Comenzó en el mundo del guion en la década de los 90. Junto a él y otro guionista vasco, Jorge Gerrikaetxebarria, surgieron un número importante de directores que pusieron el cine vasco en el mapa, y uno de ellos, situado entre sus directores de cabecera, es Enrique Urbizu. Ambos han unido una vez más sus firmas en un producto como Libertad, una serie de bandidos protagonizada por una mujer encarnada por la cantante Bebe. Gaztambide confiesa que trabaja mucho por encargo, aunque por su cabeza no dejan de rondar las ideas. Nació en Apt (Provenza, Francia), pero pasó buena parte de su infancia y juventud en Pamplona, la ciudad que le marcó. En plena juventud se fue a Donostia, ciudad en la que reside actualmente. Siendo más joven tuvo la tentación de quedarse a vivir en Madrid, pero dio marcha atrás y regresó a casa: "Yo fui un pionero del trabajo. Escribía en casa y luego lo mandaba. Bajo poco a Madrid y trato poco con la industria audiovisual", afirma.

De un tiempo a esta parte creadores y guionistas se han vuelto tan conocidos como los directores y actores. ¿Se han puesto ustedes de moda?

Sí que se habla más de nosotros, pero no diría que estamos de moda, no creo que sea para tanto a estas alturas del telediario. Supongo que las situaciones no son iguales en todos los casos ni en todos los profesionales que creamos historias.

¿Y en su caso en particular?

El hecho de resistir y estar teniendo en los últimos años cierta continuidad, sobre todo en televisión, a través de series como Gigantes y ahora Libertad, hace que se hable más de uno, pero tanto como decir que estoy de moda€ No sé qué decir. Diría que estoy satisfecho con lo que tengo en estos momentos, con el punto en el que estoy.

Pero ahora sabemos quiénes son esos seres que mueven por detrás los hilos de los personajes, los que deciden si mueren o viven, si odian o aman... Sí que han salido ustedes del armario.

En los últimos años, la llegada de las plataformas ha revolucionado el espectro de las producciones televisivas. Ellas le dan la máxima importancia a los contenidos y los guionistas pertenecemos a esa área, así que como dices hemos salido del armario. Los directores y productores siempre han sabido de la importancia que tiene un guionista, pero a nivel popular no ocurría igual. Vamos a ver cuánto dura, porque todo es cíclico.

Tendrán que aprovechar el momento.

Ya estamos acostumbrados a vivir el presente. Esto que describo nos ha venido bien a todos los niveles y ahora parece que los guionistas somos la leche. Nos ha venido bien sobre todo a nivel social. Ahora un chaval le dice a su padre que quiere ser guionista y seguro que ya no le parece tan loco, así que aunque solo sea por esta circunstancia, bienvenida sea esa salida del armario.

Muchos creadores vascos triunfan en estos momentos: usted, Álex Pina, Javier Holgado, Jorge Garrikaetxebarria, Aitor Gabilondo€ ¿Hay algún don especial en Euskal Herria para crear historias?

Eso es mucho decir, ¿no te parece? Quizá entre los más veteranos, porque Jorge y yo somos de generaciones anteriores, hay una trayectoria que viene del pasado, de los años 90. Vivíamos aquí y trabajábamos en Madrid, y eso era bastante singular. Nosotros no quisimos nunca ser directores, solo queríamos ser guionistas. En los últimos tiempos han aparecido otros nombres, los que has dicho, y está también Laura Belloso. Es que en Pamplona hay un montón de guionistas. Tiene mucho que ver con otras circunstancias al margen de los dones que tenga cada uno. En Navarra hay una universidad en la que se ha formado mucha gente y también hay un máster en guion. ¿Un talento especial? A mí no me gusta pensar de esa forma. Seguro que si un valenciano empieza a anotar cuántos guionistas hay en su comunidad, también le saldrán unos cuantos. Es algo circunstancial.

Pero sí hay una historia continuada.

Jorge y yo estamos dentro de aquella generación de los 90 en la que se descubrió que se podía vivir más o menos bien de escribir guiones. También es verdad que hay muchos directores que surgieron en esa década: Álex de la Iglesia, Juanma Bajo Ulloa, Enrique Urbizu, Julio Medem€ Aparecieron un montón de directores que desde el principio tuvieron una potencia narrativa y visual muy grande. Sobre el talento de los guionistas podría decir que es algo mucho más azaroso.

