedas y consigue liberar a los retenidos. "Lo recibieron como un gran héroe", apunta el realizador.
En este periodo se cimentó su época dorada, ejemplificada en el Juan Sebastián Elcano, un barco que roza la excelencia. Pero la ola vuelve a romperse para estrellarse contra las olas. Su última aventura, la más ambiciosa, construir el mejor submarino del mundo aliado con el espionaje alemán, acabó por destruir su imperio. Elaboraron el prototipo de los astilleros de Cádiz, pero cuando lo quiso vender, tras el crack del 29, ningún país quiso comprarlo.