LEGIR coche comporta a menudo navegar en un mar de dudas. Sucede incluso cuando el objeto de deseo es uno de esos turismos compactos de prestigio, por más que en ese caso el riesgo de naufragar es tan escaso como las posibilidades de elección: Audi A3, BMW Serie 1, Mercedes-Benz Clase A y... para de contar. DS está empeñada en ocupar el hueco dejado por la extinta Infiniti, consiguiendo así que esa terna de candidatos vuelva a ser un cuarteto. Y nunca ha estado tan cerca de lograrlo como ahora, con el estreno de la prometedora segunda remesa del DS 4. Los concesionarios de la firma ya admiten pedidos de este distinguido turismo, disponible con motorizaciones diésel, gasolina e híbrida enchufable entre 130 y 225 CV, desde 29.900 euros para arriba. Los primeros ejemplares llegarán a manos de sus compradores a fin de año.

Aunque formalmente esta es la segunda generación del modelo, se puede considerar una primicia. La entrega homónima precedente fue lanzada al mercado en 2011, cuando la marca aún no se había independizado de Citroën. Poco tiene que ver con ella, en materia de diseño y sobre todo de tecnología, la creación a punto de pisar la calle.

En un momento en el que la moda tiende a dar la espalda a casi todo lo que no sean propuestas de estilo SUV, DS se propone triunfar con un turismo compacto y además quiere hacerlo compitiendo con los mejores. A priori, a la espera de comprobar las cualidades que amaga, su opositor acumula méritos para justificar tales aspiraciones.

El DS 4 es un automóvil de estampa llamativa y algo engañosa. Visto de lejos parece bastante más escueto de lo que en realidad es. Alcanza 4,40 metros de largo, eslora equiparable a la de las berlinas de talla media, ocupa 1,83 de ancho y eleva el techo hasta 1,49 (separa sus ejes 2,69 metros). Esas proporciones procuran unas plazas delanteras impecables, mucho más habitables que las traseras, poco accesibles y algo angostas: ofrecen desahogo a la altura de la cabeza pero adolecen de espacio para las piernas. Por otro lado, la hechura del vehículo propicia habilitar un maletero de 430 litros (390 en la versión híbrida), capacidad bastante superior a la de los rivales directos.

Estos detalles funcionales son importantes a la hora de tomar la decisión de compra, aunque suelen resultar menos determinantes que la estética. En ella, precisamente, encuentra una de sus mejores armas el DS 4. Su singular figura, esbelta y musculada, lo hará fácilmente reconocible entre el rebaño de modelos clónicos que pueblan el mercado.

El debutante francés adopta un envase de cinco puertas que sugiere una equívoca compacidad. Presenta un poderoso frontal, coherente con el estilo vanguardista y refinado de sus hermanos: exhibe grupos ópticos a modo de ojos y colmillos felinos, para escoltar una elegante parrilla en panal con una constelación de inserciones cromadas. A partir de la proa, la silueta discurre por un largo capó y un amplio parabrisas acostado. Alcanzada la cota máxima sobre las plazas delanteras, la línea comienza un suave declive. Desemboca en un alerón superior que cubre parte del parabrisas trasero, integrado en un portón igualmente pequeño. A media altura, el DS 4 presenta una cintura que acentúa bruscamente su ascenso en las puertas posteriores, donde la confluencia con el trazado descendente del techo adquiere forma puntiaguda.

El conjunto puede enamorar o no, pero impacta y no deja indiferente. DS atavía a su creación siguiendo un patrón con hasta nueve definiciones de producto diferentes. Esa inusitada variedad, sumada a las cinco posibilidades de impulsión, deparan un catálogo singularmente complejo, más aún para un modelo con expectativas comerciales necesariamente limitadas. Esas nueve ejecuciones comportan, claro está, otras tantas calidades de acabado.

Ninguna de ellas deja desnudo al DS 4, algo que ni las aspiraciones de la marca ni el precio de partida podrían tolerar. Así que el modelo va engalanando su porte y enriqueciendo sus dotaciones a medida que la clientela aumenta la inversión. La variedad de la oferta deriva en que no hay uno, sino muchos DS 4. Casi uno para cada tipo de cliente, dependiendo de sus posibilidades económicas, de sus preferencias estéticas, de su predilección por una modalidad u otra de motor, etc.

Decidida a erigirse en árbitro de la elegancia y en escaparate de la tecnología punta, la marca francesa pertrecha al modelo con creciente generosidad de ornamentos y recursos. La máxima expresión del DS 4 se materializa en la efímera interpretación inicial denominada La Première, que armoniza una terminación para sibaritas y los últimos avances de la industria de la automoción. Procura una exquisita ambientación, máximo bienestar e incontables sofisticaciones técnicas: sus ayudas a la conducción propician un nivel 2 de conducción autónoma. Probablemente, tan copiosa provisión justifica con creces el desembolso de hasta 51.150 euros que exige (versión híbrida E-Tense).