¿Cuándo se dio cuenta de que lo suyo era contar historias?

Lo sabía desde pequeño. Empecé a leer de forma enfermiza desde niño. También era pequeño cuando hice una redacción para un concurso de Coca-Cola, me seleccionaron y pensé: A lo mejor no escribo tan mal. Pero juega un papel muy importante el azar. Empecé a escribir poesía, me salió una más larga y me dije que igual podía ser un guion, porque el cine siempre me interesó mucho.

¿No tuvo tentaciones de estudiar Cine?

Muchas, pero no había opciones, no existía aquí esa oportunidad y en casa no había posibilidades económicas para poder salir al extranjero a cursar Cine. Pero escribí un guion y de repente ganó un premio. Entras así en una especie de rueda que al final te coloca en una casilla. Hice tres películas muy juntas: Santa Cruz, Chatarra y Vacas. Después estuve varios años en televisión, donde realmente aprendí el oficio. Al final, te das cuenta de que la manera que tienes de ganarte la vida forma parte del mismo proceso y acabas creyendo que a lo mejor sirves para ese oficio que se llama escribir.

Y hoy es uno de los guionistas más reconocidos que tenemos.

Se reconocen mis trabajos, pero ser uno de los más€ no lo creo. Además, hay algo que debes tener muy claro: con cada historia empiezas de nuevo, comienzas de cero.

¿Inseguridades?

Eso también, porque cada vez que comienzas una nueva historia nunca tienes la seguridad de que la puedas sacar adelante con éxito. Las historias a veces se te resisten. Escribir guiones es un trabajo complejo que exige una capacidad de resistencia bastante considerable. En mi caso, el azar y la suerte se fueron engarzando en una serie de proyectos que fueron casi consecutivos. En algún momento dado fueron proyectos antagónicos, como puede ser hacer en la tele Rifirrafe después de haber hecho Vacas en el cine, pero esta circunstancia te está diciendo que puedes convertirte en un profesional.

¿Ha cambiado la vida del guionista con la llegada de las plataformas? ¿Hay más libertad que con las generalistas a la hora de escribir o pergeñar una historia?

Ha cambiado en el sentido de que las plataformas han generado más trabajo, y por lo tanto hay más guionistas ganándose la vida con este oficio. Antes no se pagaba mucho. Llegas a una edad en la que tienes una trayectoria y en ese punto tengo que decir que el pasado también cuenta. En el pasado un productor te podía pedir una historia y te decía que si podía te pagaría. Eso ha quedado atrás. A lo mejor hay algún resquicio de producción ventajista, pero las cosas ya no funcionan así.

Ahora se cobra en todo el proceso, ¿no?

Sí, generalmente sí. Cuando alguien te pide un boceto, un previo o un guion, se cobra. En este sentido el panorama de los guionistas ha cambiado mucho. Respecto a la libertad creativa, cuando nosotros empezamos a hacer películas en los 90 éramos muy libres, tanto que rozábamos el libertinaje.

¿Libertinaje?

Sí, lo que has oído. Los directores decidían qué era lo que querían hacer y nosotros escribíamos con ellos. Era el mito de la libertad. Ahora, trabajando para plataformas, dependiendo de unas o de otras, el control del material es mayor. Los equipos de analistas, los equipos que se encargan de revisar el día a día del guion, intervienen más que antes. Supongo que responde a una estrategia industrial y está justificada. Muchas veces incluso es positiva para los propios guionistas.

¿No es una política restrictiva?

Depende cómo se ejerza ese control. A veces lo que ocurre es que te puedes dar cuenta de errores que no has visto durante la fiebre de creación. Es cierto que hay otras ocasiones en las que te llevan a los estereotipos, y eso es menos interesante. Ahí está también la pelea del guionista para no comulgar con todas las ruedas de molino. Por experiencia puedo decir que tampoco gusta decir que sí a todas las sugerencias que te hagan. Si cedes en todo les da la sensación de que trabajan con un esclavo y no con un creador. Pero ha cambiado todo, desde la libertad absoluta cuando hacíamos nuestras primeras pelis a la situación de ahora, que es muy diferente.

En televisión el guionista es el elemento dominante, y en cine lo es el director.

Yo soy muy partidario de los títulos de crédito antiguos: dirigida por, escrita por, producida por€ Cada cartón tiene un reverso y yo entiendo que cada cartón es un sueldo, o supongo que será así. De repente hay series que comienzan diciendo: creada por, y aparece un nombre; escrita por, y aparece el mismo nombre; producción ejecutiva, y vuelve a aparecer el mismo nombre€

¿Demasiado protagonismo?

