PEUGEOT se compromete en el apostolado de la electrificación. Predica sus virtudes con el ardor de los conversos, aunque no sea tal su condición. La casa del león tuvo sus primeros escarceos con este tipo de movilidad sostenible hace ya tiempo, en 1941, cuando lanzó el VLV, un pequeño y efímero convertible biplaza; la volvió a ensayar a finales del siglo XX, proponiendo interpretaciones eléctricas del 205 y del 106; a comienzos de este asomaron el iOn y e-Partner, antecesores de los e-208 y e-2008 contemporáneos. Así que la firma francesa no es una recién llegada empeñada en demostrar que las ventajas de este método de impulsión, principalmente económicas y medioambientales, superan con creces sus contados inconvenientes, por más que estos sigan repeliendo al gran público.

El argumentario en defensa de los automóviles puramente eléctricos, y también de los electrificados con propulsión híbrida, suele manejar dos tipos de razones. Los cada vez más numerosos defensores de esta modalidad motriz esgrimen, por un lado, motivos ecológicos. “Los eléctricos no contaminan”, arguye su campaña de promoción. Luego, entrando en detalles, reconoce que su proceso de producción genera más residuos nocivos que el de los vehículos tradicionales provistos de mecánica térmica. Todo lo contrario de lo que sucede con su manejo.

Por eso, los fabricantes ponen especial énfasis en el mínimo impacto que el funcionamiento de los eléctricos causa en la naturaleza. Para corroborarlo recurren a informes como el elaborado en 2008 por la Agencia Europea del Medio Ambiente. En él se constata que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de los eléctricos, en todo su ciclo de vida, son entre un 17% y un 30% inferiores a las de los coches de combustión. Dicho cálculo se realiza dando por hecho que la recarga eléctrica se adecue al actual mix energético de la Unión Europea, es decir, con electricidad de distintas procedencias, más o menos inocuas; si en ese reabastecimiento energético cobran protagonismo las fuentes renovables, la ventaja de los coches eléctricos aumenta.

En el uso cotidiano, las secuelas contaminantes directas de estos automóviles son casi nulas. No expelen CO2, que contribuye al calentamiento global del planeta, ni amenazan a la salud de las personas emanando óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono, hidrocarburos sin quemar, compuestos de plomo, anhídrido sulfuroso ni partículas sólidas de escape. Lo único que generan los coches eléctricos son minúsculos residuos desprendidos de los neumáticos y los frenos a causa de la fricción.

El otro gran argumento en favor de los eléctricos es, aunque no lo parezca, de índole económica. Es evidente que, a pesar de las subvenciones y ventajas fiscales que disfrutan, hoy por hoy, los eléctricos son más costosos. El precio de adquisición de cualquiera de estos modelos es hasta un 25% superior al de la versión térmica equiparable. Sin embargo, no es menos cierto que el coste de utilización de un eléctrico resulta mucho más asequible. Tanto que, según sus partidarios, propicia amortizar con el uso el desembolso suplementario en la compra. Además, conviene tener en cuenta que al llevar una mecánica bastante más sencilla que la de un modelo con motor de explosión, el mantenimiento es menos oneroso.

Peugeot estima que moverse en un automóvil 100% eléctrico comporta gastar entre 0,65 y 1,66 euros cada cien kilómetros en energía. Pone como ejemplo sus dos turismos de este tipo, el e-208 y el e-2008. Según datos del Portal de Transparencia de la Red Eléctrica Española (ESIOS), cargar completamente la batería de 50 kWh que los nutre supone, dependiendo de la franja horaria, un coste de entre 1,90 y 6,95 euros con la tarifa 2.0DHS. Esa comedida inversión permite al e-208 recorrer los 340 kilómetros de autonomía prometidos en su ficha de homologación (20 km más que el e-2008).

Los promotores de la transición a la movilidad eléctrica aducen en favor de la misma una última prerrogativa, esta vez de carácter administrativo. Cada vez más instituciones autonómicas y locales conceden a los coches 100% eléctricos exenciones totales o parciales en el pago de tasas, peajes y estacionamientos en la vía pública. A ello hay que sumar los privilegios de la etiqueta 0 Emisiones otorgada por la DGT. Gracias a ella, los vehículos de esta categoría pueden circular libremente en días con restricciones al tráfico por episodios de contaminación.