De Cerdà (Centelles, Barcelona, 23 de diciembre de 1815-Las Caldas del Besaya, Cantabria, 21 de agosto de 1876), baste con decir que, por enci-ma de su carrera de Ingeniero de Caminos, fue un intelectual, un revolucionario y, sobre todo, un hombre de su tiempo. Y, por supuesto, uno de los urbanistas más importantes, tanto a nivel teórico como práctico: al urbanismo dedicó su vida y su genio, y muchas de sus teorías no sólo se aplicaron en efecto, sino que siguen consideradas como modélicas. El Eixample de Barcelona es la más popular de todas ellas.

Figura poco conocida en los tiempos modernos (su obra ya cayó en el olvido tras fracasar la Primera República, a la que tan-tos esfuerzos dedicó), la reivindicación de sus ideas, no obstante, es recurrente. Los últimos esfuerzos los están llevando adelante el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) y el Museo de Historia de Barcelona (MUHBA), que están organizando, hasta junio del año próximo, una serie de recorridos, a pie, en autocar o en bicicleta, por la Barcelona de Cerdà, esa misma que sigue en pie y, además, reivindicada 150 años después. Sus ideas se impusieron en su época pese a las muchas trabas que la Barcelona especuladora y los usos de la época le pusieron, y hoy, la capital catalana lucha por recuperar el espíritu del insigne urbanista en muchos de sus nuevos planes.

Escojamos uno de los recorridos propuestos en este Any Cerdà (Año Cerdà) que acaba de estrenarse, y hagámoslo por su atractivo inicial y por el medio elegido para desplazarse, la bicicleta, que pugna por ganar espacios en la gran urbe y que es idónea para una ciudad con pocas cuestas en su inmensa zona centro, con buen tiempo y con unas infraestructuras que avanzan al respecto (bicicletas públicas, carriles bici, campañas de concienciación y respeto...). Es el itinerario llamado Tour Cerdà: un viatge per les illes de Barcelona (Tour Cerdà: un viaje por las islas de Barcelona).

PROGRESISTA

Sólo conociendo sus ideas progresistas, la larga tradición liberal de su familia, y su convencimiento de que la igualdad y la justicia son los valores que hacen crecer al ser humano es posible entender el urbanismo de Cerdâ. Frente al radialismo que se impuso en el París moderno, o al diseño concéntrico que articula la Viena que conocemos, Cerdà apostó claramente por una cuadrícula limpia, ordenada e igualitaria, llena de espacios de encuentro, con la higiene como valor importante frente a la Barcelona intramuros que acababa de padecer la terrible epidemia de cólera de 1834, y con una preocupación fundamental por la igualdad de condiciones y oportunidades para todos los habitantes, independientemente de su situación social. Además, las comunicaciones, internas y externas, eran para Cerdà los ejes articuladores de las ciudades modernas y los que garantizaban su futuro. Él había asistido asombrado al nacimiento del ferrocarril, había viajado por las grandes urbes de Europa y Estados Unidos, había estudiado sociológicamente cómo se conformaban las urbes, se había asustado de la pobreza y la falta de condiciones de salud de la Barcelona que le tocó conocer, aborrecía la separación de clases y comprendía que las buenas conexiones con el exterior de la ciudad (en su caso por mar, por ferrocarril y por carretera) garantizaban un razonable desarrollo a futuro de la misma. En 1849 se estableció por segunda vez en Barcelona para muchos años, tras darse de baja del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, en el que se había titulado en Madrid en 1841, para dedicarse plenamente el urbanismo. Además, acabaría haciendo carrera política siempre al servicio público: diputado en Cortes, concejal e incluso presidente de la Diputación de Barcelona.

