Madrid - Como “una serie sin referentes” definen sus creadores, Pepón Montero y Juan Maidagán, Justo antes de Cristo, porque aunque transcurre en un campamento romano del 31 a.C. es un “drama de risas” que se resiste a las comparaciones con La vida de Brian y que de Gladiator sólo tiene algún mueble prestado. Hoy se estrena en Movistar+, que compró a Montero y Maidagán un proyecto que nació en 2002, que ninguna cadena quiso y que se ha convertido en 12 episodios autoconclusivos de 25 minutos, cuya primera tanda de seis se podrá ver completa bajo demanda desde hoy y la segunda tendrá que esperar a 2020.

“Es humor a partir de situaciones cotidianas”, dice Maidagán; concretamente a partir de la vida de “un neuras” en la Roma antigua. Es Manio Semponio (Julián López), un acomodado patricio que mata por error a un senador y al que conmutan la pena de muerte por servir a la legión en Tracia, donde intentará sin mucho éxito emular las gestas militares de su padre, El Magnífico. Tiene la suerte de contar con la sensatez e inteligencia de su esclavo Agorastocles, interpretado por un Xosé Touriñán al que en principio le pidieron que “neutralizara” su acento gallego y que finalmente lo conservó porque “en el Imperio Romano había gente de todos lados y le da un color muy bonito a la serie”.

“un privilegio” Para Julián López, ha sido “un privilegio” participar en Justo antes de Cristo por la singularidad del proyecto, lejos de la épica con la que la ficción suele tratar al Imperio Romano, pero con “tanto cuidado” en su ambientación, el vestuario, la peluquería o el maquillaje como cualquiera de las míticas. Una comedia en la que “nada se toma a la ligera” y que busca divertir gracias a que está “muy inteligentemente escrita”, lo que permite que “sea divertido ver desde fuera a personajes tan dramáticos y trágicos”, indica. “Es un drama de risas porque cuenta cosas de la vida cotidiana; seguro que es como la cara B o las bambalinas de Ben Hur”, apostilla Touriñán. Porque sobre ese periodo esplendoroso de Roma hay mucha ficción, pero “poca comedia”, recuerda Maidagán, para quien el estilo de la serie se acerca más a MASH o a Camera Café que a La vida de Brian o incluso Asterix ya que “es humor a partir de situaciones muy cotidianas”.

A Borja Cobeaga, que no suele dirigir guiones ajenos, le atrajo un guión “excepcionalmente bueno” que se ha convertido en una serie “realista, bien hecha, muy marciana, original y en la que pasan muchas cosas”. Reconoce que los tres meses de rodaje, buena parte del cual transcurrió en “un bosque de Segovia a tres grados bajo cero”, fue duro principalmente por el frío, pero también por el afán de reflejar cómo era la vida en un campamento de la legión, caballos incluidos. “Rodamos en una cueva que olía a mierda de murciélago, el sitio más insalubre que he pisado en mi vida”, recuerda Cobeaga. “Sí, hacía mucho frío y mucha humedad, pero somos romanos y valientes”, añade Touriñán. Porque son romanos en su faceta más humana, pero la actitud tipo Gladiator la tienen, comenta. También algún elemento de atrezzo del largometraje de Ridley Scott.

Lo que no tiene igual es un campamento a cuyo cargo está el general Cneo Valerio (César Sarachu), a quien nunca le interesó el ejército y que está al cuidado de su hija Valeria (Cecilia Freire), una experta en el arte de la manipulación. Más que la guerra le importa la fiesta al militar Antonino (Eduardo Antuña), mientras que su compañero Gabinio (Manolo Solo) disfruta tanto de la batalla como del vino. “Es una suerte que Pepón y Juan dieran con Movistar+ -asegura Julián López- porque gracias a esto ha visto la luz una serie tan buena, especial y compleja”. - Pilar Salas