LUCE trajes con cortes y tejidos espectaculares, americanas atrevidas, pero siempre va impecable. Un vasco elegante de la cabeza a los pies, a pesar de sus canas y su barba "desastrada", como el mismo define, y un tipo que ha hecho de la pasión por la sastrería su seña de identidad. Recién llegado de Florencia, donde ha asistido a la feria de moda masculina más importante del mundo, se declara ecléctico en el vestir aunque los cuadros son su santo y seña. "Me gusta sobre todo el juego de texturas", asegura este procurador bilbaino con estilo propio e indefinible que confiesa un secreto; nunca usa calcetines negros.

Un look que ha ido desarrollando y puliendo con los años pero que se dejaba ya entrever en el colegio. "Siempre he vivido este mundo de la sastrería en la intimidad -revela divertido- pero con la irrupción de las redes sociales, vi que había gente enferma como yo, empecé a colaborar en distintas webs hasta que me metí de lleno con páginas como classicdetails.es o santcrispin", asegura Olaizola, quien actualmente pertenece a la Junta Directiva de la Asociación Española de Sastrería.

Su elegancia le convierte en un sujeto refinado que no hace alarde de su armario. "Mi vestidor es grande pero no me atrevo a decir una cifra de chaquetas o trajes porque queda feo y pareces Imelda Marcos. Tengo un número amplio, pero no exorbitado". Ni siquiera le gusta citar un referente de estilo porque a él le interesan las mezclas. "Yo ni siquiera me considero bien vestido. Pero es cierto que hay cosas que a mí no me parecen excesivas y que, sin embargo, otras personas consideran excéntricas".

Convive a disgusto con un mundo de moda low cost de usar y tirar. "Es que el precio, aunque sea bajo puede ser caro cuando las cosas son tan malas. Por ejemplo una camiseta de 10 o 12 euros ni vale ese dinero. Además conlleva una explotación laboral terrible que no me gusta nada. Cuando conoces los precios de costo, sabes que es imposible hacer buenos productos y pagar justamente a los trabajadores por esas cantidades".

Defiende lo atemporal. "La ropa en sí misma no es de una época u otra. Yo tengo trajes de hace 25 años que siguen estando ahí. No es que te compres uno para toda la vida. Pero si adquieres cada año un dos piezas bueno, con el tiempo vas a tener una colección maravillosa y como están bien hechos, si cambias de talla, se pueden modificar". Para él, los detalles marcan la diferencia. "Es cuestión de combinaciones. Una chaqueta puede llevarse con un conjunto formal o informal. El juego consiste en combinarla con otro jersey y otro pantalón y esa chaqueta se multiplica por cinco". "Si bien es cierto que hace unos años las prendas eran más armadas y hoy son más ligeras, los sastres no entran en el juego de la exageración. Optan por un formato clásico". "Para mi gusto las chaquetas que llevan ahora los chicos son demasiado cortas y justas. Un poco más neutras estarán vigentes en el armario toda la vida. Es lo mismo que si la solapa es muy ancha o muy estrecha", señala.

Sobre los tejidos, cree que se pueden encontrar cosas interesantes a un precio razonable "aunque si quieres un príncipe de Gales beis igual debes pasar por el aro y pagar. Y claro, los tres metros y medio que te hacen falta para un traje, significan bastante dinero. Tampoco se atreve a dar clases de estilo a los señores uniformados del traje azul. "Para algunas personas vestirse no es una prioridad, e igual simplemente lo que quieren es estar correctos y funcionales".