bilbao. Joseba Gardeazabal fue el primer director de la serie y una de las personas claves de la productora Pausoka para que esta producción viera la luz.

Volvamos la vista atrás, al origen.

Allá por el año 93, Otermin y Amatiño se fueron a Gales. Allí vieron una serie de cosas, entre ellas East Enders. Cuando volvieron a Bilbao preguntaron a varias productoras sobre la posibilidad de hacer algo similar en ETB. La gente tenía miedo, era un poco locura.

¿A ustedes, los de Pausoka, no les pareció una locura?

Hicimos un estudio y vimos que se podía hacer. Hicimos un plan de producción y gustó en la tele. No sabíamos cómo iba a funcionar. La productora y ETB pusieron los medios necesarios para que aquello pudiera ser posible.

Entonces el capítulo que grababan se emitía de forma inmediata. ¿No era mucho riesgo?

El plan consistía en rodar un capítulo al día, de seis de la mañana a tres de la tarde, y por la tarde montarlo, de tal manera que el día de Santo Tomás, por poner un ejemplo, los actores estaban comiendo txistorra en el capítulo de la noche. Lo hicimos unas cuantas semanas, pero luego cambiamos. Hacer el mismo día la grabación y la emisión era jugar con fuego.

¿Cómo montaron los exteriores dentro del propio plató?

Otra locura. Hicimos unos exteriores que no se habían hecho todavía, eran exteriores dentro de la tele. Construimos una calle, Goenkale, allí estaba el bar, el centro de Arralde. Era curioso, parecía que eran unos exteriores de verdad, pero estaban dentro de la tele. Después se fue saliendo a Orio, a Tolosa, pero al principio fue así. Me hace gracia, hablamos como si todo esto hubiera ocurrido hace mucho tiempo y no ha pasado tanto.

Casi dieciséis años.

Exacto, hay anécdotas de aquella época de las que hoy te reirías. Era todo muy artesanal. Sobre todo lo que vi fue mucha ilusión, mucha implicación por parte de todos.

¿Sería la novedad del producto?

Tanto la gente de la tele como el equipo de la productora estaban volcados para que aquello saliera bien. Para llegar a este capítulo 3.000 hay un esfuerzo humano tremendo.

¿Sería posible todo esto con la televisión de hoy?

Yo me imagino que sí, la televisión de hoy tiene una experiencia que no tenía antes. Claro que sería posible. Tampoco antes se metían más horas. Se trabajaba con el convenio en la mano, no era una explotación. No se empezaba a las siete de la mañana y se acababa a las doce de la noche, no. Los que estábamos de fuera a lo mejor sí. La televisión funcionó bien, pero fue por la actitud. Me acuerdo del de audio, estaba con la pértiga, y nos avisaba a realización de que había escuchado una frase que estaba mal; había corrector de euskera, estábamos todo el equipo de realización, pero hasta el de audio se sabía el guión, se lo había leído entero. Eso es profesionalidad, eso es tirar hacia adelante con una historia.

¿Fue difícil la dirección en aquellos primeros pasos de 'Goenkale'?

No, fue un placer y una gran experiencia. Además, estuve escribiendo el plan de producción. Me acuerdo de Maite Iturbe, la jefa en Miramon, que estaba alucinada. Le llevé un papel todo lleno de cuadritos, había un plan de producción para un año. Es curioso, todavía sigue funcionando ese plan.

¿Qué novedades aportó esta serie?

Cuando se hacía una serie en televisión se ensayaba un día o dos y se grababa. En Goenkale, el director de actores ensayaba con ellos mientras no estaban en escena y en plató se pegaban cuatro toques y se grababa. Eso implicaba que a las seis de la mañana te tenías que juntar con el director de los actores y subrayar las frases en las que había que hacer hincapié en los ensayos. Era una locura para todos. Recuerdo que adelgacé como doce kilos en un mes, y comía. Eran los nervios, el estrés, pero con gusto, estábamos todos satisfechos con los resultados, desde el último de atrezo hasta Otermin.

¿Qué ha aportado a los profesionales de la televisión?

Ha sido una escuela para todo el mundo: para técnicos, actores, atrezista, incluso para la tele… Luego vemos en Aída a la chica de Goenkale (Miren Ibarguren). Tres mil capítulos de Goenkale que forman parte de la historia de este país, de Euskadi.

¿Cuánto tiempo le daba usted a la serie?

En el plan de producción le puse un año, aunque por dentro pensaba: "Si dura tres o cuatro meses". Algunos actores firmaban por tres meses en vez de por más tiempo. Tenían bastante recelo de que aquello funcionara. Sobre todo actores que ya habían hecho series y se daban cuenta de que antes ensayaban tres días y grababan uno y aquí no; era ensayar y grabar, no confiaban. Lo entendíamos perfectamente, no se fiaban y tenían razón.

Usted ha tomado respecto a la serie distancia y perspectiva, ¿qué siente ante el capítulo 3.000?

Un orgullo enorme. Por un lado es un orgullo profesional. Por otro, el orgullo está en ser un granito en la historia de este país. Primero se consiguió una tele para este país, teníamos todos unas gana de la leche, luego conseguimos hacer una serie en euskera que ha sido referente para institutos, ikastolas...; hemos ofrecido un euskera bueno y muy currado. A mí, esta serie me ha servido para aprender un montón. Resumiendo, Goenkale es una parte importante de la historia de Euskadi.

¿Es el proyecto de todos los que ha dirigido que más le ha llenado?

Es un gran proyecto, pero cuanto más grande se hace la historia es menos personal. Goenkale me ha llenado como proyecto, como equipo, como trabajo, ha sido una pasada. Te podría decir cosas que me han llenado, pero parece que va a ser comparativo. Me ha encantado, he hecho muchos amigos. Menos novia, he encontrado de todo.