Excesivo. Es verdad que en algunas ocasiones la idea original es de un escritor y entiendo que a nivel económico y de prestigio pueda pedir aparecer como nombre de creador. El guionista solo está en una fase. Digamos que los showrunners tienen que estar en la selección del casting, en la supervisión del montaje, y hay muchos guionistas que son bastante incapaces en ese tipo de aspectos. A mí me costaría mucho hacer un casting o el montaje definitivo de una serie. Soy de los de zapatero, a tus zapatos. Desde mi punto de vista, el creador es el que está en todas las fases. Normalmente, los que venimos del cine pensamos que esa figura la representa el director, lo que ocurre es que estamos en tiempos en los que el contenido se valora de manera máxima.

Pero eso es bueno, ¿o no?

Fantástico, no te digo que no, pero estás hablando de una obra audiovisual que aglutina departamentos, un montón de equipos y también un montón de fases.

¿Y no le gustaría tener voz y voto en la elección de actores, por ejemplo?

Zapatero a tus zapatos, ya lo he dicho antes. Yo me sitúo en la primera fase. A veces, por amistad o cercanía, un director me comenta: ¿Qué te parece este actor para este personaje? O te enseña una versión de montaje que no es la última. En definitiva, yo me siento más cómodo con la titulación antigua. Creador me suena al creador supremo, de cuando estudiaba en los Escolapios. Es una palabra muy grande para mí. Quizá es que soy de la vieja escuela, pero me hace gracia que de repente seamos creadores. Es mucho para mí.

Uno de sus directores de cabecera es Enrique Urbizu.

Con él he hecho tres largometrajes y dos series y en el cajón tenemos otros tres largometrajes y otra serie.

¿Duele tener material guardado en cajón y sin un futuro claro?

Ja, ja, ja€ ¿Doler? No sé si llega a tanto. Puedo decir que queremos a esas historias con más virulencia que las que ya hemos hecho, pero eso forma parte de la historia de este país: mucho material se te queda en un cajón. Es que Enrique y yo llevamos juntos desde 1999.

Ha vivido en Pamplona, ahora reside en Donostia, trabaja en Madrid, pero nació en Apt, en la región de la Provenza francesa.

Mis padres fueron trabajadores emigrantes y nací en Francia, donde estuve diez años, hasta que volvimos a su tierra, a Pamplona, donde me crié. A los 23 años me fui a Donostia y desde entonces no me he movido de ahí. A Madrid bajo lo justo. Cuando era más joven intenté vivir allí, pero me costaba mucho. Debo tener una mente más provinciana y me volví a casa. Digamos que fui un pionero del teletrabajo.

¿No hubiera logrado mayores objetivos residiendo en Madrid?

Quizá hubiera resultado más interesante desde el punto de vista de un mayor recorrido, pero eso nunca lo sabré. Sé que soy más feliz viviendo en Donostia. Para escribir mis cosas estaba perfectamente en mi casa y me quedé un poco al margen de la industria. La verdad es que con ella tengo muy poca relación.

¿No sería bueno mantener relación con la industria, esa que le da de comer y paga sus facturas?

Creo que a nivel de marketing de uno mismo, no tener relación no es una buena idea, pero para sacarle rendimiento a la escritura es una idea maravillosa. Es muy bueno estar en tu casa a más de 400 kilómetros de donde se están tomando las decisiones. De hecho, el coguionista de Libertad, Miguel Barros, vive en Vigo. Ya te digo, nosotros somos unos adelantados del teletrabajo.

¿Con una carrera llena de luces y sombras?

Sí, sí, como la carrera de todos los cineastas de este país. La palabra crisis siempre ha sido constante, siempre acababas pensando: Esto se acaba. Se va a tomar por culo. No me van a volver a llamar. No voy a ser capaz de sacar adelante esta historia. Hicimos No habrá paz para los malvados, ganamos seis Goyas, y Enrique ha estado diez años sin hacer una peli. No ha hecho nada hasta Gigantes. Lo que sucede en el mundo audiovisual es inaudito. Cuando recibes el reconocimiento de la profesión, te castigan y no trabajas. Yo hice Vacas y después me fui nueve años a trabajar a ETB.

¿Y su lugar no estaba en ETB?

