Sus novelas, seis en total, han sido lectura recomendada en muchos centros educativos, y es un escritor con pedigrí y largo recorrido. Vagos y maleantes (Editorial Siete Islas), la segunda de temática LGTB que escribe, está inspirada en uno de los lugares más vergonzosos y olvidados de la reciente historia de nuestro país, la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, un campo de concentración construido en la isla de Fuerteventura en 1954 para proteger a la sociedad de los impúdicos actos de los homosexuales, bajo el amparo de la Ley de Vagos y Maleantes. Este inhumano y denigrante centro estuvo activo de 1954 a1966. Un anciano con Alzhéimer, una adolescente que se ha escapado de casa, una mujer enamorada, un joven asustado en su primer día de trabajo y una madre angustiada son algunos de los protagonistas de esta historia, que mezcla presente y pasado, de la mano de Manuel y Lorenzo, dos jóvenes de la isla de Lanzarote que se enamoraron en una época en la que su pasión estaba prohibida. Dos inocentes separados por el franquismo y unidos en la desgracia.

¿Cómo se le ocurrió escribir esta novela tan poco común en su historia?

Durante la presentación de Todavía no me he ido, mi primera novela LGTB, en la Feria del Libro de Fuerteventura, José Barreto de León, de la Asociación Altihay, me habló de la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, un hecho histórico que desconocía. A partir de ese momento, guiado por la curiosidad, investigué, me obsesioné y sentí el deseo de escribir esta historia, porque creo que debía ser contada.

¿Está basada en hechos reales?

Los hechos históricos en los que se ambienta son reales, pero los personajes son ficticios. Para inspirarme en Manuel y Lorenzo me documenté leyendo infinidad de testimonios de homosexuales de la época. La pareja protagonista es el resultado de muchas voces e historias silenciadas.

¿Cuántas líneas argumentales tiene?

Dos principales: el pasado (década de los 50), que nos cuenta la historia de amor entre Manuel y Lorenzo, y las vicisitudes que atravesaron, y el presente, donde un anciano Manuel es diagnosticado de Alzhéimer y teme perder sus recuerdos sin que se haga justicia.

La historia está ambientada entre el presente y el pasado, un pasado reciente para muchos.

Es la década de los 50, coincidiendo la apertura de la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía en 1954 con la visita de Franco a Lanzarote, la inauguración del Parador de Turismo y la plaga de langostas africanas que invadió las islas y acabó con todas las cosechas.

¿Se entrevistó con gente que estuvo recluida en la colonia para documentarse?

Por desgracia es complicado. La mayoría de los testigos de aquella barbarie han fallecido y otros prefieren permanecer en el anonimato, pero por fortuna tuve la suerte de contactar con Javier Larrauri, que compartió conmigo la entrevista que realizó a Octavio García, uno de los presos de Tefía, para su documental Testigos de un tiempo maldito. Octavio García recibió la Medalla de Oro de Canarias en 2019, a título póstumo, y escucharlo hablar me ha ayudado a escribir cada una de las páginas de este libro.

¿Visitó en algún momento el centro?

Alby y María, unos amigos de Fuerteventura, me llevaron a Tefía para que sintiera las vibraciones de aquellos muros en mi piel. Gracias a sus hijas, que nos acompañaron y jugaban entre las piedras, aprendí que hasta en los peores escenarios hay espacio para la esperanza.

¿Cuál era la función de esta colonia? Entiendo, y lo digo con ironía, que tendría un carácter reformador

El objetivo principal del centro era lograr la redención de las almas de los presos, alejarlos de sus conductas perniciosas que atentaba contra la moral colectiva, y recuperar a los desviados como españoles y como hombres. Franco, en una entrevista en 1939, explicó que era obligación suya poner a disposición de los redimibles los medios necesarios para hacer posible su salvación, y que el modo para conseguir que aquellos hombres volvieran al buen camino era el trabajo. La Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía fue uno de los centros especiales que diseñó para lograr ese cometido.

¿Y qué ocurría realmente dentro de sus muros?