En 1854, durante el llamado Bienio Progresista,se aprobó el derribo de las murallas de Barcelona, que constreñían a la ciudad vieja, llena de problemas como masificación e insalubridad. Al año siguiente le fue encargado el Plano Topográfico de los alrededores de Barcelona, que Cerdà aprovechó para presentar su primer anteproyecto del Eixample (Ensanche). Cuando en 1858 Barcelona dejó de ser una plaza militar recibió el encargo definitivo de Redactar el Proyecto de Reforma de Ensanche de Barcelona, que terminó en 1859 y fue aprobado en 1860. Cerdà tenía las ideas muy claras: grandes avenidas arboladas, manzanas que terminan en chaflán, lo que generaba plazoletas en el cruce de las calles que favorecen la aireación de la trama urbana y la comunicación fluida (la visibilidad es excelente, el tranvía no tenía problemas para girar y los desplazamientos mejoraban notablemente), edificios de alturas razonables de entre 100 y 150 metros cuadrados según sus estimaciones, apertura de los nuevos espacios a todos los ciudadanos independientemente de sus condiciones económicas, muchos detalles (como la ubicación del mobiliario público, las medidas de las manzanas, o la distancia exacta entre árboles), fruto de concienzudos estudios y de una metodología científica.

Lógicamente, estas ideas chocaron contra la burguesía de la época, que las repudió. El plan, finalmente, fue aprobado e impuesto desde Madrid, y su aplicación resultó tortuosa y en muchos casos burlada. La realidad se impuso desde el primer

día a la racionalidad y las grandes ideas de Cerdà, y hubo que hacer retoque tras retoque, y a veces plegarse a los deseos de quienes, en realidad, gobernaban la ciudad.

Uno de los puntos más llamativos de su plan, y de los que antes cayeron arruinados por el modus operandi, fue el diseño de las illas (islas en su acepción pura, o manzanas cuando son illas entre casas), a las que también llamaba intervías: una especie de patios interiores con diversos usos (dotaciones públicas, jardines, zonas de reunión y esparcimiento, etc), que se constituían como puntos de uso ciudadano, contribuían a aislar las viviendas del ruido exterior y aireaban notablemente la trama urbana. En un principio, y para favorecer la creación de estas islas, Cerdà planteó edificar sólo dos caras de cada manzana, que pronto fueron tres y finalmente cuatro, ahogando los patios interiores que, además, rápidamente se poblaron de almacenes y otras construcciones. Otras de sus illas fueron transformadas en callejuelas para favorecer la edificación de más viviendas, o se cerraron y cayeron en el olvido. De las más de 600 diseñadas, hoy hay abiertas alrededor de 40, todas ellas en los tiempos modernos, y gracias al esfuerzo de la ciudad de Barcelona (por ejemplo, a través de la sociedad ProEixample) por recuperar lo mejor de las ideas de Cerdà.

LA VISITA

Varias de estas islas diseñadas por Cerdà y después devastadas, como devastadosfueron en los años 60 muchos de los hermosos edificios (algunos modernistas) que se levantaron en los chaflanes más reconocidos para ser sustituidos por otros

modernos tipo colmena, son las que se visitan hoy en este tour que organiza el CCCB. Una de ellas está en la calle Comte Borrell (con una biblioteca y la conservación en su interior de una espectacular chimenea procedente de una antigua

fábrica de caramelos); otra en la calle Villarroel, con jardines interiores, columpios y espacios para los juegos infantiles; y otra en la calle Roger de Lluria, llamada Jardín de la Torre de las Aguas, que incluye la mentada torre, antiguo depósito de aguas, un estanque o piscina que durante el estío utilizan los vecinos para juegos y baños, y un jardín de magnolios.

Además, los guías dirigen a quienes se inscriben a otras destruidas por el exceso de edificación y reconvertidas en callejuelas, como el Passatge Permanyer o el Valeri Serra, y el viaje acaba con el reconocimiento a sus ideas en los tiempos

modernos, cuyo mejor ejemplo son las plazas interiores construidas en los nuevos diseños del distrito de Sant Martí, y el patio interior del edificio Jaume I de la Universidad Pompeu i Fabra, junto a la zona Olímpica. Es decir, muchos años después, arquitectos contemporáneos rinden homenaje a Cerdâ incluyendo algunas de sus iniciativas en sus modernos diseños. Hoy, estos patios interiores que va recuperando Barcelona cumplen con muchos de los usos que Cerdà previó, sobre todo los de esparcimiento y encuentro ciudadano, aunque con algunas restricciones.

Por ejemplo, por las noches se cierran las puertas de estas auténticas plazas entre traseras de edificios. La apasionante aventura del Eixample de Cerdà, que tanto ha contribuido a que Barcelona haya sido en el último siglo una ciudad moderna y

admirada, sigue viva, por lo tanto, a pesar de las muchas y duras agresiones que ha sufrido.