No, no quiero decir nada de eso, y mucho menos hablar en contra. Me fue de puta madre porque aprendí muchísimo, pero era algo ilógico, aparentemente. El oficio de guionista es una carrera de subidas y bajadas. La entereza y la resistencia tienen que ser características de nuestro oficio. No siempre estás en la misma posición. He tenido películas que han funcionado de forma maravillosa y otras que no han hecho más de 1.500 euros de taquilla.

En EE.UU. los guionistas fueron capaces de paralizar la industria audiovisual.

Cuando hicieron la huelga me daban envidia. Imagínate un caso similar aquí; nos tirarían piedras en la Gran Vía. Dirían: Estos que viven del cuento encima hacen huelga. Son consideraciones distintas en un lugar y en otro.

Vamos, que esto no es Hollywood.

Ja, ja, ja, desde luego que no. Date cuenta de que en Estados Unidos la industria del cine era la segunda en orden de importancia después de la armamentística. Si se paraban los escritores no funcionaba la maquinaria. La importancia de los guionistas fuera de aquí está relacionada con la importancia económica de un sector, o con el respeto que puede haber hacia la cultura en lugares como Francia. En el Estado español eso no existe. Todavía se sigue pensando que somos unos vagos que en vez de a trabajar nos dedicamos a escribir.

Eso que este es un país repleto de escritores a lo largo de los siglos.

Exacto. Es el desconocimiento, la incultura, una visión muy reducida de cómo son las cosas. En este momento parece que estamos más reconocidos, que hay más trabajo, pero en general, el que se dedica al arte es objeto de burla por parte de los demás y mucha gente te mira por encima del hombro.

Pues en el confinamiento lo que más se consumió fue cultura.

Pero la gente de la cultura se estaba muriendo de hambre. En Alemania había subsidio para la gente de la cultura; aquí, algo similar no se lo plantea nadie. Es lo que hay y debes contemplarlo si quieres dedicarte a algo relacionado con la cultura. Ese es el estigma que vas a tener en el Estado español.

No se sabe si estamos saliendo de la pandemia o en un descanso que nos ha concedido el coronavirus, pero lo seguro es que se va a seguir hablando mucho de este virus. ¿Usted se ve escribiendo un guion sobre ello?

Nosotros somos técnicos y trabajamos casi siempre por encargo. Si el encargo es interesante, ¿por qué no hacerlo? Quizá haya algún flujo de este tema, pero ver actores con mascarilla va a resultar una imagen complicada. Hemos vivido unos meses muy oscuros, y como dices no sabemos si estamos saliendo o descansando, pero me apetece hacer otras cosas. Hace poco hablaba con Enrique y comentábamos que nos gustaría hacer algo más luminoso que hablar sobre lo que está viviendo el mundo. Prefiero hacer cosas que nos reconcilien con nuestra vida, no algo que nos recuerde la fragilidad con la que vivimos. El virus ha puesto en valor nuestra vulnerabilidad y nuestra fragilidad. Somos muy poca cosa.

Así que no ve un futuro inmediato basado en historias pandémicas.

Siempre he sido un desastroso anticipador de cosas. No sé si van a tener mucho éxito películas y series a mogollón sobre la pandemia, pero me parece que, sin olvidar lo que está ocurriendo, queremos pasar página.

PERSONAL

Edad: 62 años.

Lugar de nacimiento: Apt (Francia), pero se ha criado entre Pamplona, la tierra de sus padres, y Donostia, a donde se desplazó a vivir de joven.

Trayectoria: Su despegue comienza a principio de los años 90 con sus primeras películas: Santa Cruz, Chatarra y Vacas (con esta última estuvo nominado al Goya como mejor guion original). Después de esta primera etapa de cine entró de lleno en ETB con programas como Rifirrafe, Comunicando, comunicando, Números rojos, El zoo humano, Aire, aire, Todo es un sueño, La gran oportunidad o Nadie es perfecto, entre otros. En 2002 volvió a centrarse en el cine con una película de gran éxito en taquilla, La caja 507. Este fue su gran punto de encuentro con uno de sus directores de cabecera, Enrique Urbizu. Nueve años después, en 2011, repitieron su buen hacer conjunto en cine con la película No habrá paz para los malvados, que se llevó seis Goyas (Gaztambide ganó el de Mejor guion original). Su retorno a la televisión ha sido en el área de la ficción con series como La línea invisible, Gigantes y ahora Libertad.