El japonés Tsutomu Yamaguchi, considerado el único superviviente oficial de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, murió en el hospital de Nagasaki a los 93 años debido a un cáncer de estómago, según se supo ayer a través de la agencia de noticias local Kyodo.
El fallecimiento de Yamaguchi se produjo en la mañana del pasado lunes, 4 de enero, después de mantener una lucha contra el armamento nuclear durante 64 años, pero su muerte no se conoció hasta ayer.
"He muerto dos veces y nací dos veces en esta vida, por eso tengo que contar ese hecho de la historia antes de morirme", explicó el anciano en una entrevista realizada el pasado mes de agosto a la agencia Efe.
Este doble hibakusha, como se conoce en Japón a las víctimas de las bombas atómicas, trabajaba en 1945 como ingeniero en Nagasaki del fabricante de armamento Mitsubishi Heavy, pero el día 6 de agosto de ese año estaba de viaje de negocios en Hiroshima cuando el avión estadounidense Enola Gay dejó caer la conocida bomba Little Boy sobre la ciudad, a unos tres kilómetros del lugar en el que se encontraba. Yamaguchi sufrió quemaduras graves.
Como cuenta en su libro La vida regalada, publicado en 2006, tras pasar la noche en vela entre la destrucción reinante, al día siguiente consiguió tomar un tren con centenares de personas hacia Nagasaki, a 300 kilómetros de distancia.
Tres días después, el 9 de agosto, Yamaguchi volvió a ver la misma luz en el cielo antes del mediodía en su ciudad natal, cuando EE.UU. lanzó la segunda bomba sobre Japón, una salvajada que sólo precipitó el final de la II Guerra Mundial.
En el verano de 1945 Yamaguchi sufrió una fuerte reducción de glóbulos blancos y la pérdida del oído izquierdo, y después se operó de cataratas y perdió la vesícula, todas ellas dolencias achacadas a las radiaciones.
Pero sólo en 2006 Yamaguchi se decidió a contarle al mundo su trozo de tragedia. Para ello, ya con 90 años, protagonizó un documental y se sacó su primer pasaporte para dar conferencias en Nueva York con las que insistir en que las bombas atómicas no tienen justificación, ni siquiera para acabar una guerra.
Al término de 1945, 74.000 personas habían fallecido en Nagasaki y otras 140.000 en Hiroshima por las heridas causadas por las bombas atómicas, aunque fueron muchas más las víctimas en años posteriores debido a las radiaciones.
"Mi doble exposición de radiación es ahora un récord para el Gobierno", contaba Yamaguchi a sus 93 años. Pero también llevaba consigo algún que otro beneficio. Por ejemplo, médicos y sanidad totalmente gratuitos y, a la hora de la muerte, un funeral con todos los honores y sin coste económico alguno.