SI la enseñanza estuviera regida por el Ministerio y las consejerías autonómica de Instrucción pública, como se denominaban en la República, la formación de los niños y jóvenes se vería reducida a eso, una instrucción en el pensamiento dominante y una mera transmisión de conocimientos. Pero los aitas y amas de las ampas (Asociación de Padres y Madres de Alumnos) que conforman el Consejo Escolar de Euskadi no ven en la escuela un mero lugar de transmisión de conocimientos, sino el entorno donde sus hijos e hijas se socialicen y conociendo todas las alternativas aprendan a pensar y se eduquen en valores como solidaridad, respeto al diferente, a la diferencia, a la libertad.

Bajo esta visión, la participación de las familias en el logro de una calidad educativa resulta un elemento clave; no son un mero apéndice, sino parte fundamental junto a los profesores en la coeducación de sus hijos. Es por ello que Nely Zaitegi, presidenta del Consejo Escolar vasco, en su plan anual 2018-2020 se plantee entre sus objetivos incrementar la participación de todos los agentes sociales, concretamente el de los padres y madres a través de las ampas de todo el País Vasco. Para ello ha organizado unas jornadas, una por territorio, que tendrán lugar en Gasteiz, el día 8 de febrero; en Bilbao, el 11 de febrero y en Donostia el 3 de marzo.

Quizá lo que más le ha movido a lanzar estos encuentros es la realidad de una escasa participación de las familias en los centros donde estudian sus hijos e hijas. ¿Por qué ha disminuido la participación de las familias en este imprescindible proceso educativo?

Al hilo de esta reflexión surgen otras de cómo hacer para que los cambios acelerados que están sucediendo en nuestra sociedad se enfrenten conjuntamente entre profesores y familia. A estas y otras cuestiones se darán respuesta?

Como algunos grupos políticos han puesto un tanto en el candelero esta coeducación por sus arteras intenciones de volver a una instrucción en el pensamiento único. No es nada baladí que las ampas y el consejo escolar se planteen de verdad cómo participar en esta educación y en esta preparación para los que serán ciudadanos de futuro. "La participación de las familias es un elemento clave para la calidad educativa; no se limita a colaborar y echar una mano en aspectos puntuales, si no que las familias deben estar en el núcleo de los proyectos importantes y han de tener voz en las decisiones que le atañen", explica a DEIA, Zaitegi, para quien es urgente adecuar la educación para lo que van a necesitar los alumnos. "Les preparamos para un mundo que ya no existe", dice en coincidencia con la filósofa Adela Cortina, al subrayar que la profesión de docente es la de mayor intensidad moral porque "tiene en sus manos el futuro de nuestros hijos; lo imperdonable es que la gente les infravalore", sentencia.