Cupra entra en la batalla eléctrica a bordo del Born. Y lo hace conciliando el objetivo de la movilidad sostenible con el temperamento deportivo que distingue a todas sus creaciones. Ésta a pilas no pretende emular el dinamismo de modelos hermanos, pero sí sacar partido al potencial de la impulsión eléctrica mostrando, en la medida de lo posible, reacciones efusivas y gratificantes. La marca considera que es lo que su creciente clientela desea.

El Born, sin ser un coche de carreras, sí permite disfrutar de sensaciones de conducción emocionantes. Se sitúa así en el polo opuesto de algunas otras propuestas a batería, tan capaces de conmover como un electrodoméstico. Plantea varios modos de conducción para adecuarse a las preferencias o al estado de ánimo de quien maneja el volante. Un mando selector permite que el usuario elija entre cinco pautas de comportamiento con talantes diferenciables: Range, Comfort, Performance, Individual y Cupra, este asociado al pack e-Boost que otorga un plus de rendimiento.

Modifican los parámetros de reacción del motor, de la dirección o de la suspensión. Uno prima la austeridad y el sosiego para estirar la autonomía, otros juegan con el confort de marcha e instigan la efusividad. En general, salvo en el modo de ahorro, el Born se muestra progresivamente reactivo, estable y ágil en curva, tan dispuesto a venirse arriba como a detenerse con decisión. Al igual que todos los eléctricos modernos, dispone de función de frenada regenerativa graduable, que a pleno rendimiento lo para casi sin pisar el pedal de freno.

En su estreno en la categoría, el Born consigue atenuar dos de los inconvenientes históricos de los coches a batería: el elevado coste de adquisición y las limitaciones de uso. Por un lado, la rebaja promocional y la posible subvención pública acercan el precio del Born al de un coche normal. Además, los más de cuatrocientos kilómetros de autonomía anunciados superan la distancia semanal que recorre cualquier usuario medio. Así pues, la movilidad electrificada va salvando obstáculos para su implantación definitiva. Ya quedan menos flecos pendientes, aunque alguno es tan prioritario como el desarrollo de una red de reabastecimiento suficiente y eficiente.

Otro factor que impide el despegue de la electrificación plena es la reticencia de un público que no acaba de ver claras las ventajas de esta tecnología. Es probable que cambie de mentalidad a medida que los vehículos clásicos, con motor térmico, vayan desapareciendo de los catálogos, suplantados por versiones cada vez más electrificadas.

Más allá de sus potenciales beneficios medioambientales, los coches eléctricos funcionan, se comportan, de un modo bastante distinto a los tradicionales. Hacen gala de cualidades como el sigilo, la progresividad y la simpleza de manejo, que sorprenden gratamente de entrada, para volverse algo tediosas enseguida. Ese es el momento de descubrir las posibilidades que la electrónica ofrece de ‘jugar’ con los modos de conducción, bien para disfrutar de reacciones efusivas o bien para extender el rendimiento de la batería. Más vale cambiar el chip y disfrutar, porque el futuro no deja otra opción.