La escritora alavesa explora a través de catorce historias cómo sus protagonistas se desnudan delante de un espejo para ver cómo han sido sus vidas, para comprobar cómo el tiempo ha pasado y con él muchas expectativas que a los veinte años parecían posibles, e incluso imprescindibles, y que han quedado diluidas en rutinas y renuncias. Jaio habla de esa sociedad que hace que hombres y mujeres sean moldeados con creencias que los separan, porque parece difícil que lo rosa y lo azul desaparezcan y dejen de condicionar actitudes en un mundo donde los cánones de belleza y juventud se siguen conjugando en femenino.

No soy yo. ¿Un libro con catorce relatos para sentirse reconocida?No soy yo

O no, nunca se sabe. He intentado recoger diferentes miradas de mujer, y de mujeres muy diferentes entre ellas. Es posible que algunas mujeres que lean el libro se sientan identificadas con alguna de esas situaciones y con esas formas de ver la vida. Son distintas, pero coinciden en el momento de la vida en el que se encuentran.

¿Y qué momento es ese?

Un tiempo en el que ya han pasado por diferentes experiencias vitales importantes. Es un alto en el camino en el que esas mujeres se miran al espejo y se preguntan, ante la mujer que ven en él, si son ellas o no. Miran hacia atrás, observan en perspectiva el camino que han recorrido y se hacen preguntas.

¿Se analizan las reacciones?

Cada una de estas catorce mujeres escoge una salida diferente. Coinciden en el momento en el que se encuentran, en el punto de partida, pero no en el camino que van a tomar.

¿Cree que nos creamos una imagen falsa de nosotras mismas, una imagen que se rompe cuando nos miramos al espejo?

Eso nos ocurre a todas las personas, seamos mujeres u hombres. En la vida vamos creando personajes. Además, somos personajes diferentes según dónde o con quién estemos. Nos convertimos en esas personas que esperan que seamos la gente que tenemos alrededor. Tenemos comportamientos diferentes que se adaptan a las expectativas de otros. Somos la persona que se espera que seamos en casa, la persona que se espera que seamos en el trabajo o la persona que se espera que seamos en pareja o con nuestro círculo de amigos.

¿Impostamos?

Actuamos según las circunstancias, y puede llegar un momento en el que nos planteemos realmente quiénes somos de verdad. A veces llega un momento en el que te preguntas quién eres de todos esos personajes que interpretas. Las protagonistas de mis relatos se encuentran buscando esa esencia que une a todos los personajes que interpretan en sus vidas. Se encuentran en un momento en el que se dan cuenta de cómo la vida les va moldeando.

¿Un momento en el que nos dejamos llevar?

Más o menos. Tú puedes querer hacer ciertas cosas o hacerlas de cierta manera, pero hay una inercia muy fuerte que te influye. Esa inercia llega desde tu propia vida, desde la sociedad, de todo lo que te rodea, y te va llevando a ese lugar en el que ahora te encuentras. Quizá has llegado a lugares a los que no hubieras querido llegar.

O sí.

También puede ser. El libro refleja que eres todo lo que te rodea, no solo lo que tú eres como individuo.

¿Ese espejo lleva a una idealización del pasado?

La hay en alguno de los relatos. Muchas veces miramos atrás y pensamos en que aquellos años de otro tiempo sí que eran buenos. Muchas veces nos encontramos en que no solo idealizamos el pasado, sino que queremos volver a él. Queremos tener 20 años o queremos actuar como si aún los tuviéramos. Muchas veces buscamos a quienes fuimos, idealizamos la juventud.

Porque idealizar la juventud es algo a lo que nos ha llevado esta sociedad.

Tienes razón, es lo normal en una sociedad en la que está tan penalizado envejecer. En esta sociedad parece que te prohíben envejecer, parece que ese proceso natural y de vida es culpa tuya.

Quizá es porque no nos hemos comprado la crema indicada.

