ES, no lo duden, el alma mater del feminismo, no ya solo en Bilbao sino en toda su época. Se desconoce, digámoslo así, la formación de Benita Asas hasta que obtuvo el título de Maestra de Primera Enseñanza en la Universidad de Valladolid en 1897. Este mismo año fue destinada como maestra auxiliar de párvulos a la escuela de la Alameda de San Mamés de Bilbao, donde permaneció hasta el 1 de febrero de 1902.

Cuentan las crónicas que en aquel año se trasladó como maestra a Madrid y comenzó su labor como colaboradora en diarios y revistas. Pronto, estos artículos se centraron en la defensa del acceso a la cultura de las mujeres y en la demanda de la igualdad entre los sexos. En 1910, en una conferencia sobre el feminismo en el Ateneo de Madrid se declaró feminista y sufragista. No faltan voces que fijan este momento como el punto de inicio del feminismo en España.

Como maestra de escuela conoció de primera mano los problemas de malnutrición de los alumnos de párvulos por lo que en 1911 inició una campaña en prensa a través de la cual promovió El Desayuno Escolar. Esta institución se encargó de conseguir financiación privada para costear el desayuno a los alumnos que carecían de recursos económicos.

No se detuvo el frenesí. El primer proyecto de Asas para promover la lucha en favor de los derechos de la mujer fue la publicación del periódico quincenal El Pensamiento Femenino en 1913. En los artículos de Benita Asas sobresalen y llaman la atención su lucha en favor del acceso de la mujer a la cultura y la defensa de la igualdad de derechos políticos y jurídicos entre hombres y mujeres. Después de casi tres años el periódico cerró por falta de financiación.

En 1919 participó en la fundación de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas. Esta asociación pretendió dar respuesta a los nuevos movimientos femeninos y feministas que comenzaron a surgir desde diferentes ideologías políticas. La ANME se autodefinió como apolítica y aconfesional, por lo que tuvo que soportar duras críticas desde su fundación.

En su retiro, en Bilbao, vivió alejada de la vida pública y solo tenemos de ella una carta al director en la revista Gran Vía, publicada en 1957, que bien puede resumir su carácter y sus ideales: “(?) soy sufragista, no en dosis homeopáticas de cien por cien sino de mil por mil (...)” No calló su voz hasta los 95 años, inquebrantable siempre.