Cambia el mar por el asfalto y la tabla por un skate. Lo demás, la vela y su pasión por el deporte, se quedan intactos. Los bilbainos se han acostumbrado a ver su figura en el paisaje de la villa. Volando sobre ruedas. Surcando el aire en Zorrotzaurre. No quiere dar su nombre, le da apuro. Pero da permiso para usar sus iniciales. J.B. tiene 47 años, trabaja en la construcción y aprovecha sus ratos libres para practicar windskate en el botxo. "No es tan raro lo que hago", sentencia. Sin embargo, es el único que acude con este fin a la explanada bilbaina.

El ruido del skatepark de Zorro-tzaure es su hilo musical. El viento, su motor. Le encantan los deportes, según él, hace de todo. "Eso sí, ninguno bien del todo, soy autodidacta", advierte. De todos, el windsurf es el que más le apasiona, pero no siempre puede acercarse al mar para surcar las olas. Por eso, un buen día, decidió unir dos de los deportes que practica: el skate y el windsurf. Así creó su primera tabla. "Sólo hace falta un skate y una vela vieja, porque al rozar con el suelo se estropean mucho y es una pena usar las nuevas para esto", explica.

Es asfalto de Zorrotzaurre es su vía de escape. Le sirve para "matar el mono", de jugar con las olas. Así que cuando las previsiones meteorológicas anuncian viento, carga la vela en el maletero del coche y comienza a mostrar su técnica a todo Bilbao. Suele hacerlo dos o tres veces por semana. "Es muy divertido. Pero lo sería aún más si alguno de los compañeros que se meten conmigo en el agua viniesen aquí los fines de semana. Habría más pique", comenta echando un vistazo rápido a la explanada desierta.

El Mejor lugar Zorrotzaurre es el mejor lugar que ha encontrado para fusionarse con el viento. "Aquí no hay farolas, ni postes, ni jardineras, ni coches... Es perfecta. Además, entra todo tipo de viento, del norte, del sur...", explica. Sin embargo, en el futuro de esta "multidisciplinar" explanada asoma la clínica del IMQ. Así que, J.B. ya ha empezado a buscar lugares alternativos. "En Amorebieta he descubierto un aparcamiento muy grande que me podría servir y si no recurriré a los polígonos industriales", comenta.

Para volar sólo necesita unas zapatillas de deporte y unos guantes para proteger las manos en las caídas. Ni rodilleras, ni coderas, ni casco. "De momento, el deporte me ha respetado, nunca me he hecho nada grave en las caídas", destaca. Eso sí, en el coche lleva siempre un botiquín. Más vale prevenir. "Si me hago algo, me pongo una tirita y me voy a casa", anuncia. Para él, lo bueno de practicar esta modalidad es que no se moja. "Además, en ir hasta la playa pierdes todo el día porque la mayoría de las veces no aciertas con el tiempo y entre que vas y vienes... Zorrotzaurre lo tengo muy cerca de casa, ésa es la ventaja", asegura.

En su vela, de cinco metros de altura y estampada con colores llamativos, destaca un símbolo. Una L verde, idéntica a la que deben llevar los conductores noveles durante su primer año al volante. "Eso es una iniciativa mía para que, cuando estamos en el agua haciendo windsurf, no nos atropellen los que son más expertos", aclara. "Pero es a modo de broma", añade para evitar cualquier malentendido. Las cinco velas con las que practica poseen la misma seña.

No compite. De hecho, el windskate no es un deporte federado, algo que el bilbaino, que también es protagonista de un vídeo en YouTube, no entiende muy bien del todo. "Sería divertido", admite. Aún así, y a modo de broma, no descarta ponerse a dar clases de esta modalidad para que se convierta en algo más habitual en la capital vizcaina. Mientras tanto, y siempre que el viento se lo permita, seguirá practicando por la villa. Eso sí, sobre el asfalto, ya que con la ría aún no se atreve.