Ja, ja, ja€ Eso es lo que estaba pensando yo. O no has hecho lo que tenías que hacer, pero hay una penalización general.

¿Solo ocurre con las mujeres?

No, esa penalización se da también en los hombres, lo que ocurre es que en el caso de las mujeres tiene ciertas características concretas por el hecho de que se valoren tanto el aspecto físico, la belleza y todas esas cosas que se consideran esenciales para ser perfectas.

Una exposición delante del espejo de tu vida puede ser un trago duro de digerir...

Las protagonistas de mis relatos se ponen ellas mismas delante del espejo o es la vida la que les pone. Sienten que ha pasado muy rápido todo y se preguntan qué han hecho en la vida. Se preguntan si han hecho lo que querían hacer o qué ha hecho la vida con ellas. Ponerse delante del espejo no es nada fácil, y muchas veces no es agradable.

Los juicios sobre juventud y belleza son más severos con las mujeres que con los hombres.

Todavía la belleza y la juventud son cosas que se valoran mucho en las mujeres. Es una dictadura que sufrimos más nosotras. Muchas sienten que en cuanto empiezan a envejecer y los cuerpos empiezan a cambiar, ellas desaparecen, se vuelven invisibles. Hay momentos en los que muchas piensan que han dejado de ser jóvenes y atractivas y ya no se las ve, y eso ocurre en todos los ámbitos de la vida.

Muchas actrices en todo el mundo han denunciado esa invisibilidad.

Cierto. Cuando empiezan a envejecer no hay papeles para ellas, y no es el único campo en el que se da esta situación, pero ahí se ve lo que se valora de unos y de otras.

¿De dónde salen estas catorce mujeres?

De la realidad. Cuando escribimos creo que los escritores robamos las historias de la realidad. No digo que los retratos de este libro sean mujeres que yo conozca o que todo ello me haya ocurrido a mí, no. Lo que aparece en estos relatos es lo que veo en la realidad de sentimientos, de sensaciones, de emociones. Plasmamos casi siempre lo que vemos a nuestro alrededor, pero robando lo que creemos que hay debajo de esa punta de iceberg que miramos.

¿Y cómo son esas puntas de iceberg?

Son un gesto, una mirada, una forma de andar, que te dicen que debajo hay algo que contar. La literatura cuenta lo que oculta la normalidad de una persona o de una situación, porque la normalidad oculta muchas cosas. Parece que todos vivimos vidas normales. Nos cruzamos por la calle y da la sensación de que no nos diferenciamos, pero debajo de esas vidas normales hay terremotos, hay de todo. La literatura es una forma de entrar en ese mundo más oculto que la normalidad de nuestras vidas esconde.

Estamos hablando de mujeres del siglo XXI que al llegar a una edad se cuestionan la vida. ¿Cree que nuestras madres y abuelas también se ponían delante de un espejo y analizaban su pasado y su presente?

Pienso que sí, lo que ocurre es que quizá no tenían ningún altavoz para que se dijera lo que veían a través de ese espejo. Las mujeres estamos muy acostumbradas a que se nos represente, a que se nos diga cómo somos y cómo tenemos que ser, pero durante mucho tiempo no se ha escuchado nuestra voz. No se han escuchado las voces de nuestras abuelas y nuestras madres, y es un misterio saber qué pensaban ellas de determinados temas. No soy yo, no es un libro de relatos de mujeres, es un libro desde la mirada de mujeres, desde la voz de las mujeres.

¿Se reconoce en alguna de esas miradas?

En muchas, pero no en las acciones concretas. No he vivido todo eso que cuento, es ficción. Me reconozco en muchas de las emociones, en el momento vital de parar y de mirar hacia atrás. Muchas mujeres se pueden ver reflejadas porque estas miradas recogen cosas cotidianas, pero que tienen un efecto muy importante en nuestras vidas.

¿Por ejemplo?

