A segunda ola del tsunami comercial SUV que azota el mercado del automóvil arrastra a buena parte de la clientela hacia propuestas mestizas, que adornan con facciones cupé unos rasgos de reminiscencias todoterreno. Si los Sport Utility Vehicles copan ya casi la mitad de las ventas, una de cada cinco matriculaciones de ese tipo corresponde a propuestas CUP (Coupé Utility Vehicle). Audi cultiva este canon de diseño, desdoblando parte de su gama crossover para brindar declinaciones de ambos estilos; el objetivo es llegar a un público lo más amplio posible. La marca de los anillos ya ofrecía versiones Sportback de e-tron y Q3, duplicados que intercambian esbeltez por practicidad; ahora incorpora también una derivada formal semejante del Q5. En ella el modelo medio asume motorizaciones diésel, gasolina e híbridas, de 163 a 367 CV; cuestan entre 55.810 y 83.330 euros, unos tres mil más que sus equivalentes con envase convencional.

La conversión en Sportback comporta una sutil modificación del diseño original del Q5, localizada en su zaga. Consiste en imprimir al final del techo y al portón un declive cada vez más acentuado. La intervención estiliza la silueta y confiere al vehículo una nítida sensación de dinamismo y deportividad. Ahora bien, el culto al cuerpo pasa factura y se cobra un tributo en espacio que cada vez más personas están dispuesta a pagar. En honor a la verdad, la merma es bastante asumible, puesto que no compromete demasiado la habitabilidad (respeta los 2,82 metros entre ejes). Solamente los inquilinos más altos del asiento trasero echan en falta el desahogo interior propio de la carrocería convencional. El portaequipaje pierde 40 litros en el Sportback, que se conforma con unos más que suficientes 510; la opción de la banqueta posterior regulable permite aumentar hasta en 60 litros el volumen de carga renunciando a parte del hueco para las piernas.

Por lo demás, el Q5 estrenado a principios de año y su nuevo derivado son gemelos idénticos desde el paragolpes frontal a las puertas traseras. El Sportback, con 4,69 metros de eslora, es 7 milímetros más largo y 2 más bajo; la anchura y el coeficiente aerodinámico no varían. Comparte con el original soluciones motrices, definiciones de producto, además de abundantes recursos tecnológicos de primer orden. El formato más estilizado se ofrece en acabados Advanced, S Line y Black Line, con ligeras diferencias en la parrilla, las entradas de aire laterales y, sobre todo, el paragolpes trasero.

Entre las particularidades del Sportback cabe mencionar una suspensión deportiva de serie con ajustes específicos, que proporcionan un tacto más directo que en el Q5 inicial. De forma opcional propone otros dos tipos de unión al suelo, una con control de amortiguación y otra neumática adaptativa; esta última reajusta la altura de la carrocería hasta 60 mm, elevándola para rodar fuera del asfalto y rebajándola en vías rápidas o para cargar el maletero.

Tiene a su disposición los mismos controles, pantallas y sistema de información y entretenimiento que el Q5. El Sportback va provisto de avanzados dispositivos de asistencia a la conducción. A las dotaciones básicas suma complementos opcionales como el control de crucero adaptativo, capaz de gestionar la aceleración, la frenada y el mantenimiento del vehículo en el carril en distintos supuestos.

El catálogo de motorizaciones puesto a su servicio ofrece alternativas a una clientela muy diversa. Oferta dos soluciones híbridas enchufables, así como tres versiones diésel y una a gasolina. Salvo la TDI inicial, las demás unidades térmicas cuentan con microhibridación Mild Hybrid (MHEV) de 12 voltios, que mejora su eficiencia y concede la etiqueta medioambiental Eco. Este sistema incorpora un alternador-motor de arranque para recuperar energía en las desaceleraciones y almacenarla en la batería. El MHEV permite la desconexión temporal del motor cuando el Q5 rueda por inercia, así como la activación del Start&Stop al frenar cuando se baja de 22 km/h.

El elenco del Sportback comienza proponiendo una variante 35 TDI, cuyo bloque diésel de dos litros envía 163 CV a las ruedas delanteras; como el resto, lo hace con ayuda de una transmisión automática S tronic de siete relaciones. Esta versión garantiza desenvoltura (213 km/h de punta) y frugalidad (5,7 litros a los cien); expele al menos 149 g/km de dióxido de carbono.

Por encima de ella figuran otras dos variantes a gasóleo. La primera es la 40 TDI quattro, que reparte sus 204 CV entre las cuatro ruedas; progresa hasta 100 km/h en 7,6 segundos, acredita 222 km/h de punta, un consumo medio ideal de 6,4 litros y unas emisiones de 167 g/km. La otra alternativa TDI es la del SQ5, ejecución de altas prestaciones cuyo propulsor de tres litros, con hibridación ligera a 48 voltios, arroja una potencia de 341 CV; alcanza 100 km/h desde 0 en 5,1 segundos y autolimita su velocidad a 250 km/h; homologa un promedio óptimo de gasto de 8,2 litros y al menos 215 g/km de CO2.

Audi propone una única candidatura a gasolina, la del 45 TFSI quattro, que procura 240 CV; salta de 0 a 100 km/h en 6,1 segundos y se contiene en 240 km/h. Reclama al menos 8,4 litros a los cien y emite 192 gramos de CO2 por kilómetro.

El Q5 Sportback plantea, asimismo, las interpretaciones híbridas enchufables 50 TFSIe y 55 TFSIe. Ambas coordinan la labor de dos motores. Uno es el 2.0 TFSI gasolina de cuatro cilindros turboalimentado que anima al Q5 45 (265 CV). El otro es un eléctrico síncrono integrado en la caja de cambios S tronic de siete velocidades. Emplean tecnología quattro ultra para transmitir su potencia, 229 CV en un caso y 367 en el otro, a las cuatro ruedas. La batería, de 14,4 kWh netos de capacidad, propicia cubrir hasta 62 km en modo exclusivamente eléctrico (WLTP). Una toma de corriente doméstica permite reabastecer el contenido de la batería en poco más de seis horas; en un enchufe industrial monofásico de 32 A, con el cable suministrado de serie, la operación requiere dos horas y media de inmovilización.