Hablaba el recordado Andrés Montes en sus televisivas transmisiones de madrugada de la sonrisa del jugón, calificativo usado para definir al que con un balón de baloncesto entre las manos buscaba la diversión propia y ajena. En Gbessasi no saben quién es Juan Carlos Navarro, ni Javi Salgado, ni Aaron Jackson, pero en unos meses la aldea se ha llenado de jugones, de chicos y chicas dispuestas a pasarse un balón, a botarlo, a lanzarlo hacia las canastas que han fabricado en ese pueblo del norte de Benin gracias a la iniciativa impulsada por la Fundación Alaine, la Fundación Bizkaiabasket y la Federación Vizcaina.

La campaña solidaria Balones para Benin que arrancó con la esperanza del primerizo y toneladas de ilusión a finales de 2010 ha dado como resultado la construcción de una cancha de baloncesto y, con ella, la creación de trece equipos que, con los rudimentos de este deporte recién adquiridos, ya piensan en participar en competiciones escolares en esa zona centroafricana.

A finales del pasado mes de julio se inauguró ese particular y modesto Bilbao Arena que los artesanos del lugar han puesto en marcha con sus propias manos. Desde Bizkaia les llegó el apoyo técnico y algunos medios materiales como las equipaciones de juego y los balones, pero la ilusión estaba allí, donde solo había una parcela de tierra seca y ahora ha florecido flamante y emocionante una superficie sobre la que soñar con ser como esos jugadores que los chicos y las chicas de Gbessasi no conocen, pero que ahora pueden aparecer en su imaginación.

La Fundación Bizkaiabasket, mediante distintas actividades solidarias llevadas a cabo durante todo 2011, recaudó los fondos para transportar la felicidad hasta Gbessasi. Donde ahora los niños y niñas juegan y se divierten, donde los padres son felices viendo a sus hijos felices con ese juego desconocido para ellos y donde los que trabajaron en la construcción de la cancha presumen con orgullo de su obra. Un balón de baloncesto pasa de mano en mano. La mayoría a pies descalzos corren y saltan en busca del aro y de la felicidad. Los equipos visten de rojo y de blanco y lucen junto al corazón la palabra Bizkaia. Y sonríen, y hacen sonreír al público muy atento y nada crítico que rodea la cancha, como los mejores jugones de la calle.

deporte y educación No hay marcadores, solo unas pocas normas, no hace falta más. El baloncesto se desnuda y se convierte en una herramienta educativa, en un complemento a las aulas que están justo al lado de la cancha. La Fundación Alaine ayudó en su construcción, lo mismo que a la de otros centros de enseñanza y la maternidad ubicados en la misma zona. Esta modesta ONG sigue actuando en Benin y planea levantar una escuela de primaria y una pequeña biblioteca en el poblado de Bougou. También tiene planes en Guatemala donde quiere edificar un Centro de Acogida para niños abandonados en la localidad en Patzún y pretende abrir una cartera de proyectos para Togo, país vecino a Benin.

En cuanto al baloncesto, la Fundación Bizkaiabasket trabaja para repetir la experiencia en Kalalé y, cuando esa segunda cancha sea realidad, las sonrisas se multiplicarán. Quizás hasta se pueda montar un derbi vizcaino. Mientras tanto, queda claro que los sueños se cumplen, que "no importa los caminos que haya que recorrer para que todos los niños del mundo puedan sonreír". Basket en Gbessasi es el título de un muy recomendable video colgado en Youtube que alienta este lema y muestra la pequeña gran conquista de la Fundación Bizkaiabasket en Benin. Parecía difícil llegar, pero se ha conseguido con el esfuerzo de mucha gente.