Las renuncias. Cuántas renuncias de mujeres hay por cuidar a otras personas. Renuncias que se reflejan en su carrera, en la desaparición de esa carrera, en que la vida te ha llevado por un camino que a priori no pensabas tomar€ Hay muchas cosas en las que estoy segura que coincidimos a la hora de leer estos relatos. Somos muy diferentes en muchas cosas, pero en lo básico somos muy parecidas.

¿Lo de las renuncias es algo genético en las mujeres?

No, no, actuamos según hemos aprendido. Es algo socialmente adquirido. Desde que nacemos nos hablan diferente si somos hombres o mujeres. Son cosas que ocurren desde que somos bebés. Aprendemos a ser lo que esperan de nosotras y nosotros. No hay nada de genética en las renuncias. Se esperan cosas diferentes de hombres y mujeres y continuamente te lo están recordando. Te lo recuerdan en el ámbito más íntimo y te lo recuerdan en el ámbito más público.

Y así entramos en los carriles que ha marcado la sociedad, ¿no?

Exactamente. Desde que eliges unos juguetes vas entrando en el carril que te dicen que te corresponde. Toda forma de actuar es totalmente adquirida, pero se adquiere tan temprano que nos da la sensación de que hay algunos roles que son genéticos. Pero no, todo ello es una consecuencia de la presión social.

¿Cambiará eso en algún momento? ¿Habrá alguna generación que elimine las diferencias del rosa y el azul?

Quiero ser optimista, porque en el punto de cambiar valores, si no eres optimista nunca vas a tener la gasolina suficiente para cambiarlos. Lo que tengo claro es que esto no se cambia así como así; esto se cambia con mucho trabajo, con mucha sensibilización, con mucha acción€ En cuanto hay una relajación vuelve la inercia de las relaciones de poder y de los roles. No es algo que se vaya a cambiar de forma natural e inmediata, pero se han dado muchos pasos en los últimos años.

Pero las mujeres caemos en tentaciones que no acechan a los hombres en la misma forma. Nos creemos a pies juntillas el mundo de una cosmética que nos vende caras sin arrugas ni flacidez.

Es normal, porque la presión es terrible y nos llega por todos los lados. Está en la marquesina del autobús, en el vídeo musical que vemos, en la revista que leemos€ Todo lo que tienes alrededor te está diciendo que tienes que tener un cuerpo como el que muestra la publicidad, que no puedes tener arrugas, que no se te pueden descolgar la cara, ni el pecho o que los muslos no pueden ser flácidos. Es normal que ante esa presión las mujeres que empiezan a envejecer sientan una angustia y procuren mantener esa juventud. No es su culpa. La sociedad presiona a las mujeres desde muy pequeñas.

¿Nos enseñan a agradar y gustar?

Por supuesto. Es algo que parece que va en nuestro código genético, pero no, ya digo que son lecciones aprendidas.

PERSONAL

Edad: 51 años (19 de marzo de 1970).

Lugar de nacimiento: Vitoria-Gasteiz.

Formación: Es licenciada en Ciencias de la Información por la UPV.

Trayectoria: Dice que desde los 17 o 18 años la escritura era una de sus pasiones y que estudió Periodismo porque era lo que más le acercaba a la literatura, aunque nunca sintió la vocación de ser periodista. Ha trabajado en diferentes medios de comunicación y es colaboradora semanal del Grupo Noticias. Ha sido responsable de comunicación de Euskalgintza Elkartanean y Emakunde. Desde 2015 es académica de Euskaltzaindia.

Obra: En narrativa, Hamabost zauri/Heridas crónicas (2004), Zu bezain ahul (2007) y Ez naiz ni (2012). También ha publicado las novelas Amaren eskuak/Las manos de mi madre (2006), que fue adaptada al cine por Mireia Gabilondo; Musika airean/Música en el aire (2010) y Aitaren etxea/La casa del padre (2019), y el volumen de poesía Orain hilak ditugu (2015).