Las órdenes eran tener mano dura con los presos para que no se rindieran a la tentación y a los placeres de la carne. Los reclusos eran sometidos a maltratos físicos y psicológicos, les insultaban, golpeaban y humillaban. Pasaban tanta hambre que algunos perdían la mitad de su peso en pocos meses. Hubo actos humillantes, privación de la libertad y del sueño...

Pero la gente no saldría de allí curada€

Muchos jamás llegaron a superar lo ocurrido en la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía. El miedo y la ansiedad les acompañaron de por vida. Algunos no tuvieron el valor de volver a enamorarse, pero las tendencias sexuales de todos siguieron siendo las mismas. Un pájaro no puede dejar de volar, y un pez nadará aunque no tenga agua.

¿Fue la única institución de este tipo en el Estado español o hubo más?

Durante el franquismo existieron distintos tipos de instituciones donde podías acabar si eras detenido por tus conductas sexuales. Una opción era que te mandaran al módulo especial para homosexuales de una cárcel común, donde era habitual que los propios carceleros prostituyeran a los gais a cambio de dinero, siendo algunos presos violados, según testimonios, más de ocho veces diarias durante su encierro. También podías terminar en una cárcel para homosexuales como la de Badajoz (para pasivos y lesbianas) o la de Huelva (para activos), para lo cual, previamente, debías ser sometido a un reconocimiento médico, donde un doctor evaluaba, a través de la dilatación esfinteriana del paciente, el carácter de su patología. Y por último existían Instituciones Especiales, como la de Tefía, donde sometían a los presos a trabajos forzados para lograr el arrepentimiento y la redención de sus almas.

¿Hubo algún centro específico para lesbianas y personas transexuales?

La cárcel de Badajoz, por ejemplo, era para lesbianas, aunque la compartían con gais pasivos. Las transexuales fueron las que sufrieron la peor parte de toda esta persecución. Eran ingresadas en cárceles para hombres y muchas sufrían violaciones a diario.

¿Por qué la inmensa mayoría de la gente desconoce que hubo este tipo de penitenciarías?

En Alemania hacen memoriales sobre el holocausto para que no se repitan los mismos errores, pero en España, sin embargo, tenemos un problema con la memoria histórica, porque preferimos olvidar (véase la Ley de Amnistía Histórica de 1977), aunque con ello no estemos haciendo justicia a las víctimas.

La novela está escrita en memoria de todos los superhéroes sin capa que lucharon por los derechos LGTB

Es mi humilde homenaje a todos esos personajes anónimos que lucharon contra el odio, defendiendo el derecho a amar y que por desgracia, hoy en día, no tienen el reconocimiento que debieran.

¿Es un libro para reflexionar una vez leído?

Es una historia sobre la diversidad y sobre por qué debemos sentirnos orgullosos. Nos hace pensar en la importancia de la defensa de los derechos LGTB. Muchos puentes se han levantado, pero pueden volver a caerse. No debemos relajarnos, con independencia de nuestras tendencias sexuales. Hay que seguir luchando para conservar y equiparar derechos. Se lo debemos a todas esas personas que dieron su vida para conseguir llegar hasta aquí.

¿Le gustaría ver su novela en la pantalla grande?

Ese es un sueño que la mayor parte de los escritores tenemos. Mientras escribes, muchas veces, incluso ves las imágenes.

PERSONAL

Edad: 42 años.

Lugar de nacimiento: Granada.

Estado civil: Soltero.

Signo zodiacal: Tauro.

Formación: Lozano es licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Sevilla. También cursó un máster internacional en Dirección y Gestión Hotelera.

Trayectoria: Hasta el momento lleva escritas seis novelas. Sus obras La sirena de Famara, La isla de los dragones dormidos y La leyenda de Gara y Jonay son lectura recomendada en diversos centros educativos.

EN CORTO

Una virtud: "La constancia".

Un defecto: "Ser desordenado".

Un vicio: "El chocolate".

Una afición: "Leer y escribir".

Qué valora de la gente: "La honestidad".

Un libro: "La historia interminable, de Michael Ende".

Una película: "Lucía y el sexo, de Julio Medem".

Una comida: "El sancocho canario".

Una bebida: "El gazpacho".

Un lugar para vivir: "Lanzarote".