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Un restaurante con mucho arte

Un local de comida italiana de Algorta exhibe piezas antiguas, históricas y curiosas

Un restaurante con mucho arteFoto: J.M. martínez

Un manuscrito de un pasodoble escrito por Ángel Barraincúa, con letra de Blas de Otero; un ejemplar único del periódico carlista Chapel Zuri, de 1896, donde se habla de Jaungoikoa eta foruak; el primer traje de luces de Pedro Gutiérrez Moya, El Niño de la Capea; apuntes originales de Juan de Aranoa sobre los frescos del palacio de la Diputación Foral de Bizkaia... No, no estamos describiendo un museo, ni una exposición itinerante ni el estudio de un anticuario: se trata del primer restaurante italiano que abrió en la localidad getxotarra de Algorta y que, como es lógico, pertenece a un polifacético propietario de familia de artistas.

Y aunque a José Ramón Etxebarri -hijo del internacional pintor Antonio de Etxebarri y marido y padre de bailarinas- no le gusta que se hable demasiado de él, es inevitable asociar sus andanzas, viajes, búsquedas, amor al arte y las antigüedades, así como sus dotes comunicativas -es licenciado en Ciencias de la Información- con estas piezas de anticuario, curiosidades y obras artísticas que decoran las paredes de su restaurante. Hace 25 años, él y su hermano Rafael decidieron que estaría bien abrir un local de comida italiana en Algorta, donde aún no había ninguno. A partir de ahí, y sobre todo en la última década -en que pilota en solitario el establecimiento-, Joserra ha ido marcando su impronta, no sólo en una cocina acertada, sabrosa y asequible, sino además y de la mano, distribuyendo alrededor de las alegres mesas del Fra Diabolo muestras de la pasión de su vida. Incluso un paisaje magnífico de Jaime Morera, pintor que figura en el Museo del Prado, y un bajorrelieve en terracota de Durrio, viajado artista que fue amigo de Gauguin, vivió largo tiempo en París y tiene su espacio, hoy, en el D"Orsay parisino.

"Me gusta la belleza", explica Joserra, razón por la que no se resistió a impregnar de "piezas museables" el ambiente de su restaurante con nombre de un cura bandolero que existió históricamente. De raza le viene al galgo, ya que su padre era un hombre "con gran sensibilidad y una pinacoteca importante", y tanto él como sus hermanos han heredado no sólo piezas de valor, sino también su buen gusto.

Además de grandes obras como las de Durrio y Morera, por ejemplo, toda una pared está ocupada por un mural realizado por uno de los hermanos Ibarretxe, José Miguel, quien en 1988 plasmó a varios frailes dándole a las viandas en un tono jocoso, tal y como debió de ser Fra Diabolo en la realidad. Del mismo modo, una herencia hizo llegar a las manos de Joserra un ejemplar único del periódico sábana Chapel Zuri, en el que varios oficiales carlistas aparecen retratados, a caballo, en un grabado, y se plasman noticias del siglo XIX en Euskadi. También por herencia, el restaurante ostenta una pieza única: el manuscrito de un pasodoble dedicado al torero Albaicín, escrito por el músico Barraincúa y con letra de Blas de Otero, quien debió de ser "muy amigo" de Albaicín. "Loco" se volvió Etxebarri para conseguir la Mitra de finales del s. XIX del obispo Remigio Gandasegui Gorrotxategi, mientras que las trampas de lobos y zorros y la de osos las fue a buscar a Navarra y Asturias, respectivamente, y el altar mayor y la prensa de forja para hacer formas sagradas los encontró en el convento de las monjas Reparadoras de Las Arenas. Hasta el Trastevere romano se fue a conseguir la carta del restaurante Da Meo Patacca y en Sevilla adquirió la casulla del siglo XVIII, "una joya".

Y más cosas sorprendentes, como la espingarda magrebí y el trabuquillo caucasiano del s. XIX, o la talla en madera policromada de San Ignacio de Loyola. "Al principio me desencantaba que muchos no se dieran cuenta de lo que les rodeaba, pero luego era ilusionante cuando algunos se levantan con el mantel -donde está indicada la relación- y van mirando las piezas", relata el artífice, a quien le encanta charlar sobre arte, viajes, curiosidades, personas interesantes... "Es lo más enriquecedor de este negocio: las relaciones humanas", observa. Así, un herrero le mostró su asombro ante la prensa de forja, por su calidad, si bien la pizza Letizia, equivalente a la Margarita (en honor a la de Saboya), también tiene su encanto...